16 de abril de 2011

Buscando a Jesús para nada bueno

Jn 11,45-56

En aquel tiempo, muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en Él. Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: ‘¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. Si le dejamos que siga así, todos creerán en Él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación’. Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: ‘Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación’. Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación —y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos—. Desde este día, decidieron darle muerte.
Por eso Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraim, y allí residía con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos del país habían subido a Jerusalén, antes de la Pascua para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros estando en el Templo: ‘¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?’. Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que, si alguno sabía dónde estaba, lo notificara para detenerle.



COMENTARIO


Había muchos de los contemporáneos de Jesús que no estaban a favor lo que decía y, por eso mismo, lo buscaban para acusarlo de lo que fuera ante las autoridades de su época. Eran, por así decirlo, seguidores para lo malo.


Y Jesús muere, en efecto, como dijera Caifás, por todo un pueblo. Y lo hace porque era conocedor de la misión que había venido a desempeñar de parte del Padre. Nos salvó muriendo de muerte de cruz.


Cuando aquellos que buscan a Cristo hacen lo que hacen son víctimas de sus propios egoísmos y atraídos mucho por lo material y poco por lo espiritual, sólo quieren ver satisfecho su gusto personal por el mundo aunque eso suponga alejarse de Dios.



JESUS, entregándote a la muerte, y muerte de cruz, hiciste el mayor bien que nadie haya hecho por el hombre. Aquellos que te perseguían creían que hacían el bien e, incluso equivocándose, acertaron.



Eleuterio Fernández Guzmán

15 de abril de 2011

Contra Cristo y contra Dios

Jn 10,31-42

En aquel tiempo, los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. Jesús les dijo: ‘Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?’. Le respondieron los judíos: ‘No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios’. Jesús les respondió: ‘¿No está escrito en vuestra Ley: ‘Yo he dicho: dioses sois’? Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios —y no puede fallar la Escritura— a aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: ‘Yo soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre’. Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado antes bautizando, y se quedó allí. Muchos fueron donde Él y decían: ‘Juan no realizó ninguna señal, pero todo lo que dijo Juan de éste, era verdad’. Y muchos allí creyeron en Él.


COMENTARIO

Jesús debía estar muy dolido cuando les dice que escojan entre las cosas que hacía que venían de Dios para apedrearlo. Él hacía lo bueno y mejor y ellos querían, sin embargo, echárselo en cara.

Con lo que hacía el Hijo de Dios demostraba, por lo extraordinarias que eran y que nadie, antes, había podido hacer, que era el Enviado del Padre, el Mesías, el que todos estaban esperando. Sin embargo, había habido un testigo a tener en cuenta: Juan el Bautista.


Muchos escucharon lo que decía en el Jordán, predicando y anunciando a Quien tenía que venir y aquellos que lo escucharon se dieron cuenta que lo que decía se cumplía en Jesús. Creyeron y, por eso mismo, se convirtieron en discípulos suyos.


JESÚS, por más que les dijeras Quien eras y por más que demostraras, con hechos, que eras el Enviado de Dios y que tú estabas en el Padre y el Padre en ti, no te creían. Sin duda les faltaba la fe que a nosotros, cuando nos alejamos de Dios, nos falta y olvidamos aunque no necesitamos señales ni obras para creer que eres Dios hecho hombre.

Eleuterio Fernández Guzmán

14 de abril de 2011

Cristo es Dios

Jn 8,51-59

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: ‘En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás’. Le dijeron los judíos: ‘Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: ‘Si alguno guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás’. ¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?’. Jesús respondió: ‘Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís: ‘Él es nuestro Dios’, y sin embargo no le conocéis, yo sí que le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros. Pero yo le conozco, y guardo su Palabra. Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi día; lo vio y se alegró». Entonces los judíos le dijeron: ‘¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham?’. Jesús les respondió: ‘En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy’. Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo.

COMENTARIO

El mensaje de Jesús era bastante claro: guardar Su Palabra que era lo mismo que decir que había que llevar a cabo, en sus/nuestras vidas, lo que la Ley de Dios establece como bueno y huir de lo que dice que es malo o no está de acuerdo con ella.


Bien dice Cristo que no es a Él a quien se debe la gloria sino a Dios mismo porque viene del Padre y hace lo que hace de acuerdo a lo indicado por el Creador. Por lo tanto, estar de acuerdo con lo dicho por Jesús es estarlo con Quien lo envío.


