4 de febrero de 2012

Periodismo cristiano y periodismo en cristiano







La evangelización y, por tanto, la transmisión de la Palabra de Dios y la doctrina de la Santa Madre Iglesia demandan, según los tiempos que nos han tocado vivir, unas formas que no pueden seguir siendo los mismos.

Dejó dicho el fundador de la Familia Paulina, Santiago Alberione que “había que llevar el Evangelio, a los hombres de hoy, con los medios de hoy”. 

Sin embargo, es muy posible que nos surja una duda acerca de cómo ha de ser la intervención del cristiano, aquí católico, en el difícil mundo de los medios de comunicación. Ahora bien, lo que sí que no nos está permitido es hacer como si los mismos no tuvieran importancia a la hora de formar a cristianos conscientes de que lo son y, sobre todo, de llegar a los corazones que más solitarios se encuentran.

Periodismo cristiano y periodismo en cristiano

El 29 de mayo de 2009, Benedicto XVI recibió en audiencia a la plenaria de las Comunicaciones Sociales a la plenaria de las Comunicaciones Sociales. Les dijo, entre otras cosas, lo siguiente:
“Antes que de los contenidos, la cultura moderna nace del hecho mismo de existencia de nuevas formas de comunicación que utilizan lenguajes nuevos, utilizan nuevas técnicas y crean nuevas actitudes psicológicas. Todo ello constituye un nuevo reto para la Iglesia, llamada a anunciar el Evangelio a los hombres del tercer Milenio, manteniendo inalterado el contenido y haciéndolo comprensible gracias también a los instrumentos y modalidades correspondientes a las mentalidades y culturas actuales”. 

Por eso, quien pudiéndolo hacer ha de hacer uso de los medios de comunicación en aras de la transmisión del mensaje cristiano, del anuncio del Evangelio y de todo lo que eso supone. Así, hacerlo “comprensible” para que cualquier persona pueda acercarse al mismo y comprender la bondad que encierra el hecho mismo de ser cristiano y de ser discípulo de Cristo.

Cabe, por lo tanto, un periodismo cristiano que no se amilane ante el mundo y que ponga la doctrina de la Santa Madre Iglesia en el lugar que le corresponde que no es otro que el de ser la vanguardia de la información.

Abundando en el tema, en su encíclica, Caritas in Veritatis, dejó escrito Benedicto XVI que “Gracias al desarrollo tecnológico, ofrecen mayores posibilidades para la comunicación y la información, sino sobre todo cuando se organizan y se orientan bajo la luz de una imagen de la persona y el bien común que refleje sus valores universales” (n. 73)

Pero tampoco pudo olvidar algo que ha de ser, por decirlo así, transversal en todo medio de comunicación que se precie de serlo y que quiera denominarse cristiano:

“Para los creyentes la valoración necesaria de las nuevas tecnologías siempre debe ir acompañada por una constante visión de fe, siendo conscientes de que, más allá de los medios que se usen, la eficacia del anuncio del Evangelio depende en primer lugar de la acción del Espíritu Santo, que guía a la Iglesia y al camino de la humanidad”. 
La visión de la fe de la que habla el Santo Padre no es otra que aquella relacionada con el ser y el estar de la Iglesia católica y con la doctrina que defiende y transmite. A esto bien se le puede llamar periodismo en cristiano y que supone dar un paso hacia delante de lo que, simplemente, es el periodismo cristiano. 

Muy relacionado con el tema aquí traído, el 12 de junio de 2010 fue beatificado Manuel Lozano Garrido, periodista laico conocido como Lolo.

Así, Benedicto XVI, en el rezo del Ángelus de 13 de junio de aquel mismo año, refiriéndose al periodista al que se le había distinguido con el gozo de la misma, dijo que “supo irradiar con su ejemplo y sus escritos el amor a Dios, incluso entre las dolencias que lo tuvieron sujeto a una silla de ruedas durante casi veintiocho años.

Al final de su vida perdió también la vista, pero siguió ganando los corazones para Cristo con su alegría serena y su fe inquebrantable.

Los periodistas podrán encontrar en él un testimonio elocuente del bien que se puede hacer cuando la pluma refleja la grandeza del alma y se pone al servicio de la verdad y las causas nobles”. 


