15 de octubre de 2011

El Espíritu nos auxilia




Sábado XXVIII del tiempo ordinario







Lc 12,8-12





“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Yo os digo: Por todo el que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios. Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios. A todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.





‘Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o qué diréis, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir’”







COMENTARIO





En realidad, Jesucristo nos lo pone muy fácil. No hace falta que hagamos grandes gestas ni que acometamos los problemas del mundo con intención de solucionarlos. Ser discípulos suyos es mucho más fácil aunque, a veces, no lo parezca.





Dice Cristo que basta con no negarlo. Es decir, que es necesaria una manifestación de asentimiento a su discipulado y no negar que se le ama. Y, entonces, Él, cuando sea necesario, saldrá en nuestra defensa. Pero hace falta no negar lo que somos.





Siempre tendremos la ayuda del Espíritu Santo en nuestra labor de transmisores de la voluntad de Dios y de la doctrina de Cristo. No debería darnos miedo, por tanto, cuando nos enfrentemos con situaciones en las que, en apariencia, no podemos encontrar salida porque el Espíritu de Dios está, como dijo Jesús, para acompañarnos siempre.







JESÚS, sabes que la única forma de seguirte es, en efecto, seguirte. Negarte ante el prójimo con intención políticamente correcta no es la mejor forma de mantener que se tiene fe sino, al contrario, la que más nos lleva por el camino equivocado. Y nosotros, muchas veces por comodidad o por otras malas razones, hacemos, precisamente, tal cosa en nuestras relaciones con los demás.









Eleuterio Fernández Guzmán





14 de octubre de 2011

Apariencia de fe





Viernes XXVIII del tiempo ordinario



Lc 12,1-7



“En aquel tiempo, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse unos a otros, Jesús se puso a decir primeramente a sus discípulos: ‘Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados. Os digo a vosotros, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed a aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a ése. ¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos’".



COMENTARIO



Hipócritas son aquellos que dicen una cosa pero, en el fondo, hacen la contraria y, en el caso de la fe, aquellos que simulan tenerla pero sólo es cara a los que puedan ver acciones y obras. En realidad. En su corazón no hay tal verdad que se dice tener.



Jesús sabe que el cuerpo puede perecer pero que el alma es inmortal y, por eso mismo, se debe temer a los que, incitando al pecado o propiciándolo, consiguen que caigamos en la tentación y vayamos minando nuestra fe hasta dejarla vacía y llena de la nada del mundo.



Jesucristo ofrece una confianza grande en Dios que nunca olvida a su creación. No debemos, por lo tanto, hacer como si Dios no nos tuviera en cuenta y actuar, entonces, mirando para otro lado ignorando que, en verdad, el Creador nunca puede dar la espalda a su creación a la que, además, mantiene.





JESÚS, aquellos que pretendían guiar al pueblo elegido no actuaban, en muchas ocasiones, de acuerdo a la voluntad de Dios. Prevenías a los que te escuchaban para que no cayesen en la trampa de los fariseos y no siguiesen a los que, en verdad, estaban muy alejados del Creador.





Eleuterio Fernández Guzmán





13 de octubre de 2011

Ir contra Dios




Jueves XXVIII del tiempo ordinario


Lc 11,47-54

“En aquel tiempo, el Señor dijo: ‘¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo la Sabiduría de Dios: ‘Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán’, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación. ¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido’.

Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca.


COMENTARIO

Querer tener bajo su mano el sentido de la Ley de Dios es cosa propia de personas egoístas que quieren controlar, en todo caso, lo que es la voluntad del Creador. Se quiere estar en ventaja con relación a Dios.

Seguir la voluntad de Dios y hacer cumplir su Ley es importante para quien se considera hijo del Creador. Hacer otra cosa es desnaturalizar la relación que nos une con Quien nos da la vida y nos la entrega para que hagamos uso de ella.

