23 de mayo de 2015

Todo lo que hizo Cristo


Sábado VII de Pascua



Jn 21,20-25

En aquel tiempo, volviéndose Pedro vio que le seguía aquel discípulo a quién Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: ‘Señor, ¿quién es el que te va a entregar?’. Viéndole Pedro, dice a Jesús: ‘Señor, y éste, ¿qué?’. Jesús le respondió: ‘Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme’. Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: ‘No morirá’, sino: ‘Si quiero que se quede hasta que yo venga’. 

Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran’”.


COMENTARIO

Por si había alguna duda acerca de que es Jesús quien escoge a sus discípulos el caso que nos presenta este evangelio de san Juan es ejemplo de eso. Pedro se queja de Juan, el más joven de entre ellos, porque no sabe la razón por la que tenga que estar con ellos.

Jesús, sin embargo, conoce, sabe, que determinadas personas son muy especiales. Pero a Pedro le queda una misión muy importante que cumplir. Por eso le dice el Maestro que le siga.

San Juan tiene algo muy importante que decir. Tiene relación con lo que Jesús llevó a cabo a lo largo de su vida llamada pública. El caso es que no todo, seguramente, se escribió y todo lo que no se escribió tuvo que ser crucial para la vida del discípulo. Y aquello quedó en el corazón de Juan, a quien Jesús quería.

JESÚS, ayúdanos a saber ser de los escogidos por Ti.


Eleuterio Fernández Guzmán

21 de mayo de 2015

Ser uno con Cristo y Dios



Jn 17,20-26

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: ‘Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. 

‘Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos’”.


COMENTARIO

Este texto del evangelio de san Juan está lleno de esperanza. Jesús se dirige a su Padre, al Padre todopoderoso, para pedir por aquellos que han creído en Él y para que continúen con su labor predicadora y transmisora de la Buena Noticia.

Jesús les transmitió lo que el Padre quiso que les transmitiera. Así, por ejemplo, todo lo referente a la salvación eterna y a la gloria de Dios Padre. Y lo hizo para que comprendiesen que era crucial para sus vidas, esencial para su vida futura, creer en Quien Dios había enviado al mundo para que el mundo se salvase.

Pero Jesús pide algo más. A Dios le ruega para que todos los que no conocen al Padre y a Él mismo, lo conozcan. Quiere el Hijo de Dios que todos seamos uno y que lo seamos con Dios y con su Enviado el Mesías.


JESÚS, ayúdanos a ser uno contigo y con Dios Padre.


Eleuterio Fernández Guzmán

20 de mayo de 2015

Cristo nos ha regalado la Palabra de Dios



Jn 17,11b-19

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: ‘Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. 

‘Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad’”.


COMENTARIO

La voluntad de Dios es tener a todos sus hijos bajo sus manos y en su corazón. En su corazón ya los tiene pero depende mucho de la voluntad de los mismos el tenerlos bajo sus manos. Jesús le pide al Todopoderoso para que eso sea posible.

Jesús sabe que sólo Satanás se perdió de entre los hijos de Dios. Por eso sufre condena eterna. Pero no quiere que sus hermanos los hombres sigan el mismo camino que el caído. Y, aún sabiendo que no somos del mundo quiere que estando en él, mientras estemos, seamos cuidados por el Padre.

En la Palabra de Dios está la verdad. Por eso Jesucristo transmitió la Palabra y con ella la Verdad del Creador y Todopoderoso (¡Alabado sea por siempre!) Por eso Jesús anhela ser santificado y que todos nosotros, sus hermanos, lo seamos también.



JESÚS, ayúdanos a procurar nuestra propia santificación.


Eleuterio Fernández Guzmán

19 de mayo de 2015

Cristo rogó por nosotros


Martes VII de Pascua


Jn 17,1-11a

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: ‘Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. 

‘Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado. 

‘Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti’”
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COMENTARIO

“Ha llegado la hora”. Jesús sabe que en aquel momento, se está celebrando la Última Cena, es el adecuado para reverlo todo, para decir a los que le escuchan que todo lo que les había dicho, se va a confirmar.

