25 de mayo de 2019

Serie El rincón del hermano Rafael – Encontrar un tesoro así










“Yo no sé rezar, no sé lo que es ser bueno…, no tengo espíritu religioso, pues estoy lleno de mundo… Sólo sé una cosa, una cosa que llena mi alma de alegría, a pesar de verme tan pobre en virtudes y tan rico en miserias…, sólo sé que tengo un tesoro que por nada ni por nadie cambiaría…, ¡mi cruz…, la Cruz de Jesús! …, esa Cruz que es mi único descanso…, ¡cómo explicarlo!… Quien esto no haya sentido, ni remotamente podrá sospechar lo que es.” (“Saber esperar”, punto 306)

Palabras como éstas dicen mucho de quien las dice:

mundo,
rezar sin saber,
alegría,
virtudes que no se tienen,
miserias que sí se tienen,
y, por fin:
Cruz de Cristo.

El hermano Rafael, que se conoce muy bien a sí mismo y, lo debemos decir, también conoce muy bien a sus hermanos los hombres, sabe a ciencia y corazón ciertos la verdad de lo que pasa por su alma.
Por una parte, sabe que es un hombre de mundo. Y no entendamos esto como que está en el mismo y sigue todo lo que sigue el mismo. No. Quiere decir que es mundano. Y lo dice en desdoro de sí mismo porque eso supone que su mundanidad lo aleja de Dios.
¡Eso lo dice quien, entonces, en su propio tiempo, tenía fama de santidad! ¡Podemos imaginar lo que podemos decir nosotros mismos de nuestra vida!
Pero, por otra parte, sabe a qué atenerse. Es algo más que conocido pero que, en demasiadas ocasiones, tenemos por realidad espiritual de poca importancia cuando es lo más importante que tenemos los discípulos de Cristo: la Cruz, Su Cruz.
En la Cruz se apoya San Rafael Arnáiz Barón porque reconoce en ella mucho más que un símbolo. Y es que en la Cruz de su hermano, Hijo de Dios y Dios mismo hecho hombre, el consuelo, en ella encuentra. Y es en ella donde puede llorar, ante ella, porque sabe que sus lágrimas son de verdad y no fingen nada que no pase por su corazón.
El hermano Rafael dice que no sabe ser bueno. Sin embargo, algo debe ser cuando se centra en la Cruz de Cristo para ser mejor. Con ella, por tanto, nada malo se aprende y sí todo lo bueno se recibe de parte de Dios. Y San Rafael Arnáiz Barón, que mucho ansiaba su propia salvación eterna, sabía que la Cruz era, por eso mismo, el camino más directo hacia el Cielo, hacia el definitivo Reino de Dios.


Eleuterio Fernández Guzmán

Un honor ser odiados por Cristo



Jn 15, 18-21
"18 'Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. 19 Su fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. 20 Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán. 21 Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.'"

COMENTARIO

El Hijo de Dios, como es Dios mismo hecho hombre, todo lo sabe en cuanto que es Dios. Por eso habla de aquello que ha de pasar. Y lo hace a sabiendas de que lo conoce. Por eso nos avisa acerca de lo que puede pasarnos en cuanto discípulos suyos.

Que seremos perseguidos es algo que se ha visto a lo largo de la historia del cristianismo. Y es que se cumple perfectamente eso de que no podemos ser más que el Maestro y, en cuanto a persecución, menos.

En realidad, Jesucristo sabe más que bien las, digamos, razones, de los perseguidores: no lo conocen a Él y, por tanto, tampoco conocen a Dios mismo que lo ha enviado al mundo. Y odia sin saber.


JESÚS, gracias por no ser del mundo

Eleuterio Fernández Guzmán




24 de mayo de 2019

Un nuevo Mandamiento

Jn 15, 12-17
"'12 Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15 No  Os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. 16 No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. 17 Lo que os mando es que os améis los unos a los otros'".