Aquellos que creen tener en sus manos el secreto de lo que Dios quiere para nosotros pueden tener la intención de controlar nuestra relación con el Padre y hacer de ella un mero engaño. Sin embargo, Jesús sabe y nos dice que mienten y son como falsos profetas.


JESÚS, les dijiste que no podían seguir por el camino equivocado y, sobre todo, hacer que otros siguieran por el mismo camino que no conducía al definitivo Reino de Dios. Querer ocultar la verdad con ánimo egoísta no es la mejor manera de relacionarse con Dios.



Eleuterio Fernández Guzmán


12 de octubre de 2011

¿Y la familia? Mal, gracias


¿Qué proyecto se tiene, hoy día, en España, para la familia, por parte de aquellos que aún nos “gobiernan”?, ¿qué luces tienen para que el desarrollo de esta institución, esencia de la historia de la humanidad, continúe su discurrir sin alteraciones? Fácil es ver que más bien pocas, o ninguna.

Dice Benedicto XVI, en el discurso “Nueva Evangelización y soporte vital de la familia” que “el verdadero discípulo crece y madura en la familia” , circunscribiendo, así, una socialización básica en el seno de aquella, pues sus reglas de comportamiento interno bien pueden extrapolarse al mundo exterior de la sociedad o, lo que es lo mismo, los valores que pueden enseñarse y aprenderse dentro de la familia son válidos para el resto de la vida en común, con otras personas, ajenas a los miembros de esa iglesia doméstica porque “en el hogar se custodia el patrimonio de la fe; en él los hijos reciben el don de la vida, se sienten amados tal como son y aprenden los valores que les ayudarán a vivir como hijos de Dios”. 

Sin embargo, si esto es lo que ha de darse, en cuanto miramos lo que se está haciendo con la familia, la división de sus miembros (con el “todo vale” nihilista), la desconceptualización del término “matrimonio” (y me refiero a los que se dan entre homosexuales, sin ser, claro, eso matrimonio); el nulo caso legislativo que se hace de ella en las instancias correspondientes... nos damos cuenta, si no estamos ciegos, que lo que se pretende es, al acabar con este espacio donde la persona se desarrolla íntegramente como tal, pasar a controlar a todo aquel que se incorpore, cuando lo haga, a la sociedad, pues se queda, así, huérfano de proceder porque habrá perdido el horizonte que le ofrece su familia.

Vemos, por ejemplo, volviendo a lo dicho antes, que se tergiversa y falsea la institución matrimonial como muy bien dice la Instrucción Pastoral “La Familia, Santuario de la Vida y Esperanza de la Sociedad”, cuando se aceptan “nuevos y alternativos modelos de familia” , y con esto lo único que se consigue es debilitar hasta hacerla nula la misma idea de matrimonio.

Vemos, por ejemplo, que cuando se fomenta la ruptura matrimonial haciendo depender de un mínimo enfado (pues no otra cosa es que el fin de esa unión pueda producirse a los 3 meses de contraída sin ningún tiempo de “reposo” del temperamento, tan necesario en estos casos) lo único que se pretende es que quede en nada el vínculo, que sea algo mudable, efímero, arbitrario.

Vemos que todo esto responde a un intento, como muy bien dice Juan Pablo II Magno, en su Carta a las Familias (1994) de hacer ver, de dar a entender que “la familia” (la que lo es de verdad, sin simulaciones y falsas analogías) es “una institución que, dificulta la libertad de sus miembros” pues, al fin y al cabo, establece unas reglas que hay que seguir y unos valores que respetar y eso, claro, no puede ser aprobado por los defensores del subjetivismo a ultranza y por eso “la familia no pude dejar de sentirme amenazada (también esto lo dice en la Carta citada) porque está acechada en sus mismos fundamentos” 

Entonces, ¿qué hacer? El peligro es tan evidente que no se puede negar ni esconder bajo un buenismo tonto o un optimismo que, aquí, no cabe ni es admisible.

