25 de julio de 2015

El ansia de poder

Mt 20,20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: ‘¿Qué quieres?’. Dícele ella: ‘Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino’. Replicó Jesús: ‘No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?’. Dícenle: ‘Sí, podemos’. Díceles: ‘Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre’. 

Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: ‘Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”’.

COMENTARIO

A lo mejor es demasiado humano querer parecer más de lo que se es. Eso le pasaba a Juan y a Santiago. Es su madre la que intercede por ellos ante Jesús y es ella la que procura lo mejor ante el Señor.

Jesús, sin embargo, sabe que hay cosas que ni él mismo puede decidir. Corresponde a Dios, Padre Todopoderoso, decir quien se sienta a la derecha y a la izquierda en su definitivo Reino.

Pero Jesús aprovecha la ocasión para enseñar. No conviene querer ser más que otros para dominarlos o controlar a los demás. Es más cuando dice que no ha venido a ser servido sino a servir quiere decir que ellos deben hacer lo mismo.

JESÚS, ayúdanos a servir como serviste Tú.


Eleuterio Fernández Guzmán

24 de julio de 2015

Salió el sembrador a sembrar


Viernes XVI del tiempo ordinario


Mt 13,18-23

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumbe enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta’”.


COMENTARIO

Cuando Jesús enseña lo hace de forma que lo que quiere decir sea entendido por aquellos a los que se dirige. Por eso enseña a través de parábolas pues una buena forma de ser entendido. Y es, ésta, la del sembrador, una de las más importantes.

Jesús se refiere a Dios mismo. Siembra en el corazón de sus hijos y, como es de esperar, a todos no les sabe igual aquello que se les ha sembrado. El resultado de tal siembra puede ser diverso: hay corazones que lo reciben pero pronto lo olvidan; los hay que, al parecer, lo reciben con buena voluntad pero le acaban por dominar las cosas del mundo.

Sin embargo, también hay quien recibe la siembra de Dios de una forma buena y positiva. En tales casos es bien cierto que el fruto es muy bueno, que es lo que quiere Dios de aquellos que ha creado.

JESÚS, ayúdanos a recibir la semilla de tu amor con esperanza y amor.


Eleuterio Fernández Guzmán

23 de julio de 2015

Tener el corazón embotado


Jueves XVI del tiempo ordinario


Mt 13,10-17

En aquel tiempo, acercándose los discípulos dijeron a Jesús: ‘¿Por qué les hablas en parábolas?’. Él les respondió: ‘Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: ‘Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane’. 

‘¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron’”.



COMENTARIO

Los apóstoles no acababan de entender el método de enseñar de Jesús. Buen, lo que no entendían era la forma de hablarles a otros discípulos porque lo hacía con parábolas mientras que a ellos se lo explicaba todo con el detalle más mínimo.

Jesús sabía que no todos estaban dispuestos a aceptar el mensaje que había venido a traer de parte de Dios. Sin embargo, a los que, siguiendo la voluntad de Dios, había escogido para ser sus apóstoles debían conocer todo lo concerniente a su apostolado.

Por eso Jesús  les dice que debían tener el corazón contento al haber visto el tiempo de la llegada del Mesías a la tierra. Otros, en tiempos pasados, querrían haber hecho lo mismo pero se tuvieron que conformar con esperar.


JESÚS, ayúdanos a entender, a entenderte.


Eleuterio Fernández Guzmán

22 de julio de 2015

Magdalena



Jn 20,1-2.11-18

“El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: ‘Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto’. 

Estaba María junto al sepulcro, fuera, llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: ‘Mujer, ¿por qué lloras?’. Ella les respondió: ‘Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto’. Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: ‘Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?’. Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: ‘Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré’. Jesús le dice: ‘María’. Ella se vuelve y le dice en hebreo: ‘Rabbuní’ —que quiere decir: “Maestro”—. Dícele Jesús: ‘No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’. Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras”.

COMENTARIO

María Magdalena quería mucho a Jesús. Es más, no podía ni imaginar que podrían haber hecho con su cuerpo cuando lo llevaron a la tumba. Por eso acude al sepulcro.

