22 de abril de 2017

No dudar de Cristo


Sábado de la octava de Pascua

Mc 16,9-15

Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con Él, que estaban tristes y llorosos. Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron. Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban de camino a una aldea. Ellos volvieron a comunicárselo a los demás; pero tampoco creyeron a éstos. Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. Y les dijo: ‘Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación’”.

COMENTARIO

Jesús, tras su resurrección, debía continuar la misión para la que fue enviado al mundo. Por eso se aparece a muchos de sus discípulos (más o menos allegados). Sabe que aún no están preparados para empezar a caminar como Iglesia.

Muchos no creyeron en aquello que otros les decían. Y es que no habían visto con sus propios ojos al Maestro y no era posible, según ellos, que después de haber muerto como murió pudiera estar vivo.

El Hijo de Dios se ve en la obligación de plantarse ante ellos. No nos extraña, para nada, que después de haber vivido lo que habían vivido con Él, pudiesen dudar de que había resucitado. Y los envía al mundo a predicar: el Reino de Dios está aquí, el Hijo ha vuelto al mundo tras su muerte.


JESÚS, ayúdanos a no dudar nunca de Ti.



Eleuterio Fernández Guzmán

21 de abril de 2017

Confiar en la resurrección de Cristo



Viernes de la octava de Pascua

Jn 21,1-14

“En aquel tiempo, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: ‘Voy a pescar’. Le contestan ellos: ‘También nosotros vamos contigo’. Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. 

Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: ‘Muchachos, ¿no tenéis pescado?’. Le contestaron: ‘No’. Él les dijo: ‘Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis’. La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: ‘Es el Señor’. Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se puso el vestido —pues estaba desnudo— y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos. 

Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: ‘Traed algunos de los peces que acabáis de pescar’. Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: ‘Venid y comed’. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿Quién eres tú?’, sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Ésta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.


COMENTARIO

Aquellos hombres, los que habían sido discípulos más cercanos del Maestro y Mesías Jesucristo habían vuelto a su vida ordinaria. Como eran pescadores la mayoría de ellos… eso es lo que vuelven a hacer. Pero no esperan lo que les va a pasar.

Resulta curioso que no reconozcan al Maestro. Sólo el discípulo más joven, Juan, sabe que es el Señor. Y ellos hacen todo lo que les dice al respecto de dónde debían soltar las redes. Y pescan tanto que casi no pueden con ella.

Pedro, que sabía que había hecho mucho daño en el corazón de Jesucristo cuando lo negó tres veces, en cuanto es reconocido el Maestro, se lanza al agua. Quiere encontrarse con el Señor. Y le pregunta que quién es aunque aquella pregunta iba más allá de aquella persona que tenía ante sí.


JESÚS, ayúdanos a confiar en Ti.


Eleuterio Fernández Guzmán

20 de abril de 2017

Cristo nos ayuda a creer



Jueves de la octava de Pascua

Lc 24,35-48

En aquel tiempo, los discípulos contaron lo que había pasado en el camino y cómo habían conocido a Jesús en la fracción del pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo: ‘La paz con vosotros’. Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero Él les dijo: ‘¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo’. Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: ‘¿Tenéis aquí algo de comer?’. Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. 

Después les dijo: ‘Éstas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: ‘Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí’’. Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: ‘Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas’”.

COMENTARIO

No podemos negar que los discípulos más allegados de Jesús, después de su muerte sintieron miedo. Estaban escondidos y cuando el Hijo de Dios se aparece ante ellos se siente más que extrañados y, además, seguramente con más miedo.

Cristo, sin embargo, les trae la paz y es la paz del corazón, la paz de Dios. Y para que comprendan que se trata de Él, que no es un fantasma, les pide de comer porque los espíritus no comen. A lo mejor, entonces, se convencieron de que era el Maestro.

Entonces, les confirma en todo. Todo lo que estaba escrito en las Sagradas Escrituras de los judíos se había cumplido con su muerte y resurrección. Y ellos, ahora, debían ser testigos de todo aquello para que la humanidad supiese que todo se había cumplido y que se había hecho posible la salvación de quien creyese en el Hijo de Dios.


JESÚS, ayúdanos a creer.



Eleuterio Fernández Guzmán

19 de abril de 2017

Los descreídos de Emaús


Miércoles de la octava de Pascua
Lc 24,13-35

Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. 

Él les dijo: ‘¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?’. Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: ‘¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?’. Él les dijo: ‘¿Qué cosas?’. Ellos le dijeron: ‘Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería Él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que Él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a Él no le vieron». Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?’. Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre Él en todas las Escrituras. 

Al acercarse al pueblo a donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: ‘Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado’. Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 

Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero Él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: ‘¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?’. Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: ‘¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!’. Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.