Sirva, pues, de ejemplo Lolo que, aún en la enfermedad supo transmitir un mensaje cristiano de raíz evangélica, haciendo de su profesión un ejemplo franco de cristianismo y de su cristianismo como base para un importante comportamiento vital.

Sirva esta oración, privada, relativa a Lolo, para recordar lo que nos debe importar:

“Oh Dios, que abriste el tesoro inmenso de tu Amor a tu siervo Manuel para que él, sumergido en el dolor, desde su sillón de ruedas, lo proyectase a los hermanos con su testimonio y escritos. Concédenos que le sepamos imitar en su aceptación dócil y esperanza ilusionada, cuando el sufrimiento llame a la puerta de nuestra vida, y en su generosidad plena y ardor apostólico, cuando tratemos de darnos a los demás; dígnate glorificar a tu siervo Manuel y concédeme por su intercesión el favor que te
pido... Así sea”. 



Pues eso, que así sea… siempre. 

Eleuterio Fernández Guzmán

Publicado en Acción Digital

Aprender de Cristo


Sábado IV del tiempo ordinario


Mc 6, 30-34

“En aquel tiempo, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: ‘Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco’. Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.


COMENTARIO

Jesús quería enseñar a sus Apóstoles aparte del gentío que le seguía. Entre tanta gente es de imaginar que resultaba difícil, imposible, tratar de que conocieran mejor determinados pensamientos del Mesías.

No tenían tiempo ni para comer. El texto del evangelista Marcos nos muestra a un Jesús que no descansa y que se entrega a la misión que le fue encomendada por Dios. Sabe que tiene un tiempo limitado (la vida humana siempre lo es) y, por lo tanto, parece que le importaba poco comer a tiempo.

Jesús, a pesar del esfuerzo que hacía no descansando ni para comer, tenía, hacia sus semejantes, un amor grande y que no cesaba de manifestársele. Sabe que estaban como ovejas sin pastor y que, entonces, estaban perdidas en el mundo que les había tocado vivir. Y las llama... y ellas acuden ante su Buen Pastor.


JESÚS,  no descansabas porque sabías que era muy importante transmitir a los demás la sabiduría que encerraba tu corazón y que emanaba de tu boca. Sin embargo, nosotros, descasamos demasiadas veces de seguirte y te abandonamos.





Eleuterio Fernández Guzmán


3 de febrero de 2012

Eutanasia, no gracias






Parece que en las instituciones europeas la eutanasia no tiene buena prensa porque la resolución 1859 de 2012, adoptada el pasado 25 de enero por el Consejo de Europa ha dejado dicho que la eutanasia, como acto intencional de matar, ha de “ser siempre prohibida”. 

Tal forma de expresarse es, a tenor del Centro Europeo por la Ley y la Justicia, es la más clara y contundente que se ha dado hasta la fecha.

La eutanasia, pues, no debería ser nunca legislada como posible en el ámbito de la Unión Europea.

Es bien cierto que esta noticia es una muy buena noticia. Sin embargo, es de esperar que la misma sea vinculante para las naciones y sus legisladores y que no se trate de una mera recomendación porque, para alguien que se diga católico, no puede estar bien visto que una persona decida matar a otra para, es de suponer, librarle de sus dolores.

A este respecto, el Beato Juan Pablo II, en su Carta Encíclica Evangelium Vitae, dejó escrito que se hace necesario respetar “el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su término” y que cada ser humano tiene derecho a “ver respetado totalmente este bien primario suyo” (EV 2).

Por eso siempre tenemos obligación de decir no a la propuesta que pueda hacerse, en su día, acerca de la eutanasia.

De aquí que ese “homicidio por compasión” (en palabras contenidas en el documento “La eutanasia. 100 cuestiones y respuestas sobre la defensa de la vida humana y la actitud de los católicos”, del Comité para la Defensa de la Vida, de la CEE), es decir, el causar la muerte de otro por piedad ante su sufrimiento o atendiendo a su deseo de morir por las razones que fuere” no cabe ser admitido por quien se dice cristiano y se entiende hijo de Dios, dador de vida.

Por otra parte, el arzobispo de Barcelona, cardenal Lluís Martínez Sistach, dejó dicho (en la Carta de 5 de marzo de 2006) que “La eutanasia no se puede considerar un progreso, sino un paso que abre las puertas a otras consecuencias gravísimas. Una sociedad que no valora debidamente la vida humana, no construye una cultura de la vida, sino de la muerte” (en expresión del Beato Juan Pablo II).