Nos dice Jesús, con claridad, que la vida eterna tiene un núcleo esencial y que se corresponde con conocer a Dios a través del conocimiento del Cristo, de su Enviado. Por eso iba a morir y por so glorificaba a su Padre.

Jesús ruega por todos los que Dios le había dado y, también, por todos aquellos que iban a ser discípulos suyos a través de la historia por venir. Jesús sabe que sus discípulos, que viven el mundo aunque no sean del mismo, van a necesitar el auxilio del Padre. Y se lo pide.


JESÚS, ayúdanos a glorificarte a Ti y a Dios.


Eleuterio Fernández Guzmán

18 de mayo de 2015

La ignorancia religiosa











Hoy tengo una medio historia para comenzar. Después de pasar la Semana Santa, he regresado a nuestra ciudad y, antes de acercarme al televisor para recibir la bendición del Papa, he tomado Las Provincias. En la página segunda he encontrado destacada una frase perteneciente a una columna de Opinión. Decía así: un año, se reunirá a cenar toda la familia en Navidad y los niños preguntarán: ¿por qué en diciembre nos vemos más? Esas palabras pertenecen al Jefe de Opinión de la casa, pero a fe mía que no cito a Pablo Salazar para hacerle la pelota, sino porque realmente han atraído mi atención.

 Y la verdad es que venía preparado porque ahora me ha dado por releer libros ya leídos, pero me gustan y extraigo mejor su jugo. Hay otros, en cambio, que jamás volveré a tomar porque tienen menos caldo que un esparto. Bueno, esos, en realidad, no los acabo nunca. Uno de los que vuelvo a repasar es el libro entrevista de Peter Seewald –un alejado de la fe- al entonces cardenal Ratzinger. El cardenal dice en los primeros compases que la fe de los cristianos significa ver en Cristo vivo, hecho carne por nosotros, al Hijo de Dios hecho hombre, y creer en Dios, en la Trinidad de un solo Dios, Creador del cielo y de la tierra; y creer que este Dios que se humilló y –por así decir- se hizo pequeño, vela por nosotros los hombres y forma parte de nuestra historia; y creer también que el espacio donde todo esto se manifiesta es la Iglesia, lugar privilegiado de su expresión. Claro, sin ambages.

Qué tiene todo esto que ver con las frases de LP? Pienso que mucho. Existe ahora como el prurito de dárselas de ateo, agnóstico o juez de Dios. Quizás son personas de buena voluntad, pero no acaban de percatarse de algo de esto: de que si es parte de nuestra cultura, y lo ignoramos, las procesiones de Semana Santa las pensaremos como un  museo peripatético sin significado alguno; o intentaremos buscar un Dios al que yo pueda decir qué está bien y qué está mal de cuanto hace o permite. Tal vez sin darme cuenta,  me estoy erigiendo yo mismo en Dios. Cabe también una cierta mala intención procedente de no sé qué atavismos, que mezclando política con religión, acarrean ciertas ideologías hacia el lado ateo o anticristiano como algo inexorable.  Podríamos multiplicar las posibilidades. Todas ellas camino abreviado a la incultura.

¿Y por qué son ese camino? Todo el manantial de ideas que nutre al mundo occidental procede del judaísmo,  luego del cristianismo que haría suya buena parte de la filosofía griega –la buena filosofía de Platón y Aristóteles, por ejemplo- para anclarse después en el avanzado nivel cultural del pueblo romano, que tendrá su continuación posterior en todos los desarrollos formativos que construyeron Europa, toda América, buena parte de África, todo el mundo colonizado por el Viejo Continente, dando un estilo de vida que nos ha hecho lo que somos, y de lo que ahora se avergüenzan algunos hasta límites pertinazmente ridículos. En la obra citada, Ratzinger afirma que nuestro mundo ha ido fraguando poco a poco una suerte de histeria general sobre las grandes expectativas del futuro.

