15 de octubre de 2016

Confiar en Jesucristo

                                             Sábado XXVIII del tiempo ordinario
Lc 12,8-12

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Yo os digo: Por todo el que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios. Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios. A todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.

‘Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o qué diréis, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir’”.

COMENTARIO

Es bien cierto que una cosa es llamarse discípulo de Cristo y otra serlo cuando las cosas no vienen bien dadas. Y eso sabía el Hijo de Dios que iba a pasar con aquellos que iban a decidir seguirlo. Por eso los anima con palabras como las que aquí traemos hoy.

Confiar en el Mesías es, eso, confiar en el Mesías. Eso ha de querer decir que, cuando se dé el caso de manifestar tal pertenencia espiritual no se puede racanear y negar, tipo Pedro en la noche de la Pasión de Cristo, lo que somos. Entonces, el Hijo de Dios negará haberlo conocido.

Es más, la confianza en tal verdad la manifiesta la que debemos tener en el Espíritu Santo enviado por Dios en Pentecostés. Él nos enseña lo que debemos saber y nos recuerda lo que nunca debemos olvidar. Por eso es muy importante confiar en la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.


JESUCRISTO, ayúdanos a confiar en Ti.



Eleuterio Fernández Guzmán

14 de octubre de 2016

Debemos temer la muerte del alma

Viernes XXVIII del tiempo ordinario
Lc 12,1-7

En aquel tiempo, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse unos a otros, Jesús se puso a decir primeramente a sus discípulos: ‘Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados. Os digo a vosotros, amigos míos: no temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed a aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a ése. ¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos’”.


COMENTARIO

Con la levadura, la masa del pan consigue un tamaño mayor. Por eso Jesucristo utiliza a la misma muchas veces para hablar de la fe que se ha de tener, que ha de ser como tal levadura, que llena y de amplitud. Por eso avisa acerca de la de los fariseos que no es buena.

Jesús nos avisa acerca de aquellos que, al parecer, se conforman con matar el cuerpo. A esos no hay que tenerles miedo. Hay, sin embargo, que tener miedo a los que pueden matar el alma porque la misma es inmortal y si muere lo hace para siempre.

Dios, sin embargo, nos tiene en su corazón y cuida de nosotros. Y eso, que su Hijo lo sabe a la perfección por haber visto al Padre, ha de servirnos para no temer a los que no debemos temer pero a temer a los que sí debemos temer. A esos sí.


JESUCRISTO,  ayúdanos a no caer en la trampa que mata el alma.


Eleuterio Fernández Guzmán

13 de octubre de 2016

Para no sentirse señalado por Cristo

Lc 11, 47-54

“¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis.  Por eso dijo la Sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación.

‘¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido.’

Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca.”

COMENTARIO

La misión que había venido Cristo a llevar a cabo en el mundo requería de tener mucho aplomo y mucha personalidad. Por eso el Hijo de Dios no tiene respeto humano alguno y no tiene comportamientos políticamente correctos: dice lo que debe decir y lo que es necesario que se sepa.

No por casualidad los que no querían ver a Cristo ni en pintura eran de los más poderosos. Por eso cuando el Hijo de Dios les pone, ante sus ojos, la verdad de lo que con ellos pasa, se enfadan tanto y buscan ocasión para acusarlo.

De todas formas, lo que dice Jesús no está nada alejado de la realidad. Ellos se sienten retratados y se dan cuenta de que el pueblo está empezando a entender lo que han sido sus vidas en manos de unos individuos a los que Cristo llama sepulcros blanqueados. Y, entonces, que quieran matarlo no es nada extraño.


JESÚS, ayúdanos a no ser como aquellos que ocultan la Verdad a su prójimo.


Eleuterio Fernández Guzmán


12 de octubre de 2016




Lc 11, 27-28


“Sucedió que, estando él diciendo estas cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: ‘¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!’ Pero él dijo: ‘Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.’

COMENTARIO

Hay quien pudiera pensar que Jesucristo se muestra desabrido con su Madre que, al fin y al cabo, es la Madre de Dios. Sin embargo, es muy importante entender lo que nos quiere decir el Maestro cuando, en apariencia, hace de menos a quien lo trajo al mundo.

