16 de enero de 2016

Dios salva lo a quien necesita salvación

Sábado I del tiempo ordinario

Mc 2,13-17

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a Él, y Él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: ‘Sígueme’. Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: ‘¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?’. Al oír esto Jesús, les dice: ‘No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores’”.

COMENTARIO

Cuando Jesús escoge a sus discípulos sabe que es posible que a algunos de ellos no lo van a aceptar así, a la primera. Es el caso de Mateo que, siendo recaudador de impuestos para el invasor romano, era tenido como pecador.

Mateo, sin embargo, debe ver algo en Jesús porque lo deja todo y le va. Lo deja todo que es mucho porque, como publicano su nivel de vida sería elevado y tenía muchos bienes materiales. Él, sin embargo, prefiere seguir a Quien le ha pedido que le siga.

Jesús nos enseña algo que es muy importante tener en cuenta: quien no necesita ser salvado porque ha hecho todo lo posible para salvarse… pues no necesita ser salvado. Sin embargo, quien sí lo necesita ha de ser salvado.


JESÚS, ayúdanos a confiar en Ti como lo hizo Mateo.


Eleuterio Fernández Guzmán

15 de enero de 2016

Tener fe hasta el extremo

Viernes I del tiempo ordinario

Mc 2,1-12

Entró de nuevo en Cafarnaum; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y Él les anunciaba la Palabra. 

Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde Él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: ‘Hijo, tus pecados te son perdonados’. 

Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: ‘¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?’. Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: ‘¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate, toma tu camilla y anda?’ Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dice al paralítico-: ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’’. 

Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: ‘Jamás vimos cosa parecida’.

COMENTARIO

La fe quiere y puede

Aquellos amigos que llevan al paralítico saben dos cosas: quieren a su amigo y, luego, confían en el Maestro que está enseñando. Sólo así se entienden que hagan lo imposible para que esté al lado de Aquel que enseñaba con autoridad y hacía lo humanamente no posible.

Saber comprender la fe

Jesús comprende lo que aquellos hombres quieren. Si aman tanto al amigo como para hacer lo que hacen es porque tienen confianza en su persona. Y eso salva al paralítico de seguir siéndolo. La fe de sus amigos y la suya propia.

Descubrir a Cristo

Podemos imaginar la estupefacción de los que veían que una persona  la que conocía como paralítica se levanta y se va caminando. No extraña, para nada, que de sus corazones salga aquello que dice que nunca habían visto cosa parecida.


JESÚS,  ayúdanos a confiar en ti tanto como aquellos amigos del paralítico.



Eleuterio Fernández Guzmán

14 de enero de 2016

Confiar y tener fe

Jueves I del tiempo ordinario

Mc 1,40-45

En aquel tiempo, vino a Jesús un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: ‘Si quieres, puedes limpiarme’. Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: ‘Quiero; queda limpio’. Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: ‘Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio’. 

Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a Él de todas partes.”

COMENTARIO

Aquel hombre, el leproso, lo debía pasar muy mal. Padeciendo una enfermedad como la lepra, quedaba apartado de la sociedad de tal manera que tan sólo podía esperar la muerte. Pero tuvo confianza en al Maestro. Creyó en él y le pidió lo que para otros sería imposible.

Jesús acepta de muy buen grado a quien cree en Él, a quien confía en su persona y acción. No lo hace por orgullo ni nada por el estilo sino porque sabe que aceptarlo a Él y creer en Él es hacer lo propio con Dios. Por eso sana al leproso que le dijo que podía curarlo si quería.

Aquel hombre, el leproso, no podía dejar de anunciar que había sido curado por alguien que tenía la complacencia de Dios, que tenía el poder del Todopoderoso. No extraña nada de nada que, en lo sucesivo, Jesús tuviese que quedarse a las afueras de las ciudades donde iba aunque no le servía para mucho: acudían a Él de todas formas.


JESÚS, ayúdanos a tener la fe del leproso.



Eleuterio Fernández Guzmán

13 de enero de 2016

Y recorrió el mundo…

Lc 1, 29-39

“Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.    La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar  a los demonios, pues le conocían. De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: ‘Todos te buscan.’ El les dice: ‘Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.’ Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.”
               

