10 de octubre de 2014

Vencer al Mal con Cristo




Viernes XXVII del tiempo ordinario

Lc 11,15-26


“En aquel tiempo, después de que Jesús hubo expulsado un demonio, algunos dijeron: ‘Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios». Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo. 

Pero Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: ‘Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?, porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios.
‘Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos. El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama. Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo; y, al no encontrarlo, dice: ‘Me volveré a mi casa, de donde salí’. Y al llegar la encuentra barrida y en orden. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio’”.


COMENTARIO

Los que perseguían a Jesús encontraban, en cada uno de sus gestos, oportunidad para criticarlo y ponerlo mal ante aquellos que le escuchaban o veían lo que había. Y el caso de los endemoniados les venía muy bien para tal menester.

Jesús, sin embargo, sabe cómo hacerles frente. Si otras personas expulsan demonios ¿lo harán por orden de Satanás? Pues Él, que hace eso, tampoco puede hacerlo por tal mandato sino, exclusivamente, por misión de Dios dada.

Jesús nos recomienda estar preparados para que, cuando venga el Maligno, no encuentre posibilidad de acechar nuestro corazón y vencerlo. Oración, pues… y, además, confianza en Dios que siempre nos auxilia en tal tipo de situación.



JESÚS, ayúdanos a vencer las asechanzas del Mal.

Eleuterio Fernández Guzmán


8 de octubre de 2014

Padre nuestro; Dios nuestro





Miércoles XXVII del tiempo ordinario
Lc 11,1-4

“Sucedió que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: ‘Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos’. Él les dijo: ‘Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación’”.
COMENTARIO


Los apóstoles quieren orar. Bueno, lo que querían era orar como veían que lo hacía Jesús. Debían verlo tan concentrado en la oración que ellos no querían hacer menos que Él. Y por eso le piden que les enseñe a orar.

Jesús lo hace a su modo y manera: les enseña una oración sencilla. El caso es que tal oración es para dirigirse directamente a Dios, Padre de Cristo y Padre nuestro. Con la misma espera que comprendan que hablar con el Todopoderoso no es cosa imposible.

Esta oración que les enseña Jesús tiene todo lo que ha de tener una que sea agradable a los oídos del Padre: se le pide cosas que son intrínsecamente buenas para el hombre y, por eso mismo, es escuchada con gozo por el Creador. Y en cada una de las peticiones está puesto el corazón de Cristo… además.





JESÚS, nos enseñas una oración sencilla pero, a la vez, profunda. Ayúdanos a tenerla siempre presente en nuestra vida.

Eleuterio Fernández Guzmán


7 de octubre de 2014

Ser Marta y ser María


 Martes XXVII del tiempo ordinario
Lc 10,38-42

“En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: ‘Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude’. Le respondió el Señor: ‘Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada’”.


COMENTARIO


Los ejemplos que nos pone el evangelio de hoy, los de las amigas de Jesús y hermanas de Lázaro, son buenos porque nos ponen sobre la mesa dos actitudes distintas que podemos ofrecer ante Dios mismo y ante su Hijo Jesucristo.

Podemos ser Marta o María porque, es bien cierto que podemos optar por la actitud de ayuda a los demás, al estilo de Marta o tener en cuenta, más, en nuestra vida, la fe y lo espiritual.

En realidad debemos ser, a la vez, Marta y María. Así, por un lado, optamos por ser las manos de quienes las necesiten y, de paso, no olvidamos que lo hacemos por fe y por querer al prójimo como a nosotros mismos. Y tal ha de ser nuestra forma de actuar: ser Marta y María.




JESÚS, ayúdanos a tenerte en cuenta en nuestra vida sin olvidar, para nada, las necesidades del prójimo.

Eleuterio Fernández Guzmán


6 de octubre de 2014

Ser buenos con el prójimo




                                                     Lunes XXVII del tiempo ordinario



Lc 10,25-37

"En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: 'Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?'. Él le dijo: '¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?'. Respondió: 'Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo'. Díjole entonces: 'Bien has respondido. Haz eso y vivirás'.

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: 'Y ¿quién es mi prójimo?'. Jesús respondió: 'Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?'. Él dijo: 'El que practicó la misericordia con él'. Díjole Jesús: 'Vete y haz tú lo mismo'".

COMENTARIO

La pregunta que le hacen a Jesús tiene su cosa. En primer lugar, quería decir que la persona que se la hacía quería alcanzar la vida eterna. Y eso es, ya, un gran avance al respecto de aquellos que no quieren saber nada de Dios. Pero, además, esperan respuesta de Quien creen puede responder a tan importante pregunta.

Jesús no puede dejar pasar la ocasión para enseñar. Y la parábola del buen samaritano dice mucho acerca de qué es lo que hay que hacer para alcanzar la  ida eterna pues el amor a Dios se da por entendido. ¿Y al prójimo?

Pero Cristo no deja ahí la parábola. Ha de hacer que aquella persona, y las demás que allí pudieran estar, aprendiesen algo muy importante: amar al prójimo quiere decir echarle una mano cuando la necesite y, en fin, ayudar a quien se encuentre en mala situación. Y, además le dice que haga él lo mismo...

JESÚS,  quieres que amemos a nuestros prójimos porque tal expresión lo es de ser buen discípulo tuyo. Ayúdanos no caer en la tentación contraria. 

Eleuterio Fernández Guzmán