Jesús existe desde antes de todo. Ya lo dice San Juan en su evangelio: “En un principio… la Palabra estaba frente a Dios”. Por lo tanto no tenemos que hacer como hicieron aquellos (coger piedras para tirárselas) sino, muy al contrario, amar lo que Jesús hizo y llevarlo a nuestra vida.



JESÚS, eres Dios hecho hombre. Por eso mucho, que querían otra especie de Dios, batallador y sanguinario, no te querían y pretendían matarte. Nosotros, sin embargo, sabemos Quién eres y, por eso mismo, te seguimos con gozo y esperanza en la vida eterna.



Eleuterio Fernández Guzmán

13 de abril de 2011

No aceptar a Cristo

Jun 8,31-42

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos que habían creído en Él: ‘Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres’ Ellos le respondieron: ‘Nosotros somos descendencia de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?’ Jesús les respondió: ‘En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para siempre; mientras el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres. Ya sé que sois descendencia de Abraham; pero tratáis de matarme, porque mi Palabra no prende en vosotros. Yo hablo lo que he visto donde mi Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído donde vuestro padre’.

Ellos le respondieron: ‘Nuestro padre es Abraham’. Jesús les dice: ‘Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham. Pero tratáis de matarme, a mí que os he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre’. Ellos le dijeron: ‘Nosotros no hemos nacido de la prostitución; no tenemos más padre que a Dios’. Jesús les respondió: ‘Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que Él me ha enviado’.



COMENTARIO

Verdaderamente aquellos que, viendo a Jesús, no eran capaces de reconocer que era el Hijo de Dios, no estaban por la labor de aceptarlo como el Mesías. Ni entendían a Abraham ni, por lo tanto, que el padre de la fe hubiera vivido, con gozo, aquellos días de presencia del Enviado de Dios.


Es bien cierto que la presencia de Jesús causaba problemas a los que esperaban un Mesías guerrero y vengador, a todos los que querían seguir manteniendo su posición social y a los que, en definitiva, no querían que nada cambiase.


Jesús, sin embargo, les dice la verdad: Él es el Hijo de Dios y, por eso mismo, escucharlo y aceptarlo a Él era como aceptar al Padre Creador. Al contrario, de no hacerlo era seguir manteniendo una situación que, en verdad, poco tenía de fiel a Dios.



JESÚS, Tú eres el Hijo de Dios y Dios hecho hombre. Ambas realidades, con ser la misma, no eran aceptadas por aquellos que te escuchaban. Ellos querían un Mesías distinto a como tú eras (compasivo y misericordioso) y, por eso trataban de matarte. Nosotros no queremos hacer lo mismo en nuestro corazón y queremos ser fieles a Dios y a Su enviado.


Eleuterio Fernández Guzmán

12 de abril de 2011

Ir tras Cristo

Jn 8,21-30

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: ‘Yo me voy y vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. Adonde yo voy, vosotros no podéis ir’ Los judíos se decían: ‘¿Es que se va a suicidar, pues dice: ‘Adonde yo voy, vosotros no podéis ir’?’. El les decía: ‘Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en nuestros pecados’.

Entonces le decían: ‘¿Quién eres tú?’. Jesús les respondió: ‘Desde el principio, lo que os estoy diciendo. Mucho podría hablar de vosotros y juzgar, pero el que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a Él es lo que hablo al mundo’. No comprendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: ‘Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él’. Al hablar así, muchos creyeron en Él.


COMENTARIO

Jesús decía las cosas para que se le entendiese perfectamente. No se andaba con medias tintas porque no había venido para marear la perdiz. O se le seguía o se moriría para siempre porque dijo, muchas veces, Quién era.


Por mucho que les diga, que les había dicho hasta entonces, parece que no creen en Él y que, en realidad, le tienen por un hombre más de entre ellos y, como mucho, como un maestro más de los que en aquel entonces predicaban.


Jesús no les habla, como Él mismo dice, según lo que le conviene sino, en todo caso, lo que dice Dios que debe decir. En realidad eso era así porque era el Creador mismo hecho hombre. Sin embargo, muchos no le creen aunque otros, sabiendo lo que hacía, lo tuvieron, en efecto, por Quien decía ser.



JESÚS, querías que comprendiesen, que comprendiéramos, que eras el Hijo de Dios y que, por eso mismo, tenían que tener confianza en Ti, creer en lo que les decías y, así, actuar en consecuencia. Sin embargo, ni muchos de entonces te creyeron ni muchos de ahora mismo están por la labor de decir que eres el Mesías, el Enviado de Dios, el que tenía que venir.





Eleuterio Fernández Guzmán

11 de abril de 2011

No pecar más

Jn 8,1-11

En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.

Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: ‘Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?’. Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: ‘Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra’. E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.


Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: ‘Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?’. Ella respondió: ‘Nadie, Señor’. Jesús le dijo: ‘Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más’.


COMENTARIO

A pesar de saber lo que iba a suceder, o a lo mejor por eso mismo, Jesús sigue cumpliendo la misión para la que fue enviado. Vino para que se cumpliese la Ley de Dios que era, sobre todo, la del Amor y la de la Misericordia.


Aquella mujer, sorprendida en adulterio, iba a ser sometida al imperio de la ley torcida, la del hombre que no entendía el valor del perdón y, sobre todo, la que mira el pecado en el prójimo pero no distingue el suyo propio.


Jesús dice algo que muchas veces se omite: “Vete y no peques mas”. Dios perdona pero, lógicamente, no ha querer que sus hijos pequen o se comporten de forma contraria a Su divina Ley. Perdona pero, claro, prefiere que no pequemos.



JESÚS, aquella mujer estaba en una situación delicada. Tú sabías, sin embargo, que los que la acusaban también eran pecadores porque, de una manera o de otra, todos pecamos contra Dios y, también, en contra del prójimo. Pero perdonaste diciéndole que no pecase más. Y eso deberíamos tenerlo en cuenta en nuestra propia vida.



Eleuterio Fernández Guzmán

10 de abril de 2011

El Amor de Dios

Jn 11,1-45

En aquel tiempo, había un cierto enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo.

Las hermanas enviaron a decir a Jesús: ‘Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo’. Al oírlo Jesús, dijo: ‘Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella’. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba.

Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: ‘Volvamos de nuevo a Judea’. Le dicen los discípulos: ‘Rabbí, con que hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y vuelves allí?’. Jesús respondió: ‘¿No son doce las horas del día? Si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si uno anda de noche, tropieza, porque no está la luz en él’. Dijo esto y añadió: ‘Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarle’. Le dijeron sus discípulos: ‘Señor, si duerme, se curará’. Jesús lo había dicho de su muerte, pero ellos creyeron que hablaba del descanso del sueño. Entonces Jesús les dijo abiertamente: ‘Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Pero vayamos donde él’. Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: ‘Vayamos también nosotros a morir con Él’.

Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios, y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano. Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa. Dijo Marta a Jesús: ‘Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá’. Le dice Jesús: ‘Tu hermano resucitará’. Le respondió Marta: ‘Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día’. Jesús le respondió: ‘Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?’. Le dice ella: ‘Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo’.

Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: ‘El Maestro está ahí y te llama’. Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rápidamente, y se fue donde Él. Jesús todavía no había llegado al pueblo; sino que seguía en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con María en casa consolándola, al ver que se levantaba rápidamente y salía, la siguieron pensando que iba al sepulcro para llorar allí. Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: ‘Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto’. Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó y dijo: ‘¿Dónde lo habéis puesto?’. Le responden: ‘Señor, ven y lo verás’. Jesús se echó a llorar. Los judíos entonces decían: ‘Mirad cómo le quería’. Pero algunos de ellos dijeron: ‘Este, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?’.

Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra. Dice Jesús: ‘Quitad la piedra’. Le responde Marta, la hermana del muerto: ‘Señor, ya huele; es el cuarto día’. Le dice Jesús: ‘¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?’. Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: ‘Padre, te doy gracias por haberme escuchado. Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado’. Dicho esto, gritó con fuerte voz: ‘¡Lázaro, sal fuera!’. Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: ‘Desatadlo y dejadle andar’.

Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en Él.




COMENTARIO


A Jesús no le preocupaba que lo persiguiesen porque sabía de sobra cuál iba a ser su destino definitivo. No deja de hacer lo que tenía encomendado hacer por eso sino que, al contrario, afronta su vida con valentía y con esperanza en Dios.


Lázaro era amigo de Jesús seguramente desde su infancia. Muchas veces habría jugado con él y con Marta y María. Por eso lloró cuando se encontró con su amigo enterrado y pidió a Dios que demostrara que Él lo había enviado.


Todos creyeron cuando vieron el prodigio que hizo Jesús. Necesitaba signos para creer porque para su mentalidad materialista sólo era de tal forma. Sin embargo, Marta creía en la persona del Mesías y sabía que, en efecto, podría hacer lo que hizo.




JESÚS, muchas veces tenías que demostrar que eras el Hijo de Dios con algún prodigio que hiciera entender a los que te veían que, en efecto, lo eras. A nosotros nos basta con saber que eres el Mesías y que, cuando sea el momento, volverás a nosotros en su segunda venida. Con eso nos basta.



Eleuterio Fernández Guzmán