9 de abril de 2011

Cumplir la Escritura

Jn 7,40-53

En aquel tiempo, muchos entre la gente, que habían escuchado a Jesús, decían: ‘Éste es verdaderamente el profeta’. Otros decían: ‘Éste es el Cristo’. Pero otros replicaban: ‘¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo? ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David?’.

Se originó, pues, una disensión entre la gente por causa de Él. Algunos de ellos querían detenerle, pero nadie le echó mano. Los guardias volvieron donde los sumos sacerdotes y los fariseos. Estos les dijeron: ‘¿Por qué no le habéis traído?’. Respondieron los guardias: ‘Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre’. Los fariseos les respondieron: ‘¿Vosotros también os habéis dejado embaucar? ¿Acaso ha creído en Él algún magistrado o algún fariseo? Pero esa gente que no conoce la Ley son unos malditos’.

Les dice Nicodemo, que era uno de ellos, el que había ido anteriormente donde Jesús: ‘¿Acaso nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace?’. Ellos le respondieron: ‘¿También tú eres de Galilea? Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta’. Y se volvieron cada uno a su casa."



COMENTARIO

Además de mostrar gran ignorancia sobre las propias Sagradas Escrituras (que, en efecto, profetizaban que el Salvador vendría de una determinada tribu y de un determinado pueblo, Belén) aquellos que quieren malmeter contra Jesús no cejan en el intento.


Como dijo Jesús había venido a traer una guerra muy especial que ya profetizara el anciano Simeón en el templo (“para ser señal de contradicción” dijo, refiriéndose a Jesús) y consistía en la diferencia existente entre los que creían en Él y los que no creían en Él.


Se estaba tramando su muerte. Nicodemo sale en su defensa porque reconocía, en Jesús, al Cristo, porque tuvo fe en el Hijo de Dios y permaneció, digamos, a su lado espiritual teniéndole confianza.


JESÚS, cuando te prepara tu Pasión pocos te defienden porque no te comprenden o, simplemente, no les conviene comprenderte. Tú eres un Mesías de amor y de misericordia y eso está muy lejos de los corazones que no quieren dejar de ser de piedra para venir a ser de carne. Nosotros queremos creer y tener fe en ti.

Eleuterio Fernández Guzmán

8 de abril de 2011

Venir de Dios

Jn 7,1-2.10.14.25-30


En aquel tiempo, Jesús estaba en Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió no manifiestamente, sino de incógnito.

Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. Decían algunos de los de Jerusalén: ‘¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que éste es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es’. Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: ‘Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que me envió el que es veraz; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado’. Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.



COMENTARIO

Humanamente a Jesús se le conocía como el hijo del carpintero y, por eso mismo, no se le tenía en cuenta lo que hacía porque, a tenor del pensamiento de su época, parecía no venir de linaje importante.

El Hijo de Dios, sin embargo, era eso, exactamente, Hijo de Dios y tal realidad espiritual y real no era asimilada por sus contemporáneos que tenían, muchos, el corazón velado para entender lo que era importante.

Como todo estaba escrito aún no había llegado el momento de detener al Mesías. Sin embargo, aquellos que lo buscaban para darlo a la (in)justicia humana no cejaban en el intento de apresarlo y buscaban cualquier ocasión para echarle mano. Aún no había llegado su hora, dice el texto, y muchos creyeron que quien correspondiera lo había aceptado como Mesías y Cristo.



JESÚS, fuiste enviado por Dios para hacer cumplir su Ley. Por eso muchos te buscaban para llevarte ante el tribunal para que aplicaran la norma que habían tergiversado y juzgarte por algo que era, en realidad, la verdad: eras, eres, el Hijo de Dios y Dios mismo hecho hombre. Pero eso no lo aceptaban.





Eleuterio Fernández Guzmán

7 de abril de 2011

Suele doler la verdad

Jn 5,31-47



En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: ‘Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado.
‘Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios.

‘Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?’
”.

COMENTARIO

Muchas veces se acusaba a Jesús de que, según lo que hacía, era alguien más que un simple profeta. Con ser importante la labor de quien transmite lo que Dios quiere que se sepa, saber que se manifestaba como Hijo del Creador era algo que muchas personas no estaban dispuestas a aceptar.

No aceptaban, entonces, que Jesús era el Hijo de Dios porque no sólo es necesario que se crea en lo que hace el Hijo del Hombre, Mesías enviado por el Padre, sino que hace falta una disposición interior a creerlo.