Queda, por ejemplo, contrarrestar esto con tener las ideas claras; por ejemplo, con salir en defensa de lo que nos importa cada vez que sea necesario; por ejemplo, con personarse donde corresponda y con no dar nuestro brazo a torcer; por ejemplo... y que cada uno ponga los que estime oportuno.

Hay, por ejemplo, que tener en cuenta lo que Chesterton dice sobre la familia pues es bastante clarificador para los que creemos en ella, y es lo que sigue: “solamente aquellos para quienes la familia es algo sagrado tendrán alguna vez un fundamento moral o un estatus desde el que podrán criticar al estado” . Esto lo decía en su libro “El hombre eterno” y era hace muchos años, como si lo hiciera refiriéndose al futuro pues habla en este sentido. Ese futuro ya ha llegado como fácilmente puede verse y como los buenos libros tiene, aún, validez lo que dice. A las pruebas hay que remitirse. Sobre esto, la Constitución Pastoral Gaudium et Spes dijo, más de treinta años después y mucho más cerca de hoy, que “el matrimonio es una institución confirmada por la ley divina” (48), o sea, en esencia, lo mismo.

Otra cosa es el fin, y no sólo de la familia, sino de una forma de comportarse que, a lo largo de la historia, se ha demostrado como buena, porque lo ha sido y lo es. Y, claro, entonces, de la misma sociedad que ha sido sustentada por este vínculo de cercana vivencia que, por eso mismo, se hace universal: porque es origen de ese todo y de todo eso.


Eleuterio Fernández Guzmán




Publicado en Acción Digital

Cumplir, de verdad, la Ley de Dios





Miércoles XXVIII del tiempo ordinario





Nuestra Señora del Pilar





Lc 11,42-46






Lc 11,42-46



“En aquel tiempo, el Señor dijo: ‘¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello. ¡Ay de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las plazas! ¡Ay de vosotros, pues sois como los sepulcros que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!’. Uno de los legistas le respondió: ‘¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros!’. Pero Él dijo: ‘¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!’.


COMENTARIO

Jesús dijo, en una ocasión, que donde era sí, debía ser sí y donde era no, debía ser no. Es una forma de comportarse del hijo de Dios que es consciente de que lo es y que, por eso mismo, no puede tratar de engañar al Creador que, además, ve en lo secreto de nuestro corazón.

Hacer como que se tiene fe pero, a la hora de la verdad, demostrar que no se es más que un sepulcro blanqueado disimulando el verdadero sentido de nuestro hacer no es querido por Dios que prefiere hijos que cumplan con su Ley y no hagan como si la cumpliesen.

Jesús critica, con todas sus fuerzas de profeta y de Hijo de Dios, que se pretenda aparentar una fe que, en el fondo no se tiene y que, además, se aproveche su especial situación en la sociedad para obligar a los demás a hacer lo que quien lo ordena no quiere hacer. Es una forma hipócrita de comportarse que Cristo no admite.


JESÚS, te ves obligado a llamar la atención a los que tenían que ser ejemplo para el pueblo elegido por Dios. Aquellos que, además, tenían que enseñar a los demás no actuaban de forma correcta de acuerdo a la voluntad y Ley de tu Padre. Sin embargo, no tenemos que ir demasiado lejos porque hoy mismo, en muchas ocasiones, nosotros hacemos lo mismo.




Eleuterio Fernández Guzmán









11 de octubre de 2011

No es la verdad lo que solemos pensar





Martes XXVIII del tiempo ordinario





Lc 11,37-41





“En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: ‘¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros’”.




COMENTARIO





El cumplimiento de lo que se creía que era la Ley de Dios y la voluntad del Creador había llevado a tergiversar el verdadero sentido de la misma que Jesús venía a hacer cumplir. Por eso les llama la atención al respecto de tales comportamientos.



Estar limpio por fuera no quiere decir que lo estemos por dentro, donde en el corazón, como templo, habita el Espíritu. Es probable que, como les dice Jesús, haya mucho que perdonar en nuestro interior y que, por cubrirlo, cuidemos del exterior.