Nunca ha habido tantos finales ni tantos comienzos como ahora pero, según hacia donde miremos, nos parecerá que evolucionamos positivamente, mientras que oteando hacia otra parte, se nos ofrece un mundo demencial. La sociedad del bienestar, ávida de consumo, de lujo y placer, convive con una gran carencia de alimentos para subsistir, para gozar de una cierta salud y de educación. Somos el mundo de la Declaración Universal de los Derechos del hombre y, a la vez, el mundo que mira hacia otro lado cuando se masacran miles de cristianos. Es un sarcasmo que fueran a París los mandatarios del Orbe para clamar por la libertad de expresión de una revista que no lo merece –como suena-, aunque el acto terrorista fuera injustificable, mientras que África, Próximo, Medio y Lejano Oriente se desangran en guerras fratricidas o son víctimas del terrorismo más brutal.


A todo eso podríamos unir la drogadicción, el chabolismo, niños abandonados u obligados a trabajar con edades mínimas, tantas cosas que el Papa Francisco ha descrito como  globalización de la indiferencia. No piensen que me alejo del tema. Todo eso no sucede  precisamente por culpa de Dios, sino de la maldad humana, de utilizar depravadamente el gran don divino  del libre albedrío. ¿Por qué? Lo dice el salmo segundo: ¿por qué se confabulan las gentes y trazan las naciones planes vanos? Abunda el mismo salmista inspirado: todos los reyes convinieron contra Dios y contra su Ungido. Rompamos sus coyundas, tiremos lejos sus ataduras… Sí, cuando no se sabe por qué nos reunimos las familias en diciembre, o se desconoce qué sentido tiene un pintura religiosa de Rembrandt o Velázquez, si se ignora el trasfondo cristiano de la Declaración de los Derechos del Hombre, ya estamos en poder de la incultura por el camino más rápido: el del olvido de Dios.


P. Pablo Cabellos Llorente

Publicado en Las Provincias

Cristo y Dios son Uno

Lunes VII de Pascua



Jn 16,29-33

“En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: ‘Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios’. Jesús les respondió: ‘¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo’”.


COMENTARIO

Había muchos de los que escuchaban a Jesús que tenían un corazón abierto a la Palabra de Dios y a su verdadera Ley. No todos ignoraban de qué hablaba. Por eso aquellos que lo entienden la manifiestan que, en verdad, es el Hijo de Dios, que salido del Padre.

Jesús es más que consciente de lo que le va a pasar. Morirá y muchos le van a abandonar. Sin embargo, el Hijo del hombre sabe que todos no lo van a dar de lado y que habrá otros muchos que han creído en Él y esperarán su vuelta al mundo.

Consuela el Hijo de Dios a los que le escuchan porque sabe que van a necesitar auxilio espiritual y que sin él no van a poder seguir adelante. Jesús ha venido en nombre de Dios, es Dios mismo hecho hombre y eso debe animarles. Todo lo demás no debe importarles nada.




JESÚS, ayúdanos a esperar tu segunda venida. ¡Ven Señor Jesús!


Eleuterio Fernández Guzmán



17 de mayo de 2015

Evangelizar


Mc 16, 15-20

“Y les dijo: ‘Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.  Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.’ Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios.  Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales  que la acompañaban.”


COMENTARIO


Evangelizar

Jesús envía a sus discípulos más allegados, a sus apóstoles, a ir por el mundo a transmitir la Buena Noticia de que el Reino de  Dios había llegado. Era una misión que debían cumplir a rajatabla y sin demora.

Creer y salvarse

Jesús dice algo que es muy importante. En realidad es lo que debían enseñar a todo aquel que quisiese conocer a Dios mismo hecho hombre: hay que creer en Cristo Jesús porque tal creencia supone, nada más y nada menos, que la salvación eterna.

No creer y condenarse

Sin embargo, también les informa de algo muy importante y que tiene que ver con lo único que debe importar al ser humano: no creer en Él supone, ni más ni manos, la muerte eterna, el Infierno para siempre, siempre, siempre.

JESÚS, queremos creer en Ti, creemos en Ti.

Eleuterio Fernández Guzmán