Es necesario que nosotros purifiquemos nuestro corazón para llegar a confesar que Jesús es el Hijo de Dios y hacerlo con conocimiento de causa cierto y verdadero. De otra forma sólo haremos como si creyéramos en Cristo pero, a la hora de la verdad, será como la semilla que cae en tierra poco fértil y pronto muere.



JESÚS, en realidad sabías que tus contemporáneos tampoco creían en Moisés porque no creían en ti. Si ellos miraban hacia atrás para buscar antecedentes de su fe en los que apoyar su creencia no lo hacían en verdad porque si lo hubieran hecho así te habrían encontrado en los escritos de sus profetas.





Eleuterio Fernández Guzmán

6 de abril de 2011

Jesús es Dios

Jn 5,17-30


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ‘Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo’ Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios.

Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: ‘En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace Él, eso también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que Él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis. Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida.

‘En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado’
”.

COMENTARIO

De muchas cosas se le acusaba a Jesús. No era la más importante que curara en sábado sino, sobre todo, que se tuviera por hijo de Dios en cuando tenerlo por Padre. Eso era materia de enfrentamiento directo con el Maestro.

Jesús sabía que era Quien era y eso no lo podía evitar ni ocultarlo. Lo hacía con la palabra y con los hechos. Por eso tenía que transmitir que era importante creer en Él porque así se creía en Dios que era lo que, en verdad, le importaba y sabía de importancia total.

Hace Jesús una llamada a los que le oyen o puedan escucharlo: de lo que se haga al respecto de escuchar o no la voz del Hijo, que es escuchar la voz del Padre, depende la vida eterna de quien así lo haga. No es poco porque, en verdad, debería ser lo único que nos importara.


JESÚS, eres Dios hecho hombre y tal realidad espiritual y real debía, y debe, ser conocida y, sobre todo, creída. No se trata, por tanto, de algo que tenga poca importancia sino, muy al contrario, vital para nuestras vidas. Actuar, así, haciendo lo que corresponde a un hijo de Dios, ha de ser, seguro, bien aceptado por el Creador.





Eleuterio Fernández Guzmán

5 de abril de 2011

El hombre y el sábado

Jn 5,1-3.5-16

Era el día de fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betsaida, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: ‘¿Quieres curarte?’. Le respondió el enfermo: ‘Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda. Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.

Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: ‘Es sábado y no te está permitido llevar la camilla’. Él le respondió: ‘El que me ha curado me ha dicho: ‘Toma tu camilla y anda’. Ellos le preguntaron: ‘¿Quién es el hombre que te ha dicho: ‘Tómala y anda?’’. Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: ‘Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor’. El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.



COMENTARIO


Era muy recurrente, para los judíos, hacer mención al tema del sábado en el que nada se podía hacer. Era, digamos, el día de fiesta para el pueblo elegido y nada bueno se hacía si se hacía algo que se saliera de lo establecido.

Jesús no entendía así las cosas sino que ponía, por delante de normas y leyes humanas la misericordia divina y todo lo que eso significada: poner el bien por delante de las formas pero no porque el fin justificara los medios sino porque el fin era hacer el bien.


A aquel hombre que estaba enfermo nadie le ayudaba. No había misericordia alguna para con él porque, seguramente, creían que era un pecador y por eso estaba enfermo. Jesús negaba tal relación y, por eso mismo lo cura sin pensar si era sábado u otro día de la semana. El bien por encima del mal.


JESÚS, tener misericordia con el prójimo era una de las enseñanzas que viniste a traer al mundo. Aquellos hermanos de fe tuyos no lo entendían igual y preferían tener más en cuenta la ley y las normas que en el hecho mismo de hacer el bien. Pero tú eso no lo querías y así lo enseñabas.



Eleuterio Fernández Guzmán

4 de abril de 2011

Tener fe

Jn 4,43-54

“En aquel tiempo, Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.

Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: ‘Si no veis señales y prodigios, no creéis. Le dice el funcionario: ‘Señor, baja antes que se muera mi hijo’. Jesús le dice: ‘Vete, que tu hijo vive’.

Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: ‘Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre’. El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: ‘Tu hijo vive’, y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea."