COMENTARIO

El texto referido a los discípulos de Emaús nos muestra lo escasa que puede llegar a ser nuestra fe. Y es que aquellos hombres pronto dejaron de lado la creencia en Quien tanto les había dado. Ellos vuelven a lo suyo en su pueblo.

Jesucristo, sin embargo, sabe que debe abrirles los ojos. Por eso los acompaña y trata de que comprendan que las Sagradas Escrituras judías hablaban de Él y de todo lo que había pasado. Ellos, sin embargo, aún no lo reconocen.

Es al partir el pan cuando aquellos dos discípulos de Emaús reconocen a Jesús. Seguramente, otras muchas veces lo habían visto hacer eso y nadie lo hacía como Jesús. Entonces vuelven a Jerusalén a contar lo que les había pasado. Habían recuperado la fe.



JESÚS,  ayúdanos a reconocerte siempre sin necesidad de signos.




Eleuterio Fernández Guzmán

18 de abril de 2017

Y María Magdalena también vio y creyó.


Martes de la octava de Pascua
Jn 20,11-18

En aquel tiempo, estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: ‘Mujer, ¿por qué lloras?’. Ella les respondió: ‘Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto’. Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: ‘Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?’. Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: ‘Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré’. Jesús le dice: ‘María’. Ella se vuelve y le dice en hebreo: ‘Rabbuní’, que quiere decir ‘Maestro’. Dícele Jesús: ‘No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: ‘Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’. Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.

COMENTARIO

Podemos imaginar qué estaría pasando por el corazón de María Magdalena. Ella, que quería con todas sus fuerzas a Jesucristo había estado muy cerca de la Cruz. Lo había visto morir y ahora veía el cuerpo que no estaba…

Los ángeles no saben por qué llora la de Magdala. Y ellos saben que el Hijo de Dios ha resucitado y no comprenden que hay muchos que aún creen que Cristo está en aquel sepulcro.

Tampoco es difícil ver, con el corazón a Magdalena. Al principio no reconoce al Hijo de Dios pero luego, cuando se da cuenta de que es el Maestro que ha resucitado, que lo hecho como bien dijo muchas veces, no duda en correr hacia sus compañeros que están escondidos.  

JESÚS,  ayúdanos a creer en tu Resurrección.


Eleuterio Fernández Guzmán


17 de abril de 2017

Creer que Cristo ha resucitado



Lunes, 17 de abril de 2017

Mt 28,8-15

En aquel tiempo, las mujeres partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: ‘¡Dios os guarde!’. Y ellas se acercaron a Él, y abrazándole sus pies, le adoraron. Entonces les dice Jesús: ‘No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán’. 

Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Estos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: ‘Decid: ‘Sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros dormíamos’. Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones’. Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy.

COMENTARIO

Podemos decir que hasta después de haber muerto y resucitado, el Hijo de Dios tranquiliza a sus discípulos. Por eso aquellas mujeres debieron sentirse reconfortadas cuando el Maestro les dijo que no debían temer nada.

Pero Cristo no había terminado aún la labor que le había sido encomendada por Dios. Por eso sabe que, hasta su ascensión a los Cielos debe seguir enseñando a los que le han seguido más de cerca.  Y les manda ir a Galilea.

Pero el Mal nunca deja de trabajar. Y es que los mismos que le habían perseguido hasta la muerte, reconociendo lo que había pasado argumentaron lo imposible: los discípulos han robado el cuerpo del Maestro. Muchos, sin embargo, sí le creyeron.  

JESÚS, gracias por haber muerto y haber resucitado.

Eleuterio Fernández Guzmán


16 de abril de 2017

Y resucitó de entre los muertos


Jn 20,1-9

El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: ‘Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto’. 

Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.

COMENTARIO

María de Magdala quería terminar la labor de embalsamamiento que no habían podido dejar bien terminada cuando el viernes anterior, por la prisa de la Pascua, habían dejado al Maestro en el sepulcro.

La de Magdala se da cuenta de algo terrible: no está el cuerpo de Jesús. Y corre a decírselo a los demás que están escondidos por miedo a los judíos. Y ellos, como era de esperar en tal tiempo, no la creen. Por eso salen corriendo Juan y Pedro a comprobarlo.

Pedro y Juan corren pero el primero de ellos, de mayor edad, llega más tarde. Juan, sin embargo, por respeto o por miedo a no ver a Jesús donde lo habían dejado, espera a que llegue el primero de entre ellos. Cuando, luego, entra Juan nos dice él mismo que vio y creyó. Y es que, hasta entonces, no había unido todas las piezas de aquel puzzle espiritual.

JESÚS, ayúdanos a creer en ti.


Eleuterio Fernández Guzmán