Y dice algo que es, creemos, muy importante y que hay que tener en cuenta. Esto es que:”La experiencia muestra que las campañas a favor de la eutanasia siempre se han iniciado asegurando sus promotores que, en todos los casos, tiene que ser voluntaria, es decir, querida y solicitada expresamente por quien recibirá la muerte por este procedimiento. Sin embargo, también la experiencia acredita que el paso siguiente, es decir, pedir la eutanasia para quien no está en condiciones de expresar su voluntad, es sólo cuestión de tiempo, porque se ha roto el principio del respeto al derecho fundamental a la vida”.
Al respecto de lo hasta aquí dicho, vale la pena recordar esto: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?” del Salmo 26. E, incluso, de su continuación “El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré?”, que son razones más que suficientes para no adoptar posturas derrotistas sino todo lo contrario, en la seguridad de que vencerá su voluntad que no puede ser, nunca, contraria a la vida creada por Él.
Cabe, pues, decir, desde ahora y para siempre, no a la eutanasia como forma inhumana de comportamiento humano y, por eso mismo, también vale la pena repetir, aquí, eso que el Comité para la Defensa de la Vida, en el documento citado arriba, dice sobre que “Los cristianos deben ver la muerte como el encuentro definitivo con el Señor de la Vida y, por lo tanto, con esperanza tranquila y confiada en Él, aunque nuestra naturaleza se resista a dar ese último paso que no es fin, sino comienzo”. Al fin y al cabo “la antigua cristiandad denominaba, con todo acierto, al día de la muerte, ‘dies natalis’, día del nacimiento a la Vida de verdad, y con esa mentalidad deberíamos acercarnos todos a la muerte”.
Quizá por eso, y con eso, deberíamos quedarnos y no con sospechosos intentos de ingeniería social contrarios (por la eutanasia que viene), sobre todo, al valor de la  caridad cristiana (al amor, al fin y al cabo) como primera ley del Reino de  Dios porque, como muy bien ha dicho el obispo de Huelva, monseñor José Vilaplana, “Debemos estar a favor de los últimos, de los débiles, de los incapacitados, para hacer valer sus derechos y, sobre todo, el derecho a la vida”.
Y comprender tan gran verdad es propio, sobre todo, de aquellos que se dicen hijos de  Dios y saben que la vida es del Creador y no nuestra; menos aún del prójimo.

 Eleuterio Fernández Guzmán

Publicado en Análisis Digital

Juan, testigo




Mc 6,14-29



“En aquel tiempo, se había hecho notorio el nombre de Jesús y llegó esto a noticia del rey Herodes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas». Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas». Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado». Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.



Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?». Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista». Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.





COMENTARIO



A Juan el Bautista había muchas personas que no podía ni verlo. Como solía pasar con los profetas, dados a dar a entender la voluntad de Dios, no solía gustar lo que decía y le tenían cierta inquina.



Herodes sabía que Juan el Bautista era un profeta y que no debía hacerle daño alguno. Sin embargo, le pudo el respeto humano y concedió a Herodías lo que pidió que no era otra cosa que la cabeza del Bautista. No supo comportarse como un digno hijo de Dios y permitió que prevaleciera el mundo sobre la voluntad de Dios.



Juan el Bautista, primo de Jesús, sabía que la misión que tenía que cumplir la había llevado a cabo cuando supo que Jesús era quien tenía que venir. Murió gozoso de entregar su vida por Dios y por Cristo.





JESÚS, tu primo Juan dio su vida por el Reino de Dios y cumplir la voluntad de tu padre. Testigo de tu llegada al mundo para evangelizar y ser la Buena Noticia, Juan supo dar su vida con el corazón lleno de gozo. Nosotros, sin embargo, somos demasiado rácanos con nuestra entrega.







Eleuterio Fernández Guzmán





2 de febrero de 2012

Éste es el Cristo






La Presentación del Señor



Lc 2,22-40



“Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: ‘Todo varón primogénito será consagrado al Señor’ y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.



Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: ‘Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel’. Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él.



Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: ‘Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones’.



Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.



