16 de febrero de 2019

Aceptar la Luz de Dios


Mc 9,2-13

“En aquel tiempo, Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús.

Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: ‘Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías’; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: ‘Este es mi Hijo amado, escuchadle’. Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.

Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de ‘resucitar de entre los muertos’.

Y le preguntaban: ¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?’. Él les contestó: ‘Elías vendrá primero y restablecerá todo; mas, ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que sufrirá mucho y que será despreciado? Pues bien, yo os digo: Elías ha venido ya y han hecho con él cuanto han querido, según estaba escrito de él’.


COMENTARIO

Escuchar la voz de de Dios para aquellos testigos escogidos por Jesús debió parecerles algo extraordinario. Por eso Pedro, sin saber lo que decía, quería quedarse allí sin darse verdadera cuenta de lo que sucedía.

La resurrección de Jesucristo era algo que, entonces, no podían entender aquellos que escuchaban. Tan sólo después de que se produjera la misma fueron capaces de comprender un hecho espiritual  tan especial.

Cuando Juan el Bautista anunciaba a Quien tenía que venir muchos no le hicieron caso. Así, nosotros mismos, en determinadas ocasiones, tampoco aceptamos lo que Dios nos dice porque no conviene a nuestra cómoda vida.

JESÚS, cuando tu Padre dijo que debíamos escucharte sabía de nuestra dureza de oído y de nuestro corazón de piedra tardo en aceptar lo que le conviene.  Insiste en anunciarnos el reino de Dios porque sólo así sabremos aceptarlo.


Eleuterio Fernández Guzmán

15 de febrero de 2019

Cumplir con su misión a pesar de muchos



Mc 7, 31-37

“31 Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, travesando la Decápolis. 32 Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. 33 El, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. 34 Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: ‘Effatá’, que quiere decir: ‘¡Abrete!’ 35 Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. 36 Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. 37 Y se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.


COMENTARIO

Aquellos que podían parecer iletrados o personas de poca preparación intelectual, aquellos a los que el Hijo de Dios se dirigía con predilección, conocían muy bien, sin embargo, las Sagradas Escrituras judías. Y sabían que, cuando llegara el Mesías que Dios había prometido enviar al mundo para que el mundo se salvase, se producirían hechos milagrosos. Y, cuando Jesucristo cura, como es el caso, al sordo y mudo, no dudan en pensar que, en efecto, el Mesías ha sido enviado al mundo. Y muchos se maravillaban y aceptaban aquello aunque sabemos que hubo otros que creyeron que aquellos signos no eran, sino, el final de un poder espiritual que habían ido acumulando a lo largo de los siglos.


JESÚS, gracias por hacer lo que hiciste a pesar de muchos.

Eleuterio Fernández Guzmán


14 de febrero de 2019

Evangelizar para salvar

Lc 10,1-9

“1 Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir.  2 Y les dijo: ‘La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. 3 Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. 4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. 5 En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa.’ 6 Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. 7 Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. 8 En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; 9 curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros.’
  

COMENTARIO

El Hijo de Dios envía a unos pocos de entre sus discípulos para que transmitan la Buena Noticia: el Reino de Dios está cerca, tan cerca, que es Cristo mismo. Y ellos cumplen con su misión. Y lo hacen sabiendo, acerca de qué deben hacer, que es importante que tengan mucho cuidado porque hay lobos que querrán devorar a tales ovejas. Y también deben saber que no en todos los lugares donde vayan serán bien recibidos y que, donde lo sean, lo serán porque aman la Verdad y a Dios mismo. Y ellos, allí, en tales lugares, curarán enfermos porque el poder de Dios estará con ellos. Y es que quien acepte al Hijo, aceptará al Padre y será salvado.


JESÚS, gracias por haber enviado a evangelizar a los tuyos.

Eleuterio Fernández Guzmán


13 de febrero de 2019

Del corazón salen las obras




Mc 7,14-23

En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y les dijo: ‘Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír, que oiga’. 

Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola. Él les dijo: ‘¿Así que también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?’ —así declaraba puros todos los alimentos—. Y decía: ‘Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre’.


COMENTARIO

Aunque Jesús parece que se muestra aquí algo desconcertado es bien cierto que conocía el corazón de aquellos de sus discípulos que había escogido por Apóstoles. Sabía que aún no comprendían todo lo que debían comprender y que también eran tardos en el entendimiento de su predicación.

Aquello que Jesús está predicando es esencial para el pueblo judío. El que fuera escogido por Dios para transmitir su Palabra había llegado a la conclusión de que existían muchos alimentos, muchas realidades externas al ser humano que podían contaminar su fe.

Sin embargo, Jesús sabe perfectamente de dónde sale aquello que el hombre hace: del corazón. Por eso no ha de importar tanto lo que venga del mundo sino lo que el ser humano pueda hacer con eso que viene del mundo. Y es que, en realidad, es del corazón de donde el hombre actúa.



JESÚS, ayúdanos a tener un corazón limpio, manso, jovial y puro.

Eleuterio Fernández Guzmán

11 de febrero de 2019

Tener siempre en cuenta lo que dice María

Jn 2, 1-11

“1 Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. 2 Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. 3 Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: ‘No tienen vino’. 4 Jesús le responde: ‘¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora’. 5 Dice su madre a los sirvientes: ‘Haced lo que él os diga’. 6 Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. 7 Les dice Jesús: ‘Llenad las tinajas de agua’. Y las llenaron hasta arriba. 8 ‘Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala’. Ellos lo llevaron. 9 Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio 10 y le dice: ‘Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora’. 11 Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos.”


COMENTARIO

Ciertamente, las palabras del Hijo de Dios al respecto de su Madre, María, pueden parecer duras. Podría pensarse que la desprecia cuando, en realidad, es todo lo contrario. Y que Jesucristo saber que aún no ha llegado la hora de mostrar que es el Enviado de Dios. Sin embargo, no puede no hacer caso a quien lo ha traído al mundo y, en fin, consigue que el agua se transforme en vino. Tampoco nos extraña nada que San Juan certifique, por así decirlo, aquel milagro como el que dio comienzo a las señales que mostraría que el Maestro al que seguían era el Hijo de Dios.


JESÚS,  gracias por seguir las indicaciones de tu Madre que, no obstante, es la de Dios.

Eleuterio Fernández Guzmán

10 de febrero de 2019

Reconocer que somos pecadores




Lc 5, 1-11

“Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: 'Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.' Simón le respondió: 'Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes.' Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse.  Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto  las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: 'Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.' Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: 'No temas. Desde ahora serás pescador de hombres.' Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.”

COMENTARIO

Sólo cuando reconocemos a Cristo, que interviene en nuestras vidas de la manera que sea, hacemos caso a lo que quiere para nosotros que es, siempre, lo mejor. Y eso es lo que le pasa a Pedro, aquel hombre que confió en Jesucristo. Reconoce Cefas que es un pecador porque no se ha dado cuenta de que es el Hijo de Dios quien les ha dicho que echen las redes en otro sitio.

El caso es que Jesucristo estaba enseñando a los pescadores y a todo aquel que quisiera acercarse porque había ansia de conocer la Verdad y la Palabra de Dios. Y eso  hacía el Maestro: cumplir con su misión.


JESÚS, gracias por cumplir siempre con la misión encomendada por Dios.


Eleuterio Fernández Guzmán