COMENTARIO
Pudiera parecer imposible que después de que Dios entregara a Moisés los Diez Mandamientos algo nuevo pudiera decirse a tal respecto o, lo que es lo mismo, que alguno nuevo pudiera ponerse sobre la Mesa. Dios, sin embargo, tenía una sorpresa en boca de su Hijo.
Lo que nos dice Jesucristo, en el fondo, no es nada nuevo. Y es que los Mandamientos, más que conocidos por todo el pueblo judío, tienen un destino bien claro y que tiene que todo que ver con el Amor: de Dios por su criatura humana; de la criatura humana entre sí.
Jesucristo es bien claro: hemos sido elegidos por Él. Y, por eso mismo, debemos seguir lo que llama nuevo mandamiento: el Amor, amarse unos a otros como amó a los suyos y al prójimo él mismo. Y tal es el tan importante mensaje y consejo que nos muestra el Hijo de Dios.

JESÚS, gracias por amarnos tanto.


Eleuterio Fernández Guzmán

23 de mayo de 2019

Permanecer en Jesucristo

Jn 15, 9-11

9 “’Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. 10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Os he dicho esto, para que mi gozo es´t en vosotros, y vuestro sea colmado.’”

COMENTARIO
Como no puede ser de otra manera, el Hijo se ve en la obligación (tal es su misión) de resaltar lo que es importante que conozcan sus hermanos los hombres, aquellos que les ha entregado el Padre para que nadie se pierda.

En muchas ocasiones se ve en la obligación, como decimos, de dar conocer que no basta, digamos, con conocer a Jesucristo sino que debemos hacer algo más: permanecer en Él.

Cuando permanecemos en el Hijo de Dios lo hacemos también en el Padre. Y esto, que es difícil de comprender para nosotros es bien sencillo de parte de Dios Todopoderoso: si aceptamos a su Hijo como enviado Suyo y hacemos lo que nos dice… entonces la Palabra de Dios permanece en nosotros y nosotros en ella.

JESÚS, gracias por no abandonarnos nunca.


Eleuterio Fernández Guzmán

22 de mayo de 2019

Vid y sarmientos

Jn 15, 1-8
"1 'Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. 2 Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. 3 Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. 4 Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. 6 Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. 8 La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.'"
COMENTARIO

No podemos negar que el Hijo de Dios, en este texto del Evangelio de San Juan, quiere que entendamos el mensaje que en él se contiene. Y es que no es de poca importancia sino, al contrario, de mucha y más que mucha porque tiene que ver con nuestra vida eterna.
Sí. Cuando Jesucristo dice una y otra vez que debemos permanecer en Él no está haciendo uso del lenguaje para decir algo extraño. No. Nos está diciendo que lo tenemos que tener en cuenta en nuestra vida y, en fin, en todo lo que llevemos a cabo.
El caso es que, permaneciendo en el Hijo de Dios hacemos lo propio con Dios mismo. Por eso insiste tanto Jesucristo en decir que sí, que debemos permanecer en Él. Y, es más, quien no permanece en Él es arrojado fuera, digamos, al Infierno. Y no se trata de palabras duras, aunque lo sean, sino de la simple y estricta verdad.

JESÚS, gracias por ser la Vid.


Eleuterio Fernández Guzmán

21 de mayo de 2019

La Paz de Dios

Jn, 14, 27-31a

27 ‘Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. 28 Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a vosotros. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre de más grande que yo. 29 Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. 30 Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; 31 pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado.’”

COMENTARIO

Lo que dice el Hijo de Dios en este texto del Evangelio de San Juan tiene una importancia más que destacable porque nos muestra que las cosas no son como a veces creemos que son. Y es que, en verdad, la Paz que da Jesucristo no es la del mundo sino, precisamente, la de Dios. Y la misma tiene que ver con el perdón y la misericordia y no sólo con la falta de guerras o algo por el estilo.
Es cierto que a los que lo escuchaban, entonces, no les gustaba nada la idea de que se fuera para siempre. Sin embargo, debían comprender (como quería Cristo que comprendiesen) que se iba para enviar al Espíritu Santo sabiendo, además, que el Príncipe de este mundo (Satanás) había sido enviado al mundo para que fuese dueño del mismo por un tiempo. Y, sin embargo, es más que cierto que el Maligno no tenía poder sobre el Hijo de Dios lo cual, por cierto, no se puede decir sobre el resto de la humanidad.

JESÚS, gracias por advertirnos de la presencia, entre nosotros, del Príncipe de este mundo.


Eleuterio Fernández Guzmán

19 de mayo de 2019

El rincón del hermano Rafael – “Saber esperar”- Querer, ansiar, anhelar.


“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”
Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.
Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.
Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.
             
Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

“Saber Esperar” - Querer, ansiar, anhelar

Oh, quién me diera el léxico de David, para poder expresar las maravillas del amor a la Cruz!…"(“Saber esperar”, Punto 304)

Es gran verdad que, muchas veces, por mucho que queramos expresar lo que creemos al respecto de nuestra fe y de las riquezas que la misma contiene, no sabemos a ciencia y a corazón ciertos cómo hacerlo.
Nosotros quisiéramos utilizar las palabras más bellas y las expresiones más redondas pero… somos limitados y no siempre capaces de cumplir un deseo tan grande como ése.
Al hermano Rafael le pasa algo parecido. Y, para eso, no recurre a cualquiera que pudiera, por decirlo así, inspirarlo a decir lo bueno y mejor sobre la Cruz. No. Acude, nada más y nada menos que a David, el Rey David debemos entender.
Querer ser capaz de hacer lo que, en su día, hizo aquel hombre perteneciente al pueblo escogido por Dios, el judío, al respecto de la expresión escrita u oral, no es poca cosa. Y es que escribir muchos de los Salmos que forman parte de la Sagrada Escritura es mucho y más que mucho.
Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón es tal el amor que tiene por la santísima Cruz de Cristo que no puede, ¡qué menos!, que pedir a Dios que, si es posible, tenga el don de palabra que sin duda tuvo en su día en Rey David.
Lo que le pasa al hermano Rafael es que quiere lo mejor para Dios. Pero también le pasa que ansía ser capaz de decir lo mejor sobre lo que representa, en cuanto al amor hacia los hombres, la Cruz en la que murió, a la vida terrena, el Hijo de Dios.
Ciertamente, no es poco lo que pide nuestro hermano en la fe. Pero también es cierto que no es imposible que lo pueda alcanzar porque en los muchos puntos que dan forma y sustancia a su “Saber esperar” demuestra que sí, que alcanzó el don de palabra que Dios otorgó al Rey David. Claro está que hay diferencia entre un creyente y otro pero el Todopoderoso no da los dones sin ton ni son sino, al contrario, comprendido en qué se debe basar el mismo según la persona a la que vaya dirigido y el tiempo en el que le haya tocado vivir.
El hermano Rafael sabe muy bien y más que bien lo que quiere: alabar la Cruz de Cristo. ¡Sí!, aquellos maderos en los que se dejó matar nuestro hermano Jesucristo han de ser alabados (más, claro está, Aquel que allí murió) porque son ejemplo y signo de lo que puede haber de bueno y verdad en el Amor de morir por los amigos.
San Rafael Arnáiz Barón, a sabiendas de que creía estar limitado en tal posibilidad expresa, así, con exclamación lo que, para su corazón, es en verdad exclamación de amor por Cristo y por su, tan especial, entrega en aquella Cruz.
Querer, pues, ser capaz de expresar un amor tan grande; ansiar hacerlo mejor posible y, por fin, anhelar el don de palabra. Y Dios, sin duda alguna, se lo concedió.

Eleuterio Fernández Guzmán

Amor; el Amor


Jn 13, 31-33a.34-35

“31 Cuando salió, dice Jesús: ‘Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre  y Dios ha sido glorificado en él. 32  Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto.’ 33 ‘Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. 34 Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. 35 En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.’”
         
COMENTARIO

Sabemos que Dios, a Moisés, le entregó los Diez Mandamientos. Y los mismos rigieron (es un decir y un suponer) la vida del pueblo elegido por el Todopoderoso a lo largo de los siglos. Pero el Hijo de Dios sabía que había que decir las cosas de forma sencilla… para que se entendiese lo que significaban aquellos Mandamientos. Y es que había quien no acababa de entender que el Todopoderoso quería algo sencillo pero, a veces, tan difícil de llevar a cabo. Y todo se resume en una palabra: amor. Amor desde el Padre hacia los hijos y amor entre los hijos porque es lo que Dios quiere de su semejanza. Y es lo que enseña Su Hijo cuando da un “Mandamiento nuevo”. Y lo da así, nuevo, porque, al parecer, no se había acabado de entender que era el amor, la caridad, lo que iba a prevalecer por toda la eternidad. Todo lo demás iba a dejar de ser algo para ser algo y dejar paso, sólo, a eso, al amor.

JESÚS, gracias por el Amor; gracias por amarnos.


Eleuterio Fernández Guzmán