26 de febrero de 2011

Ser como niños



Mc 10,13-16

“En aquel tiempo, algunos presentaban a Jesús unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él». Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos”.


COMENTARIO

En la época de Jesús tanto a las mujeres como a los niños se les tenía poca consideración. Jesús, que había venido para consolar a los tristes o apartados de la sociedad los tenía, al contrario, como personas a tener en cuenta.

Los niños eran un caso muy especial. En ellos no concurría la malicia que suele darse en la edad adulta. Amaban con un amor sin límite y se sabían dependientes de las personas que los tenían a su cargo.

Jesús dice “el que no reciba el Reino de Dios como niño” porque sabía que lo recibían con alegría y aceptación de lo que suponía saberse hijo de Dios. No regateaban el amor de forma egoísta. Por eso Jesucristo los pone como ejemplo no de lo que mal puedan hacer, cosa propia de la edad, sino por lo que de espiritual había en sus corazones: pureza.




JESÚS, amas a los niños porque sabes que ellos quieren sin medida y su entrega, como sus acciones, es total. Las personas que son adultas tienen, muchas veces, prevenciones para amar porque su corazón se ha podido petrificar y quedado en un estado de falta de misericordia. Eso no le pasa al niño y por eso lo amas con un amor tan noble y tan limpio. Y así quieres que seamos nosotros.





Eleuterio Fernández Guzmán

25 de febrero de 2011

La Ley de Dios es Ley de Dios


Mc 10,1-12

En aquel tiempo, Jesús, levantándose de allí, va a la región de Judea, y al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente donde Él y, como acostumbraba, les enseñaba. Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: ‘¿Puede el marido repudiar a la mujer?’. Él les respondió: ‘¿Qué os prescribió Moisés?’. Ellos le dijeron: ‘Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla’. Jesús les dijo:’Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, El los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre’.
Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: ‘Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio’”.

COMENTARIO

El comportamiento ordinario de Jesús era el de Maestro. Así, enseñaba a aquellos que le seguían porque quería instruirlos en la Ley de Dios que traba de perfeccionar. Era, por eso, una buena costumbre.

El corazón de piedra era una de las realidades espirituales que Jesús había venido a cambiar por otro de carne porque era, éste, misericordioso y perdonador de las ofensas ajenas y no duro e impertérrito ante las necesidades del prójimo. Y el caso del divorcio era un de los temas que más preocupaba a sus discípulos.

Dios había establecido la unión entre hombre y mujer con nuestros primeros Padres Adán y Eva. Eso no podía ser separado porque el celebrante había sido el mismo creador. Fue, precisamente, por la dureza del corazón de sus hijos, por lo que Moisés estableció el acta de divorcio. Pero en el principio no era así y eso enseña Jesús. Y el principio era el estado perfecto para el hombre.



JESÚS, querías que el corazón de tus discípulos estuviera libre de las asechanzas del Mal que procura una dureza muy alejada de las entrañas de misericordia de tu Padre. Tú siempre vas más allá de nuestra visión de hombres y ahondas en la Verdad para que la Verdad sea, para nosotros, la única Verdad por la que nos conduzcamos.





Eleuterio Fernández Guzmán

24 de febrero de 2011

Lo que vale la pena


Mc 9,41-50

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa. Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga; pues todos han de ser salados con fuego. Buena es la sal; mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros y tened paz unos con otros’”.

COMENTARIO

Los discípulos que iba sumando Jesucristo en su caminar necesitaban conocer cuál debía ser su actitud en la vida y, exactamente, qué debían hacer ante lo que les pasa. Y conocer, al menos, lo más elemental de una existencia junto al Maestro.

Reconocer el bien en Jesucristo y en los que le siguen tiene recompensa; echar a perder a un persona indicándole el camino equivocado o llevándola, directamente, al mal, es castigado por no cumplir la voluntad de Dios.

Lo que vale la pena es seguir lo que indica Jesucristo que hay que seguir y llevar una vida acorde con la voluntad de Quien envió a Su Hijo para que se cumpliese la Ley del Creador. Otra cosa es alejarse del Padre y no hacer lo que nos conviene. Así lo que vale la pena es saber qué hemos de hacer y qué hemos de ser. Jesús bien que lo sabe y bien que lo dice muchas veces.



JESÚS,  buscabas que se comprendiese qué era lo bueno y qué era lo malo para nosotros. Cumplir la Ley de Dios, darle perfección, era eso: ver a tus hermanos por el camino recto que lleva al definitivo reino de Dios. Cuéntanos entre los que queremos ser fieles y no colaborar con el Maligno en nada.





Eleuterio Fernández Guzmán

23 de febrero de 2011

Ser, en verdad, discípulo de Cristo



Mc 9,38-40

“En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: ‘Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros’. Pero Jesús dijo: ‘No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros’”.

COMENTARIO

En su tiempo también había discípulos de Cristo que querían, digamos, la “exclusiva” en la defensa de la fe. Actuaban, por decirlo así, de forma en exceso proteccionista de lo que creían y se sentían en al derecho de reprobar que otros hicieran lo mismo.

A Jesucristo no gusta tal actitud porque supone, en primer lugar, una que lo es egoísta y, en segundo lugar, el plantear una imposibilidad en la transmisión de la fe y de la doctrina del hijo de Dios.

Si en las bienaventuranzas en un momento determinado dice Jesús que son bienaventurados aquellos que se sientan perseguidos por causa de su nombre este caso es, digamos, el reverso de la moneda espiritual: los que invoquen su nombre para curar o, en general, hacer algo bueno, no pueden ser enemigos suyo sino, al contrario, discípulos, además, aventajados porque saben lo que hace y en nombre de quien lo hacen.



