23 de diciembre de 2017

Nace Juan, el Bautista


Lc 1, 57-66

" 57 Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. 58 Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. 59 Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían  ponerle el nombre de su padre, Zacarías, 60 pero su madre, tomando la palabra, dijo: 'No; se ha de llamar Juan.'
61 Le decían: 'No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre.'
62 Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. 63 El pidió una tablilla y escribió: 'Juan es su nombre.' Y todos quedaron admirados. 64 Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios.
65 Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de
Judea se comentaban todas estas cosas; 66 todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: 'Pues ¿qué será este niño?' Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él."




COMENTARIO

Todo debía cumplirse según lo había establecido Dios. Por eso, Isabel iba a traer al mundo a su hijo, a su único hijo. La que llamaban estéril iba a dar a la humanidad al último profeta de la Antigua Alianza, quien sería el Precursor del Mesías.

Zacarías debía estar, primero, preocupado por su propia situación pero, luego, debía estar esperanzado porque sabía que lo que le había dicho el Ángel iba a suceder como había sucedido todo lo que le había dicho. Y recupera la voz cuando hace Juan dándose cuenta de que aquel hijo suyo era un enviado de Dios.

No es de extrañar, para nada, que todos los presentes se preguntaran qué sería de aquel niño. Y no era nada extraño porque, desde su propia concepción hasta el nacimiento, todo lo sucedido había sido un hecho, verdaderamente, extraordinario y propio, sólo, del poder Dios.


DIOS NUESTRO, PADRE NUESTRO, gracias por darnos un testigo tan fiel como fue Juan el Bautista.

Eleuterio Fernández Guzmán


22 de diciembre de 2017

Magnificat



Lc 1, 46-56

46 Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor 47 y mi espíritu = se alegra en Dios mi salvador = 48 porque = ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, = por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, 49 porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, = Santo es su nombre = 50 = y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. = 51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. 52 = Derribó a los potentados = de sus tronos = y exaltó a los humildes. = 53 = A los hambrientos colmó de bienes = y despidió a los ricos sin nada.
54 = Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia = 55 - como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.»
56 María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
55 - como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham  y de su linaje por los siglos.»
56 María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

COMENTARIO

Cuando María, aquella joven que, pocos días antes, se había manifestado como la esclava del Señor, se encuentra con su prima Isabel y se da cuenta de que sabía lo que había pasado por inspiración del Espíritu Santo, proclama el Magnificat.

Aquella oración, podemos así considerarla, es, sobre todo, de agradecimiento a Dios. Agradece María todo lo que el Todopoderoso ha hecho por la humanidad y cómo ha actuado siempre en su beneficio.

Y lo último también es importante. Y es que María se queda con su prima Isabel, ayudándola, hasta que da a luz a quien sería llamado Juan, de labor Bautista que sería. Y es que María había comprendido muy bien qué suponía ser esclava del Señor.

JESÚS, gracias por tener una Madre tan juiciosa y fiel como María.

Eleuterio Fernández Guzmán


21 de diciembre de 2017

Bendita entre las mujeres


Lc 1, 39-45

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!’”.

COMENTARIO

Cuando el Ángel Gabriel deja a María ella sabe perfectamente lo que tiene que hacer. Una vez conoce que la Encarnación se ha producido en ella sabe que su prima Isabel, allí en Aim Karem, la necesita porque va a tener un hijo y es mujer de edad avanzada. Y acude donde está.

A Isabel le debió soplar al corazón el Espíritu Santo que su prima María venía y que lo hacía acompañada, en su vientre, nada más y nada menos que por el Hijo de Dios. Muy pocas personas sabían que eso era así.

Isabel sabe que su prima María ha sido escogida por Dios para llevar a cabo una misión muy importante. También sabe que María ha creído y que, por eso, todo se va a cumplir.

JESÚS, gracias por tu santísima Madre.



Eleuterio Fernández Guzmán

19 de diciembre de 2017

Cuidado con las dudas de fe


Lc 1,5-25

Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. 

Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: ‘No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los just, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto’. 

Zacarías dijo al ángel: ‘¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad’. El ángel le respondió: ‘Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo’. 

El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: ‘Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres
’”.

  
COMENTARIO

Aquel hombre era uno que lo era de fe. Sacerdote como era también era considerado justo. Y eso, junto a la voluntad de Dios de hacer que la historia de la salvación diese un paso decisivo, hizo que el Ángel Gabriel le comunicase la buena nueva del embarazo de su esposa Isabel, a la que tenían por estéril.

Pero Aquel hombre, sabio, duda de la palabra del Ángel. No es extraño que así hiciese si su fe no era tan acendrada como él creía. ¿Cómo iba a concebir Isabel siendo él tan viejo y ella tan vieja? En realidad, ¿Había perdido la confianza en Dios aquel hombre sabio?

Y le castiga. De parte de Dios le castiga Gabriel. Y queda mudo porque había dudado de lo que le dijera el Ángel, enviado de Dios. Y los demás saben, se dan cuenta, por el rostro con el que debió aparecer ante ellos, que ha tenido una visión. Y él comprendió que, en lo sucesivo, no dudaría más de Dios.


JESÚS, ayúdanos a no dudar como dudó, en su día, el padre de Juan el Bautista.


Eleuterio Fernández Guzmán

18 de diciembre de 2017

José, el fiel


Mt 1,18-24

La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. 

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ‘José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados’. Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: ‘Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: ‘Dios con nosotros’”. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer
”.


COMENTARIO

El evangelista que fuera recaudador de impuestos escribe acerca de un momento muy importante de la historia de la salvación y que tiene mucho que ver con la fe y con la confianza del creyente: José, que se había desposado con María, acepta la voluntad de Dios.

José había decidido repudiar en secreto a María pero el Ángel del Señor se le apareció para hacerle ver lo inconveniente de lo que quería hacer. Y le explica lo mismo que le había dicho a María acerca del Espíritu Santo que iba a poner en el seno de su desposada mujer la semilla divina.

José debió quedar más que impresionado porque ante aquello que le dice el Ángel del Señor, cambia de idea y acepta a María como su esposa. En realidad, aquel enviado de Dios le hizo confirmar aquello que tenía pensado acerca de la mujer con la que había decidido vivir en castidad el resto de su vida.


JESÚS, ayúdanos a tener tanta fe como tuvo José, padre nuestro en la fe.

Eleuterio Fernández Guzmán


17 de diciembre de 2017

Precursor Juan


Jn 1, 6-8. 19-28


Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.  Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: ‘¿Quién eres tú?’  El confesó, y no negó; confesó: ‘Yo no soy el Cristo.’ Y le preguntaron: ‘¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?’ El dijo: ‘No lo soy.’ – ‘¿Eres tú el profeta?’ Respondió: ‘No.’   Entonces le dijeron: ‘¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?’ Dijo él: ‘Yo soy = voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, =  como dijo el profeta Isaías.’  Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: ‘¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?’ Juan les respondió: ‘Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis,  que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia.’ Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando”.


COMENTARIO

Muchos temían la venida del Mesías. La temían porque sabían, los poderosos y conocedores de las Santas Escrituras sí lo sabían, estaban más que seguros que les iba a cantar las cuarenta al respecto de la utilización que habían hecho de la Ley de Dios.

Cuando preguntan al Bautista si es el Cristo esperan que lo sea. Al menos tendrían a alguien a quien perseguir. Sin embargo se quedan con las ganas de echarle mano, entonces, pues bien sabe Juan que no es el Enviado de Dios sino quien lo ha de preceder. Eso también lo sabe.

Juan se sabe nada ante Quien ha de venir. Aquella actitud humilde, profundamente humilde, le vale la admiración de muchos pero también le odian por eso. Pero él, que sabe a qué ha venido al mundo, debió gozar mucho en aquel momento.


JESÚS, ayúdanos a ser humildes como el Bautista.

Eleuterio Fernández Guzmán