María Magdalena se dio cuenta que el cuerpo de Jesús no estaba donde lo habían dejado. Se apena mucho porque mucho querían a quien le había sacado muchos demonios del cuerpo que la tenían sometida.

Cuando Magdalena se da cuenta de que Jesús ha resucitado no puede, por menos, que ponerse contenta. Y lo llama Maestro, pues lo era. Pero Jesús no puede dejarse tocar aun. Sin embargo, la envía a que diga a sus apóstoles que ha resucitado. Y cumple su misión a la perfección.

JESÚS, ayúdanos a ser mensajeros tuyos en el mundo de hoy.


Eleuterio Fernández Guzmán

21 de julio de 2015

Cumplir la voluntad de Dios


Martes XVI del tiempo ordinario

Mt 12,46-50

En aquel tiempo, mientras Jesús estaba hablando a la muchedumbre, su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: ‘¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte’. Pero Él respondió al que se lo decía: ‘¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?’. Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: ‘Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre’”.


COMENTARIO

Jesús hablaba a la muchedumbre. Eso suponía que había muchas personas que estaban interesadas en escuchar lo que decía el Maestro. También es de creer que lo agobiaran mucho y que, incluso, no lo dejaran ni comer.

Alguien importante para él va a verle: María y otras personas de su familia acuden donde saben que está seguramente para llevárselo y hacer que descanse un poco. Jesús, sin embargo, entiende las cosas que pasan de una manera muy distinta.

El caso es que Jesús no hace de menos a su madre, la Madre. Lo que quiere decir con lo que dice es que una cosa es querer seguirle y otra, muy distinta, cumplir con la voluntad de Dios. Y eso es lo que, verdaderamente, importa.



JESÚS, ayúdanos a cumplir la voluntad de tu Padre.


Eleuterio Fernández Guzmán

20 de julio de 2015

La señal de Dios es Cristo

Lunes XVI del tiempo ordinario


Mt 12,38-42

En aquel tiempo, le interpelaron algunos escribas y fariseos: ‘Maestro, queremos ver una señal hecha por ti’. Mas Él les respondió: ‘¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón’”.


COMENTARIO

Bien sabía Jesús que creer sin ver no era fácil para muchas personas. Y es que el pueblo judío, tan acostumbrado a la necesidad de señales para acompañar a la teoría de la fe, no podía imaginar otra cosa para aquel Maestro que tanto bueno hablaba.

Jesús se lo pone muy difícil a los que le piden una señal. Ellos quieren que haga algo extraordinario. Sin embargo quien había venido al mundo a que se cumpliese la Ley de Dios sabía que si algunos se habían convertido por lo que Jonás dijo, también ellos podían hacer lo mismo.

Pero Jesús dice algo más que es terrible para aquellos que escuchaban sus palabras: los que se habían convertido a partir de la predicación de Jonás serán los que condenen a los que escuchando lo que dice el Hijo de Dios y Mesías no quieren convertirse y, además, le piden una señal.

JESÚS, ayúdanos a creer sin ver, a tener fe en Ti.


Eleuterio Fernández Guzmán

19 de julio de 2015

Y sintió compasión de ellos…


Domingo XVI del tiempo ordinario




Mc 6,30-34


En aquel tiempo, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: ‘Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco’. Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.”


COMENTARIO

Dios es Amor, Jesús es Amor. No extraña, por tanto, que muchas veces podamos leer en las Sagradas Escrituras momentos como los que trae hoy el evangelio de san Marcos. Jesús se apiada porque sabe que necesitan piedad.

Jesús, de todas formas, quería enseñar a los Apóstoles con una tranquilidad que no tenían cuando estaban rodeados de aquellos que seguían al Maestro. Las enseñanzas particulares debían ser dadas en cierta soledad. Y por eso se marchan.

La confianza, la fe, sin embargo, no entiende de otra cosa que no sea tener en cuenta al Maestro. Cuando se dan cuenta de que se marcha, no tardan en acudir donde se encuentra. Y Él se conmueve, su corazón se llena de gozo. Y les enseña. “Muchas cosas” nos dice el texto bíblico; muchas cosas.



JESÚS, ayúdanos a seguirte; enséñanos muchas cosas.


Eleuterio Fernández Guzmán