JESÚS, tu quieres que el reino de Dios, tú mismo, se expanda y llegue a todos los corazones de los hijos de tu Padre. No limitas, por eso mismo, la acción de los que creen en tu persona y en tu doctrina. Por eso estar contigo es hacer lo que tú haces y estar contra ti llevar una vida apartada del Evangelio y de ti.





Eleuterio Fernández Guzmán

Tú eres Pedro


Mt 16,13-19

“En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: ‘¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?’. Ellos dijeron: ‘Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas’. Díceles Él: ’Y vosotros, ¿quién decís que soy yo’. Simón Pedro contestó: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo’.

Replicando Jesús le dijo: ‘Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos’”.


COMENTARIO

Jesús tenía que escoger, entre los doce que había extraído del pueblo elegido, a uno de ellos que fuera el que llevara a cabo una misión muy importante. Escogió a Cefas y le cambió el nombre: Pedro, señal de que tenía algo muy importante que encomendarle.

Respondió aquel que luego le traicionara con gran verdad. Era, Jesús, el “Hijo de Dios vivo”.  Se lo había dicho es Espíritu a través de las mociones que supo escuchar. Fue solícito a lo indicado por la tercera persona de la Santísima Trinidad.

Entregó las llaves de la Iglesia a Pedro para que pudiera dirigir a la misma por los caminos del mundo. Lo hizo el primero entre iguales para que atara y desatara a sabiendas que actuaba en nombre de Cristo y que lo hecho prevalecería en el definitivo reino de Dios.



JESÚS,  pudiste escoger a otra persona pero, a sabiendas de lo que luego sucedería, lo hiciste con Cefas, aquella piedra sobre la que ibas a edificar tu Iglesia, la católica, universal. Lo llamaste “bienaventurado” porque había sabido escuchar al Espíritu Santo y fue dócil a aquella llamada. Así esperamos que nos sirva de ejemplo para nuestro comportamiento ordinario.





Eleuterio Fernández Guzmán

21 de febrero de 2011

Tenemos poca fe




Mc 9,14-29

“En aquel tiempo, Jesús bajó de la montaña y, al llegar donde los discípulos, vio a mucha gente que les rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos. Toda la gente, al verle, quedó sorprendida y corrieron a saludarle. Él les preguntó: ‘¿De qué discutís con ellos?’. Uno de entre la gente le respondió: ¡Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar de dientes y lo deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido’. 

Él les responde: ‘¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo!’. Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos. Entonces Él preguntó a su padre: ‘¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?’. Le dijo: ‘Desde niño’. Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros». Jesús le dijo: ’Qué es eso de si puedes! ‘Todo es posible para quien cree!’. Al instante, gritó el padre del muchacho: ’¡Creo, ayuda a mi poca fe!’. 

Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole: ‘Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más en él’. Y el espíritu salió dando gritos y agitándole con violencia. El muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían que había muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso en pie. Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus discípulos: ‘¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?’. Les dijo: ‘Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración’.

COMENTARIO

A Jesús le gustaba mucho apartarse a orar a la montaña porque estaba con Dios de una forma más perfecta. Dice, al final del episodio que sólo “puede ser arrojada” tal clase de demonio “con la oración”. Y así hace el Hijo de Dios.

Les dice a aquellos que le escuchan que tienen poca fe o mejor, que no creen nada. No han podido, los discípulos, expulsar aquel demonio, porque, precisamente, no tenían fe que es un presupuesto esencial que en Jesús suele coincidir para llevar a cabo un hecho extraordinario. “Todo es posible para q uien cree” dice el Maestro... para quien cree.

Ciertamente nos falta la fe y nuestra creencia, como dice Pablo, la llevamos en vasijas de barro que se rompen con facilidad a la más mínima asechanza del Maligno. Y, también, nos falta oración, cercanía con Dios, acercarse al Padre al que implorarle perdón por nuestra humana y voluntaria lejanía.



JESÚS, no podías evitar que a aquellos que te escuchaban les faltase la fe porque se comportaban, exclusivamente, con la parte material de su vida. No entendían de dónde viene el milagro que no es de otro lugar espiritual que de la oración y el estar muy cerca de tu Padre. Nosotros también queremos esa cercanía pero, a veces, a lo mejor no nos conviene, por egoísmo, como seres humanos.




Eleuterio Fernández Guzmán

20 de febrero de 2011

La exacta voluntad de Dios


Mt 5,38-48

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda.


‘Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial”.


COMENTARIO

La doctrina que Cristo vino a traer al mundo era, exactamente, la Ley de Dios perfecta o, lo que es lo mismo, lo que el Creador quiere para nosotros. Difícil de cumplir porque no resulta siempre fácil hacer lo que un padre quiere.

La venganza, en cualquiera de sus formas, no es del agrado de Dios que prefiere el perdón y la misericordia. Por eso se pide poner la otra mejilla cuando te abofetean la otra y ayudar a quien lo necesita. Vengarse es alejarse, mucho, de Dios.

El amor es, sobre todo, la suprema ley del reino de Dios. Así, la caridad, se ha tener, sobre todo, con el prójimo no demasiado próximo (la familia) porque, de hacerlo sólo y en exclusiva así, poco mérito tendremos. Amor se ha escribir, por eso mismo, con mayúscula y no con el egoísmo de la letra pequeña que puede ser grande.



JESÚS, prefieres el amor al odio y la ayuda y entrega al egoísmo. Tal es la voluntad de Abbá, Padre tuyo y nuestro. Nosotros, en demasiadas ocasiones, preferimos el odio y la avaricia y el egoísmo porque nuestra naturaleza nos lleva, así, por camino equivocado hacia el definitivo reino de Dios.


Eleuterio Fernández Guzmán