20 de octubre de 2018

Atender al Espíritu Santo


Lc 12, 8-12
  
“8 ‘Yo os digo: Por todo el que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios.  9 Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.  10 ‘A todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará. 11 Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o qué diréis, 12 porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir’”.


COMENTARIO

Estaba más que claro que el Hijo de Dios debía advertir contra aquello que fuera, directamente, ir contra su Padre del Cielo. Por eso pone sobre la mesa una verdad muy importante: hay que tener cuidado con negarlo a Él porque es negar a Dios mismo.

Era fácil saber que el hombre era pecador. Lo había sido desde el mismo principio de su existencia y eso no había cambiado nada sino que, al contrario, había aumentado su voluntad pecadora.

Hay algo que debemos tener muy en cuenta: no podemos pecar contra el Espíritu Santo porque supone pecar contra Dios mismo. Por eso no se perdona, ni en esta vida ni en la otra, un tal pecado en el que no deberíamos pecar nunca.


JESÚS,  ayúdanos a no pecar contra el Espíritu Santo.

Eleuterio Fernández Guzmán


19 de octubre de 2018

No dejarse matar el alma



Lc 12,1-7
En aquel tiempo, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse unos a otros, Jesús se puso a decir primeramente a sus discípulos: ‘Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados. Os digo a vosotros, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed a aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a ése. ¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos’”.

COMENTARIO

Eran muchos los que seguían a Jesús. Dice el texto que se pisaban unos a otros. Por eso sabía el Hijo de Dios que debía aprovechar todos los momentos posibles para enseñar y cumplir la misión que tenía encomendada.

Jesús sabe que es muy importante que conozcan, que conozcamos, qué es lo importante. Y es aquello que supone nuestra perdición para siempre. Debemos, pues, aceptar aquello que nos conviene de verdad no lo que nos propongan los perdidos y alejados de Dios.

Jesús nos da a entender que Dios todo lo conoce y todo lo sabe. Si tiene contados cada uno de nuestros cabellos ¿qué será del resto de nuestra existencia?





JESÚS, ayúdanos a reconocer lo que es importante para nuestra vida eterna.

Eleuterio Fernández Guzmán


18 de octubre de 2018



Lc 10,1-9

En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: ‘La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. 

‘En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’’”.


COMENTARIO

Mies y trabajadores

Jesús sabe que transmitir la Palabra de Dios supone que haya personas dispuestas a hacer tal cosa. Por eso pide a sus discípulos que pidan al Creador, en oración, que suscite, de entre ellos, a los que vayan a cumplir tal misión.

Lobos y ovejas

Sabe, de todas formas, Cristo, que allí donde van a ir aquellos enviados habrá muchas personas que no acepten el mensaje que llevan. Pero ellos, sus enviados, deben comportarse con total sometimiento a la Providencia de Dios.

Libertad de espíritu

Sin embargo, el Hijo de Dios, que sabe que el ser humano es libre para aceptar, o no, su mensaje, no les dice a sus enviados que obliguen a aceptar la Buena Noticia. Ellos harán lo que buenamente Dios quiera que hagan.


JESÚS, ayúdanos a ser trabajadores de la mies del Señor y a serlo en el ámbito en el que nos movemos, estamos y existimos.

Eleuterio Fernández Guzmán

17 de octubre de 2018

No olvidemos que Dios lo conoce todo

Lc 11,42-46

“En aquel tiempo, el Señor dijo: ‘¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello. ¡Ay de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las plazas! ¡Ay de vosotros, pues sois como los sepulcros que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!’. Uno de los legistas le respondió: ‘¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros!’. Pero Él dijo: ‘¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!’.


COMENTARIO

Entre los que escuchaban a Jesús también se encontraban aquellos que eran considerados conocedores de la Palabra de Dios y, en general, “sabios”. Creían tener, en su corazón, la Verdad y por eso actuaban, muchas veces, de forma poco de acuerdo a la voluntad del Creador.

Jesús, sin embargo, bien que los conoce. Sabe que en sus corazones no tienen más que rapiña y que saben menos de lo que creen saber acerca de lo que Dios quiere de ellos. Y siempre que tiene ocasión les echa en cara, para que sepan lo que es la Verdad, sus mentiras y sus manipulaciones.

Si había algo que Jesús, siendo Dios hecho hombre, no podía soportar, era el abuso de alguien cuando lo sostenía en el Creador y en su Ley. Por eso llama la atención, por ejemplo, a los legistas que hacían lo posible para que los demás, no ellos, soportasen pesadas cargas.

JESÚS, ayúdanos a cumplir la voluntad de Dios por mucho que sea muy contraria a la nuestra.

Eleuterio Fernández Guzmán


16 de octubre de 2018

Ser mansos y humildes



Mt 11, 25-30


“25 En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. 26 Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. 27 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 28 ‘Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. 29 Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.’”


COMENTARIO

Decir aquello era muy difícil de entender por los poderosos y aquellos que se sentían superiores. Y es que dar a entender que Dios no les daba a conocer lo importante era muy duro para ciertos corazones.

Pero Cristo lo tiene muy claro. Y, para aquellos que no quieren estar de acuerdo con la verdad según la cual el hijo de María era plenamente consciente de ser el Mesías, lo pone sobre la mesa: sólo el Hijo conoce al Padre. Y con eso está todo dicho.

Pero es Jesucristo quien sabe que acudiendo a Él toda desazón desaparece y la esperanza nunca deja de ocupar el corazón del hombre. Y enseña, además que hay que ser humilde y manso lo cual, cierto es, no parece ser para todos los corazones…


JESÚS,  enséñanos tu mansedumbre y tu humildad.

Eleuterio Fernández Guzmán

15 de octubre de 2018

Ser mansos y humildes

Mt 11, 25-30


“25 En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. 26 Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. 27 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 28 ‘Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. 29 Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.’”


COMENTARIO

Decir aquello era muy difícil de entender por los poderosos y aquellos que se sentían superiores. Y es que dar a entender que Dios no les daba a conocer lo importante era muy duro para ciertos corazones.

Pero Cristo lo tiene muy claro. Y, para aquellos que no quieren estar de acuerdo con la verdad según la cual el hijo de María era plenamente consciente de ser el Mesías, lo pone sobre la mesa: sólo el Hijo conoce al Padre. Y con eso está todo dicho.

Pero es Jesucristo quien sabe que acudiendo a Él toda desazón desaparece y la esperanza nunca deja de ocupar el corazón del hombre. Y enseña, además que hay que ser humilde y manso lo cual, cierto es, no parece ser para todos los corazones…


JESÚS,  enséñanos tu mansedumbre y tu humildad.

Eleuterio Fernández Guzmán