12 de agosto de 2017

Tener fe de verdad

Mt 17, 14-20

"En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre que, arrodillándose ante Él, le dijo: 'Señor, ten piedad de mi hijo, porque es lunático y está mal; pues muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua. Se lo he presentado a tus discípulos, pero ellos no han podido curarle'. Jesús respondió: '¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo acá!'. Jesús le increpó y el demonio salió de él; y quedó sano el niño desde aquel momento. 

Entonces los discípulos se acercaron a Jesús, en privado, y le dijeron: '¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?''. Díceles: 'Por vuestra poca fe. Porque yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: desplázate de aquí allá”, y se desplazará, y nada os será imposible'".




COMENTARIO

Lo que dice Jesucristo, muchas veces, pudiera parecer que ofendía a muchos. Y es que había venido al mundo no a quedar bien con la mayoría ni con la minoría sino a cumplir la misión de salvar. Y, a veces, eso hace que diga ciertas cosas que pueden no gustar.

Cuando Jesús ve que hay algunos que no tienen suficiente fe como para expulsar un demonio del cuerpo de quien lo tiene alojado sabe que es porque no han orado bastante o, mejor, bien. Y eso se lo hace ver a los que, al parecer, no acaban de comprender lo que hace y dice.

Jesús dice que ellos tienen poca fe. Por eso el ejemplo del grano de mostaza, si tuvieran fe como un tal grano que es muy pequeño, harían que un monte se moviera del sitio. Y eso era lo mismo que decir que fe, lo que se dice fe, no tenían mucha.



JESÚS, ayúdanos a tener fe, al menos, como un grano de mostaza.

Eleuterio Fernández Guzmán


11 de agosto de 2017

Negarse para ser

Mt  16, 24-28


COMENTARIO

Todo, en este texto del Evangelio de San Mateo, tiene que ver con la salvación eterna. Vamos, con lo que nos conviene saber si es que queremos salvarnos. Y es que el Hijo de Dios vino al mundo a eso: a que nos salváramos. Por eso nos habla de que debemos seguirlo… cargando con nuestra propia cruz… o cruces.

Lo que importa bien que lo sabe Jesucristo: no vale el mundo ni lo que, en él, podamos atesorar. Lo único que debemos tener en cuenta es que, al final de la vida, seremos examinados en el amor y que arruinar, ahora, nuestra alma, no vale más que para atraernos la desgracia eterna.

El caso es que no se guarda nada Jesucristo. Lo dice todo. Y, sobre todo, aquello que es más importante para nosotros, simples mortales que, un día, seremos juzgados por Dios: eso, el Todopoderoso nos pagará según haya sido nuestra conducta material y espiritual en vida. Por eso debemos negarnos a ser nosotros para seguir a Jesucristo.

JESÚS, ayúdanos a ser capaces de seguirte y a negarnos a nosotros mismos sin soberbia alguna.

Eleuterio Fernández Guzmán


10 de agosto de 2017

Morir para vivir



Jn 12, 24-26



COMENTARIO

Lo que Jesucristo, a lo largo de la vida que hemos dado en llamar “pública”, quiere es que aquellos que Dios le ha dado se salven. Por eso, en tal tiempo, procura enseñarles qué es lo que deben/debemos hacer, a nivel espiritual (y tantas veces, material) para que eso sea posible.

Debemos morir. Eso bien que lo sabe el ser humano desde que la muerte entró en el mundo. Sin embargo, no es lo mismo morir de una manera que de otra. Y nosotros, los discípulos del Hijo de Dios sólo podemos hacerlo de una manera: después de haberlo servido como debe ser servido el Todopoderoso.

En todo caso, podemos decir que tiene un gran premio, una gran gracia podríamos decir, servir a Jesucristo. Y es Él mismo quien nos lo dice al referirnos que quien le sirva será honrado por Dios, por el Padre, por nuestro Creador. ¿Puede haber algo mejor que eso?


JESÚS, ayúdanos a servirte.


Eleuterio Fernández Guzmán

9 de agosto de 2017

No negar nunca a Cristo

Mt 10, 28-33

“28 ‘Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. 29 ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos
caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. 30 En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. 31 No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos. 32 ‘Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; 33 pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos.’”

COMENTARIO

Es bien cierto que se puede matar el cuerpo pero también se puede matar el alma. Por eso, para aquellos que creen que sólo el cuerpo es lo importante en sus vidas y se deshacen en parabienes para el mismo sin tener en cuenta que desaparecerá hecho polvo tras la muerte, no importa el estado del Alma. Pero Jesucristo cree que es más importante el alma que el cuerpo porque sabe que la parte inmortal del hombre es, precisamente, la segunda. Por eso se nos insta a tener muy en cuenta aquello que, los que quieren matar el alma, procuran hacer en contra de la misma.

De todas formas, estamos en la seguridad de que Dios nos mira y nos contempla. Por eso nos basta con saber eso y, también, con saber que su Hijo Jesucristo enseña, nos enseña, que debemos tenerlo en cuenta a Él. Y fue Dios quien dijo que eso hiciéramos en el episodio de la Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo: que lo escucháramos.