COMENTARIO



Cumpliendo con lo que establecía la Ley María y José acuden al Templo para presentar a su primogénito. Nadie, salvo sus propios familiares, conocían al pequeño pero había dos personas que lo estaban esperando desde hacía mucho tiempo.



Simeón tiene mucha fe. Sabe que se le ha prometido que verá al Enviado de Dios y cuando ve a Jesús sabe que se ha cumplido su sueño y su esperanza se ve colmada. Nada más puede querer de la vida porque todo ya lo tiene. Su fe se ha visto ratificada.



Ana se había entregado al servicio del Templo y a Dios entregaba su vida con su servicio en su Casa. También esperaba la salvación de Israel y ve en aquel niño que sus padres llevan para presentarlo a Quien tanto había esperando.





JESÚS, cuando te presentaron en el Templo algunas personas sabían que había llegado el momento para el pueblo elegido por Dios. Israel tenía, ya, su Salvador y Simeón y Ana confirmaron sus esperanzas y supieron que había llegado la hora.







Eleuterio Fernández Guzmán





1 de febrero de 2012

Ser profeta




Miércoles IV del tiempo ordinario

Mc 6,1-6

En aquel tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: ‘¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

COMENTARIO

Las personas que seguían a Jesús porque habían oído lo que hacía y decía o porque lo habían visto hacer y decir tales cosas y acciones buenas  lo hacían, en muchas ocasiones, porque creían en Él y querían tributarle un amor franco.

A muchos les extrañaba que el hijo del carpintero pudiera hacer lo que hacía y decir lo que decía. Su pensamiento era demasiado mundano y no eran capaces de entender que Dios hace lo que quiere hacer y que se manifiesta como mejor le parece.

Jesús profeta no lo era, sin embargo, en su tierra. Pero más allá de su tierra, no lo era en el pueblo judío porque no todo lo había recibido como merece el hijo de Dios ser recibido. Por eso Jesús se queda maravillado pero en negativo: le escuchan y no creen, le ven y no aciertan a saber quién es.


JESÚS, muy a pesar de lo que hacías y decías muchos de tus vecinos no creían en ti y esperaban, a lo mejor, que el Mesías fuera un rey de los que se tienen por tales entre los seres humanos. Sin embargo, Tú eres Dios y te manifiestas como Dios.


Eleuterio Fernández Guzmán

31 de enero de 2012

Confiar en Cristo





Martes IV deltiempo ordinario





San Juan Bosco, presbítero





Mc 5, 21-43





En aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a Él mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: ‘Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva’. Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.





Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: ‘Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré’. Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de Él, se volvió entre la gente y decía: ‘¿Quién me ha tocado los vestidos?’. Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’’. Pero Él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le dijo: ‘Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad’.





Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: ‘Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?’. Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: ‘No temas; solamente ten fe’. Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: ‘¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida’. Y se burlaban de Él. Pero Él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: ‘Muchacha, a ti te digo, levántate’. La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.







COMENTARIO





Jairo y la hemorroísa, a pesar de que Jesús sabía lo que querían y quiénes eran, espera a que ambas personas se identifiquen mediante la manifestación de fe que les impele a demandar su intervención. La fe salva y en aquellos casos, también.





Es aquí, también, donde el Enviado nos da a entender lo que ya recoge la oración del Padre nuestro e indica; es decir, que hemos de ser nosotros los que demostremos, ante una necesidad, la intervención de quien sabemos que será seguro salvador, sanador, liberador de pecados y enfermedades. Sin embargo, creo yo que esto no debe de hacernos pensar que Dios es un instrumento, alguien del que podemos hacer uso y luego, tras conseguir lo que queremos, lo olvidamos y seguimos con nuestra vida.





Esto no puede ser así pues una cosa es la misericordia de Dios, que es inacabable, y otra el abuso que podemos hacer de ella, y nuestro pensamiento, corazón y conciencia han de hacernos ver que esto es una grave tergiversación de la posibilidad que Dios nos da de actuar en nuestra vida diaria.





JESÚS, tenemos fe en Ti cuando confiamos en la salvación que, gracias a persona, muerte en cruz, nos ganaste. Cuando, sin embargo, no lo hacemos así tenemos la tendencia de ser demasiado mundanos y nos dejamos dominar por el orgullo.