COMENTARIO

No se puede decir que el Hijo de Dios no se aplicara con diligencia suma al cumplimiento de la misión que se le había encomendado. Por eso ahora lo tenemos en casa de Simón y Andrés donde es necesaria su intervención. Ahora cura a la suegra de Simón. Y ella se puso a servirles… en justo agradecimiento.

Pero Jesús no cesaba de expulsar demonios. Y es que sabía que cuando el Mal se apodera de un alma sólo la intervención divina puede dar al traste con un domino tan malo. Y es que los demonios, que sabían que era el Hijo de Dios, lo conocían y sabían de su poder.

Dice Jesús que para eso “he salido”. Era plenamente consciente de que era el Hijo de Dios y que había venido al mundo a predicar la Buena Noticia y a salvar lo que debía ser salvado.

JESÚS, ayúdanos a creer en tu predicación.


Eleuterio Fernández Guzmán            

12 de enero de 2016

Enseñar con autoridad

Martes I del tiempo ordinario

Mc 1,21-28

Llegó Jesús a Cafarnaum y el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: ‘¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios’. Jesús, entonces, le conminó diciendo: ‘Cállate y sal de él’. Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él. 
Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: ‘¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen’. Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.”

COMENTARIO

Jesús cumplía la misión que le había sido encomendada de una forma muy acertada. Lo decían muchos de los que le escuchaban. Ellos hacían lo propio con una persona a la que atribuían una autoridad muy superior a otros.

No podía  Jesús pasar junto a alguien que estuviese poseído por el Demonio sin querer sanar a la persona que pasaba por aquella situación. Y es lo que hace con aquel hombre. Le manda al demonio que salga de él y, obedeciendo al Hijo de Dios, lo hace.

No ha de extrañar, por tanto, que las personas que vieron aquello quedaran muy sorprendidas. Seguramente nunca habían visto a alguien que tuviera tal poder. Tampoco nos extraña que su fama se extendiese.


JESÚS,  ayúdanos a creer en Ti.



Eleuterio Fernández Guzmán

11 de enero de 2016

Ha llegado el Reino de Dios

Lunes I del tiempo ordinario

Mc 1,14-20

Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: ‘El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva’. Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: ‘Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres’. Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras Él.”

COMENTARIO

Convertirse

Cuando Jesús predica la llegada del Reino de Dios dice algo que tiene que ver, precisamente, con tal Reino: hay que convertirse, cambiar el corazón para poder acceder al definitivo Reino de Dios.

Ir con Cristo

Jesús llama a quien quiera seguirle. No obliga a nadie sino que, simplemente, ofrece la Buena Noticia y el Reino de
Dios. Y, como a los que llamó primero, nos dice que nos va a convertir en pescadores de hombres.

Dejarlo todo por el Hijo
Lo que le pasa a Juan y a Santiago es lo mismo que le ha pasado a muchos otros que han seguido a Cristo. Es lo que nos pide Jesús cuando nos llama. Y, siendo cierto, que no es fácil hacer eso no es menos cierto que muchos sí lo han podido hacer… y lo hacen.

JESÚS,  ayúdanos a ser capaces de seguirte.


Eleuterio Fernández Guzmán

10 de enero de 2016

Dios y Cristo; Cristo es Dios



Lc 3, 15-16. 21-22

“Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: ‘Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego’.

Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo:  ‘Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado’ .”

COMENTARIO

Juan sabía cuál era la misión que se le había encomendado. Bautizaba en el río Jordán porque estaba preparando el camino para la llegada del Mesías a quien Él nombraría como el Cordero de Dios.

Juan el Bautista también sabía que mientras que él mismo bautizada con agua Quien iba a venir lo iba a hacer de una forma muy especial: con Espíritu santo y fuego. Y eso sólo podía querer decir que Quien eso podía hacer era el 
Hijo de Dios enviado por el Padre.

Cuando Jesús sale del río Jordán (bautizado sin necesidad por no tener pecado alguno pero para mostrar qué se debía hacer) Dios manifiesta que es Él quien Dios ha engendrado, que es su Hijo y, en fin, que lo ha enviado al mundo como en su día prometió.

JESÚS,  ayúdanos a afirmar nuestra fe sobre ti y sobre Dios.


Eleuterio Fernández Guzmán