Escuchar a Jesucristo no es cualquier cosa. Es decir, no basta con decir, por ejemplo, “pues sí, yo lo escucho porque dice cosas tan bien dichas...”. No. hay que poner en práctica aquello que dice como, por ejemplo, no negarlo ante los hombres. Tal cosa no es nada buena para nosotros porque nuestra alma sufrirá, sin duda alguna, tal tipo de acción. Y es que Jesucristo, que es Dios hecho hombre, así lo tendrá en cuenta.


JESÚS, ayúdanos a no negarte nunca.


Eleuterio Fernández Guzmán

8 de agosto de 2017

El poder de Dios en Cristo

Mt 14, 22-36

Martes XVIII del tiempo ordinario

“En aquellos días, cuando la gente hubo comido, Jesús obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.

La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino Él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: ‘¡Ánimo!, que soy yo; no temáis’. Pedro le respondió: ‘Señor, si eres tú, mándame ir donde tú sobre las aguas’. ‘¡Ven!’, le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: ¡Señor, sálvame!’. ‘Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: ‘Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?’. Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: ‘Verdaderamente eres Hijo de Dios’.

Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le presentaron todos los enfermos. Le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron salvados.”


COMENTARIO

Pedro, el pescador que luego lo sería de hombres, tiene miedo. Tiene, también, confianza porque a Jesús le dice que se fía de Él si le dice que es su Maestro.  Pero ellos, la totalidad seguramente, tenían miedo ante lo que creían ver. Para ellos era una visión, no reconocieron a Cristo.

El poder de Dios que su Hijo muestra en este episodio de andar sobre las aguas tiene todo que ver con la voluntad del Todopoderoso de hacer ver que, en efecto, puede cualquier cosa que la imaginación del hombre sea capaz de alcanzar.

Pero mucho, allí donde iba, lo reconocían. Sabía que era aquel Maestro del que habían escuchado hablar y que por ellos podía mucho hacer. Y su fe, la de aquellos que así creían, tenía su justa recompensa con la sanación de sus males.



JESÚS, ayúdanos a reconocerte en medio del mundo.

Eleuterio Fernández Guzmán


7 de agosto de 2017

Confiar siempre en Cristo

Lunes, 7 de agosto de 2017


Mt 14, 13-21

“13 Al oírlo Jesús, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras él viniendo a pie de las ciudades.
14 Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó
a sus enfermos.
15 Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: ‘El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida.’ 16 Mas Jesús les dijo: ‘No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.’ 17 Dícenle ellos: ‘No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.’ 18 Él dijo: ‘Traédmelos acá.’ 19 Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. 20 Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. 21 Y los que habían comido eran unos 5.000 hombres, sin contar mujeres y niños.”


COMENTARIO

Podemos imaginar que cuando Jesús se entera de la muerte de su primo Juan, El Bautista, sabe que había llegado un momento muy importante para Él. Se va a lugar desierto para orar y dirigirse a su Padre. Pero muchos se dan cuenta y le siguen.

Es bien cierto que le seguían miles y miles de personas. Nos dice San Matero que eran más de 5000 los que allí se encontraban. Ciertamente, un número tan importante de personas necesitan mucho para alimentarse.

Jesús prueba a sus Apóstoles. Ellos no atinan con la solución a lo que se les había planteado. Piensan como hombres y no lo hacen de forma espiritual. Jesús, en cambio, se dirige a Dios porque sabe que su prójimo está necesitado. Y todos se sacian de comida cumpliendo, así, su misión.

JESÚS,  ayúdanos a confiar siempre en tus fuerzas.


Eleuterio Fernández Guzmán


6 de agosto de 2017

Domingo, 6 de agosto de 2017-Escuchar a Jesucristo




Mt 17, 1-9

“En aquel tiempo, Jesús toma consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con Él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: ‘Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías’. 

Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: ‘Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle’. Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: ‘Levantaos, no tengáis miedo’. Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: ‘No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos’”.

COMENTARIO

Había momentos en los que el Hijo de Dios escogía a algunos de sus discípulos para que vieran o escucharan algo que iba a ser muy importante para ellos. Y eso hace ahora con Santiago, Pedro y Juan. Los lleva a un monte donde va a transfigurarse. Pero pasa mucho más.

Aquellos tres asustados hombres, seguramente analfabetos en muchos aspectos, tiene miedo. Lo que están viendo hace que sus corazones se aceleren y no sepan a qué quedarse. Pedro, por eso, quiere hacer tras tiendas mientras Dios les dice que escuchen a su amado Hijo Jesucristo.

Hay algo, sin embargo, muy importante: Jesús les dice que nada de eso digan hasta que resucite de entre los muertos. Y ellos, que ya debían andar bastante preocupados por lo que habían visto, añadían a su preocupación eso de la resurrección que ni entendían ni acababan de ver cómo qué era.

JESÚS, ayúdanos a escucharte.

Eleuterio Fernández Guzmán