Prefiere el Hijo de Dios, como era de esperar en Dios mismo hecho hombre, que demos de lo poco de bueno que tengamos dentro del corazón antes que disimular como si tuviéramos algo bueno por fuera.






JESÚS, sabes qué es, en verdad, lo que importa en nuestra vida y por eso lo dices y das a entender muchas veces. Los que te escuchaban y los que, ahora mismo, te escuchamos, podemos optar por seguir lo que nos dices o, al contrario, continuar con nuestro proceder mundano. Es cosa nuestra como, según parece, nuestro propio destino escatológico.









Eleuterio Fernández Guzmán





10 de octubre de 2011

Cristo es la señal de Dios

Lunes XXVIII del tiempo ordinario

Lc 11,29-32

“En aquel tiempo, habiéndose reunido la gente alrededor de Jesús, Él comenzó a decir: ‘Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás’”.


COMENTARIO

¿Necesitamos pruebas de la existencia de Dios? En determinadas ocasiones no nos basta con creer sino que reclamamos al Creador aquello que creemos que nos corresponde y, en tal sentido, le pedimos una prueba de su misma realidad.

Jesús sabe que Él era Dios mismo hecho hombre y por eso le dice a los que le escuchan que no esperaran prueba alguna sino que era suficiente con lo que le habían visto hacer. Incluso nada más deberían esperar.

Aquellos que, al parecer, permanecen más alejados de la fe en Dios son llamados también por el Creador a su definitivo Reino. Por eso, tras la resurrección de Cristo todos somos atraídos hacia el Hijo de hombre a través de la obediencia a la Palabra de Dios.


JESÚS, a muchos no les basta con creer en ti sino que necesitan algo más para cimentar una fe que, seguramente, no tienen y ni siquiera entienden. Muchas veces te miramos como quien espera algo de un amigo sin darse cuenta que no siempre están los amigos para eso.


Eleuterio Fernández Guzmán

9 de octubre de 2011

Células durmientes católicas







Los cristianos, los católicos, somos células de las que se compone el tejido de la Iglesia, institución creada por el Mesías y entregada a Pedro para que la gobernara y, entregara, con el paso de los siglos, las llaves, de forma sucesiva, a Benedicto XVI, el Santo Padre.

Como tales células damos vida al tejido que, tras el paso del tiempo, ha dado en ser la imagen de Dios en el mundo. Por más errores que se hayan cometido por parte de las personas que, como seres humanos, han dado en llevar a la Esposa de Cristo hasta la situación en la que se encuentra hoy día, lo bien cierto es que aquel manojo de llaves que Jesús entregó a quien lo negara sigue siendo válido. Abre nuestro corazón, lo llena de la Palabra de Dios y, por así decirlo, lo conforma según la voluntad del Padre.

Por eso, a veces, resulta necesario preguntarse cómo es posible que los que hemos de dar forma, de conformar, el sí a Dios, el sí a Cristo, el sí al Espíritu, permanezcamos en estado de letargo, cual embrión que espera que llegue el día de salir al mundo, cuando nosotros somos herederos del Reino más importante que en el mundo ha sido: el Reino de Dios que Jesucristo ya anunció y trajo, siendo Él, siendo Hijo, siendo Padre y Espíritu.

Podemos preguntarnos, por lo dicho antes, cuál es, si hay, la razón por la cual permanecemos callados, como si la cosa no fuera con nosotros, cuando se zahiere a la Iglesia, cuando se insulta a Cristo, cuando se minusvaloran unas creencias que, venidas de Dios, sabemos que no son mejorables y no lo serán; podemos hacernos esa pregunta que, a veces, resulta tan incómoda: ¿En verdad, nos sentimos hijos de Dios?

Sobreponerse a la primera impresión que puede producir esa inquisición por la dificultad que, en ocasiones, supone ese verdadero hecho divino y humano, ha de valer la pena, necesaria, manifestar qué es eso de ser “hijos de Dios” , tener esa filiación de divina.