Eleuterio Fernández Guzmán







30 de enero de 2012

Cristo quiere el bien de sus hermanos



Lunes IV del tiempo ordinario

Mc 5, 1-20

“En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante Él y gritó con gran voz: ‘¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes’. Es que Él le había dicho: ‘Espíritu inmundo, sal de este hombre’. Y le preguntó: ‘¿Cuál es tu nombre?’. Le contesta: ‘Mi nombre es Legión, porque somos muchos’. Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región.

Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le suplicaron: ‘Envíanos a los puercos para que entremos en ellos’. Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara -unos dos mil- se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido. Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término.

Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con Él. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: ‘Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti’. Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.


COMENTARIO

Puede dar la impresión de que Jesús tenía predilección por evitar a las personas estar poseídas por el Mal. En efecto era así. El Hijo de Dios sabía el daño que podía hacerle a una persona no ser dueña de sus acciones y de sus palabras por estar sometidos por algún demonio.

Cuando Jesús libera a una persona del daño que le está causando un demonio sabe, el demonio que sea, que Jesús es el Hijo de Dios. El Maligno reconoce a Cristo porque sabe que tiene poder sobre él y sobre todo lo que, de malo, tiene para el hombre.

Aquellos que ven lo que Jesús hace se sienten perjudicados por el asunto de los cerdos que se tiran al agua. No ven el bien que ha hecho una persona que es más que una persona porque es Dios hecho hombre. Sólo miran a lo material y lo espiritual es importa bien poco.


JESÚS,  cuando ayudas a un endemoniado quieres que venga a ser otra persona. Al liberarlo del mal que lo posee lo sitúas dentro del mundo ordinario de las personas que no están sometidas a tal tipo de Mal. Tú quieres para nosotros el bien pero, a veces, no queremos seguirte ni escucharte.



Eleuterio Fernández Guzmán


29 de enero de 2012

Un camino empedrado de gozo y responsabilidad







El camino que nos lleva al definitivo Reino de Dios puede estar rodeado de todo lo bueno y de todo lo malo porque tanto de no como de otro nos encontramos a lo largo de la vida.

Lo mejor, sin duda, para un discípulo de Cristo, es comprender y entender que lo bueno para su espíritu y, así, para su vida, es tener, en el camino, un empedrado gozoso donde cada paso sea, en verdad, una iluminación para nuestra vida.

Antes que nada hay que decir que es más que probable que muchos católicos puedan sentir angustia por la situación por la que pasa su fe. Diversas pueden ser las causas de tal situación: no se conoce bien la fe que se tiene, la doctrina de la Santa Madre Iglesia se tiene como algo lejano, no se lleva una vida de piedad profunda, se prefiere actuar de forma políticamente correcta o según el respeto humano, etc.

Sin embargo, algo de razón sí pueden tener en la forma de pensar que tienen porque no es poco cierto que los ataques que sufre nuestra fe hacen muy difícil sentir gozo por aferrarnos a unas creencias que, siglo tras siglo, nos han ido unión al Creador.

Sin embargo, tampoco es poco cierto que la esperanza que tenemos puesta en nuestra fe debería erradicar, de nuestro corazón, los pensamientos de pesimismo al respecto de la misma porque, al fin y al cabo, Dios es nuestro Pastor y a nadie ni nada podemos temer.

Por eso el camino que recorremos ha de ser uno que lo sea gozoso.

En primer lugar siempre surgen, o mejor, deberían surgir, aquellas grandes preguntas que sólo las personas con visión escatológica suelen hacerse: ¿Cuál es el sentido de la vida y de la muerte? O ¿Qué es del más allá?; incluso por todo aquello relacionado con nuestra naturaleza humana creada a imagen y semejanza de Dios o, también, la relación horizontal que debemos mantener con nuestro común Padre.

Pues para responder a estas preguntas no resulta de poca importancia la fe que decimos seguir, que decimos tener y que, de hecho, practicamos.

¿Qué papel juega la fe en todo esto?

Resulta, del todo esencial, porque, a partir de la misma se descubren implicaciones para nuestra vida que, llevadas por la voluntad de Dios, nos sitúan ante nuestra vida, ante nuestros semejantes y, también, ante Dios, de una forma, digamos, mejorada para nuestro espíritu y comportamiento. Y esto lo que, en resumidas cuentas, quiere decir es, que encontramos en la fe cumplida respuestas a las preguntas arriba planteadas y que la respuesta llena nuestro corazón de gozo.