COMENTARIO


Como en otras veces alguien se dirige al Mesías porque sabían lo que había hecho en otros lugares. Esperaban, seguramente, algo extraordinario porque, a veces, lo que le piden se sale de la normal solución de temas comunes u ordinarios.


Aquel funcionario muestra algo que a Jesús, en materia de fe, le gusta mucho: la perseverancia. No se va a su casa porque el Maestro le diga que sólo quieren ver algún tipo de señal para creer. Sigue a Jesús y le insiste, con fe, que quiere que haga algo por su hijo que está muy enfermo. Orar, pues, con insistencia a Dios es lo necesario para sus hijos.


Jesús ama la insistencia en pedir para otros. No se trata de algo egoísta sino, al contrario, de tener en nuestro corazón las necesidades del prójimo. Así lo amamos como a nosotros mismos y por eso mismo Jesús le hace la merced de salvar al hijo del funcionario: tuvo ve y la fe, ahora también, había salvado a su descendencia.



JESÚS, algo hay que siempre te vence: el amor, la fe, la perseverancia en demandar algo para alguien ajeno a nosotros mismos. Así te pasó otras veces porque tal enseñanza la trajiste en tu venida al mundo, Dios hecho hombre. Fe, amor y amor y fe... con tales instrumentos espirituales te ganamos para nuestra causa.



Eleuterio Fernández Guzmán

3 de abril de 2011

Ciegos voluntarios

Jn 9,1-41

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: ‘Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?’. Respondió Jesús: ‘Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo’. Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: ‘Vete, lávate en la piscina de Siloé’ (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo.


Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: ‘¿No es éste el que se sentaba para mendigar?’. Unos decían: ‘Es él’. ‘No, decían otros, sino que es uno que se le parece’. Pero él decía: ‘Soy yo’. Le dijeron entonces: ‘¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?’. Él respondió: ‘Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: ‘Vete a Siloé y lávate’. Yo fui, me lavé y vi’. Ellos le dijeron: ‘¿Dónde está ése?’. El respondió: ‘No lo sé’.


Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego. Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. Él les dijo: ‘Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo’. Algunos fariseos decían: ‘Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado’. Otros decían: ‘Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?’. Y había disensión entre ellos. Entonces le dicen otra vez al ciego: ‘¿Y tú qué dices de Él, ya que te ha abierto los ojos?’. Él respondió: ’Que es un profeta’.

No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les preguntaron: ‘¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?’. Sus padres respondieron: ‘Nosotros sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo’. Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: ‘Edad tiene; preguntádselo a él’.


Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: ‘Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador’. Les respondió: ‘Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo’. Le dijeron entonces: ‘¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?’. Él replicó: ‘Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?’. Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: ‘Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es’. El hombre les respondió: ‘Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada’. Ellos le respondieron: ‘Has nacido todo entero en pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?’. Y le echaron fuera.


Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: ‘¿Tú crees en el Hijo del hombre?’. El respondió: ‘¿Y quién es, Señor, para que crea en él?’. Jesús le dijo: ‘Le has visto; el que está hablando contigo, ése es’. Él entonces dijo: ‘Creo, Señor’. Y se postró ante Él. Y dijo Jesús: ‘Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos’. Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: ‘Es que también nosotros somos ciegos?’. Jesús les respondió: ‘Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: ‘Vemos’ vuestro pecado permanece’
!.


COMENTARIO

Aquellos que buscaban poner en un compromiso a Jesús porque, a lo mejor, había curado en sábado, eran, ciertamente, personas que se creían celosas de la ley. Sin embargo, no habían llegado a entender el verdadero significado de la misma.


En otras ocasiones Jesús dice que el sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado porque lo que importa es mostrar misericordia a favor del ser humano y no actuar ciegamente con los preceptos de la Ley de Dios.


Muchas veces nosotros mismos también permanecemos ciegos ante la Ley de Dios porque no nos conviene lo que nos dice. Perdonar al que nos ofende y tener misericordia para quien la necesita está muy lejos, en determinadas ocasiones, de nuestro pensamiento mundano y egoísta. Somos, así, ciegos voluntarios que no queremos ver lo que tanto tendríamos que ver.



JESÚS, querías actuar de forma misericordiosa y te importaba poco lo que otros, alejados del verdadero sentido de la Ley de Dios, dijesen. Conoces el verdadero significado de los preceptos divinos y eso es más que suficiente como para que sigamos tus pasos hacia el definitivo reino de Dios, el Creador.



Eleuterio Fernández Guzmán