¡Somos hijos de Dios! Por eso mismo, ni podemos esconderlo ni nos está permitido hacer tal cosa. Pero hemos de ser conscientes de lo que eso significa.

Cabe, por lo tanto, despertar.

Bien dice San Josemaría que “Cuando emprendemos el camino real de seguir a Cristo, de portarnos como hijos de Dios, no se nos oculta lo que nos aguarda: la Santa Cruz, que hemos de contemplar como el punto central donde se apoya nuestra esperanza de unirnos al Señor” (Amigos de Dios, 212)

Sabemos, por eso mismo, que el sufrimiento, el cargar con nuestra cruz (“El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío”, dice el Maestro y recoge Lucas en su Evangelio, concretamente en 14, 27) es una realidad de la que no podemos, ni debemos, querer librarnos. Otra cosa sería permanecer callados, ausentes de la realidad, como si nada fuera con nosotros.

Por eso no podemos ser células durmientes.

No podemos serlo porque el permanecer dormidos, sin reconocer que conviene estar bien despiertos (aunque sólo sea porque no sabemos “qué día vendrá vuestro Señor” , recoge Mateo en 24, 42) supone no permitir, en primer lugar, que nuestro corazón ofrezca al mundo los dones y carismas que recibimos de Dios; y, en segundo lugar, porque, ciertamente, es traicionar el mandato del Padre al hombre mismo. Ese “someter la tierra” del Génesis (Gn 1, 28) no es, sino, una obligación a dar testimonio del Creador y de nosotros, su semejanza.

Testimoniar es, pues, en este tiempo de Adviento y, por extensión, en el resto de tiempos del año, en todo momento, hacer frente a las asechanzas que, contra Dios, contra Cristo, contra la Iglesia, contra la doctrina, contra nuestra creencia, contra, en fin, nuestra fe, puedan idearse, manifestarse o llevarse a cabo.

De otra forma bien se podrá argumentar, en el tribunal de Dios, en contra nuestra, con cierta facilidad, y nuestro Ángel Custodio va a tener que darle muchas vueltas a su pensamiento para sacarnos de esa difícil situación porque seguramente ya nos habrá avisado, a tiempo, de lo que teníamos que hacer.

Eleuterio Fernández Guzmán

Publicado en Acción Digital

Invitados por Dios a su Reino



Domingo XXVIII (A) del tiempo ordinario

Mt 22,1-14

“En aquel tiempo, tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo: ‘El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: ‘Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda’.

‘Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.

‘Entonces dice a sus siervos: ‘La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda’. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales.

‘Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?’. Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: ‘Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos’”.



COMENTARIO

Por más que en determinadas ocasiones no hagamos caso a la llamada que Dios nos dirige, lo bien cierto es que siempre llama, siempre nos llama, a su Reino y procura que escuchemos su llamada.

Al Reino de Dios podemos ir de muchas formas porque cada cual adopta la posición espiritual que le parece conveniente de acuerdo a sus propias circunstancias. Sin embargo, Dios no quiere que eso sea así sino que si para nosotros quiere lo mejor también quiere que estemos preparados lo mejor posible.

El corazón limpio de impurezas y alejados, nosotros mismos, de todo aquello que suponga suciedad del alma, es lo que ha de querer el Creador para que, al sentarnos en su mesa de su definitivo Reino, no desentonemos de los que allí se sientan. Se nos dice, por eso mismo, que llevemos traje de boda que ha de querer decir lo mejor preparados que podamos... queriendo estar preparados.



JESÚS,  aquellos que habían sido invitados por aquella persona parece que no tenían mucha intención de acudir a la fiesta a la que les estaban invitando. Muchos de nosotros, a veces demasiados, tampoco parece que estemos interesados en acudir a la llamada de Dios y cuando nos llama hacemos como que no hemos oído.




Eleuterio Fernández Guzmán