También nos ha de producir gozo saber que tenemos una visión particular de la vida que, como cristianos, hace que la veamos de forma diferente al resto de hijos de Dios que, a lo mejor, no conocen tal filiación o si la conocen no la quieren llevar a la práctica de sus vidas.

Así, tal visión de las cosas nos hace alegrarnos de sentirnos hijos de Dios porque tal situación nos permite administrar nuestra vida de una forma distinta a como lo hace otra persona que no tenga tal fe ni tal visión de la realidad de lo que nos rodea.

Por ejemplo, si sabemos, como cristianos, que es mejor dar que recibir o, en este sentido, servir a ser servido (tal cosa ya la dijo el Maestro y Mesías Jesucristo) nada mejor para nosotros que llevar, a la vida ordinaria, tal idea y transformarla en comportamientos adecuados a una doctrina que es buena porque es santa.

Y, también, los problemas que nos encontramos en la vida no deberían fuente de amarguras aunque es entendible que nos pueden resultar preocupantes porque, sobre todo, confiamos en la Providencia de Dios con la que nos reconocemos serenos de cara al presente y seguros de tener un futuro adecuado a la voluntad del Creador.

Y eso ha de ser más que suficiente para nosotros. Nada más nos falta ni nos hace falta porque de la seguridad en la fe ha de resultar confianza en nuestro ser y estar.
Pero el gozo supone, también, responsabilidad.
Gozar con el hecho de ser cristianos y, por lo tanto, hijos de Dios, y tener en nuestro camino tal sentimiento de corazón va más allá de lo que es el mero disfrute con tal realidad porque no ha de ser voluntad de Dios que escondamos la fe bajo el celemín sino que, al contrario, la hagamos patente en nuestra vida común.

Ser responsables con nuestra fe y, por tanto, gozar con ella, ha de ser, por ejemplo, ejercer con generosidad nuestra existencia de cara a nuestros semejantes que, a lo mejor, tienen necesidad de ella. 

Ser responsables con nuestra fe y, por tanto, gozar con ella, ha de ser, por ejemplo, tener en cuenta conceptos y realidades como la familia, la fidelidad, la honradez o la ejemplaridad. 

Ser responsables con nuestra fe y, por tanto, gozar con ella, ha de ser, por ejemplo, sabernos en mundo difícil (también, por eso, lo llamamos valle de lágrimas) que, por eso mismo, necesita de la esperanza del cristiano y de la misericordia de Dios. 

Y es que, al fin y al cabo, debemos reconocernos, en nuestro camino hacia el definitivo Reino de Dios, en uno que lo es empedrado de lo mejor que el Creador puede darnos y que no es otra cosa que una voluntad que, con gozo, hemos de cumplir.

Eleuterio Fernández Guzmán

Publicado en Acción Digital

Con el poder todopoderoso de Dios



Domingo IV (B) del tiempo ordinario


Mc 1, 21-28

“En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: ‘¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios’. Jesús, entonces, le conminó diciendo: ‘Cállate y sal de él’. Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él. Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: ‘¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen’. Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.

COMENTARIO

Aquellos que ven lo que hace Jesús quedan estupefactos porque no se esperan que una persona como ellos, de su misma nación judía, pueda ser capaz de dominar los demonios inmundos de la manera como lo hace el hijo del carpintero.

Jesús manda obedecer a los espíritus inmundos que dominan a la persona poseída porque es Dios hecho hombre y es Todopoderoso. Por eso aquellos le reconocen y se acaban marchando de quien tenían dominado por el terror y el miedo del Mal.

La doctrina que enseña pero que, sobre todo, muestra Jesús con aquellos actos, es muy extraña para sus semejantes. Tiene más autoridad que todos los supuestos maestros que les enseñan lo que dicen que es su fe. Jesús domina el mal y eso era, en verdad, muy grande.

JESÚS,  dijiste a los espíritus inmundos que dejaran de martirizar a aquel hombre poseído por el Mal. Tú tienes todo el poder y lo ejerces siempre en beneficio de quien está perjudicado. Y eso extrañaba entonces y, también, ahora.



Eleuterio Fernández Guzmán