En primer lugar, aquellos que le dicen lo que le dicen a Cristo no hacen nada malo. Aquella mujer, en concreto, agradece a María que llevar a Jesús en su seno y que lo criara. Y eso, en sí mismo, no es nada malo.

Jesús, sin embargo, ahonda en aquella situación. En realidad, hace mucho de más a su Madre y no de menos. Y eso es así porque su Madre es quien escucha la Palabra de Dios y la guarda en su corazón poniéndola en práctica. Y eso la pone por encima de su naturaleza de madre, digamos, natural, porque la eleva al mismo Cielo.


JESÚS,  ayúdanos a ser como María, Madre tuya y Madre nuestra por gracia de Dios.

Eleuterio Fernández Guzmán

11 de octubre de 2016

No ser sepulcros blanqueados

Martes XXVIII del tiempo ordinario

Lc 11,37-41

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: ‘¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros’”.

COMENTARIO

No podemos negar que había muchos que querían conocer a Jesús. Sin embargo, entre esos muchos los había que lo invitaban, por ejemplo, a comer, porque era un Maestro con cierta fama y querían presumir de eso.

Aquel fariseo, al parecer, tenía sus cosas muy claras. No entendía cómo era posible que Jesús no cumpliera con las rituales abluciones antes de la comida. Pero Jesús le tenía reservada una sorpresa espiritual que no le iba a gustar mucho.

Aquel hombre quería, sí, limpiar por fuera las manos y la parte del cuerpo que estuviera destinada a tal menester con las abluciones. Sin embargo, según Cristo (y debía ser cierto) no cuidaba tanto el interior, su corazón. Y los llama insensatos porque sabe que, en su interior, no está nada, pero nada, limpios.

JESÚS, ayúdanos a no ser sepulcros blanqueados.



Eleuterio Fernández Guzmán

10 de octubre de 2016

Lo que, al fin y al cabo, valdrá y servirá


Lc 11, 29-32

“Habiéndose reunido la gente, comenzó a decir: ‘Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás.”

COMENTARIO

En tiempos de Cristo, dar una señal de lo que se decía ser era la muestra más cierta y comprensible de que, en efecto, se era lo que se decía que se era. Y a Jesús le piden una señal para creer que es el Mesías enviado por Dios.

Jesús da una pista. Y es que Jonás estuvo tres días en el estómago de una ballena y Él va estar tres días muerto para luego resucitar. Y tal será la señal más evidente de que estaban ante el Hijo de Dios y que lo habían dejado pasar.

Además, hace Cristo una advertencia. Se la hace a los que le escuchaban pero vale también para hoy. Y es que quien no se convierta a Cristo como Hijo de Dios perecerá en el abismo del Infierno por no haber confesado Quién era.


JESÚS, ayúdanos a creer en Ti y tu envío mesiánico.


Eleuterio Fernández Guzmán

9 de octubre de 2016

Dar gracias a Dios




Lc 17, 11-19

“Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: ‘¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!’ Al  verlos, les dijo: ‘Id y presentaos a los sacerdotes.’ Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: ‘¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?  ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?’ Y le dijo: ‘Levántate y vete; tu fe te ha salvado.’”


COMENTARIO

No es poco cierto que, en muchas ocasiones, gozamos con los bienes y dones que Dios nos entrega porque nos ama. Lo que pasa es que, como aquellos que seguían a Jesús para que los curase, da la impresión que no sabemos de dónde vienen.

Jesús, que cumple con lo establecido, dice a los leprosos que acudan a los sacerdotes para que los encargados de certificar la curación lo hagan y puedan integrarse en la sociedad de la que durante su incurable enfermedad habían estado separados.

Dice el texto de San Lucas que de los diez leprosos sólo uno de ellos se volvió para dar gracias. Y, además, era considerado extranjero, por samaritano, por el pueblo judío. Y es que Dios, que no se deja ganar en generosidad, cura y sana a todo aquel que lo necesita.


JESÚS, ayúdanos a dar gracias, a reconocer el auxilio de Dios.



Eleuterio Fernández Guzmán