2 de febrero de 2019

Ante Dios, el Hijo


Lc 2, 22-35.39-40

“22 Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, 23 como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor 24 y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. 25 Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. 26 Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. 27 Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, 28 le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: 29 «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; 30 porque han visto mis ojos tu salvación, 31 la que has preparado a la vista de todos los pueblos, 32 luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». 33 Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. 34 Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: ‘Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción - 35 ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones’. 39 Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40 El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.”

COMENTARIO

Cumpliendo con la ley establecida, María y José llevan a Jesús al Templo para ofrecérselo a Dios. Y, para recuperarlo para sí, ofrecen el sacrificio que los pobres podían ofrecer. Hay quien, sin embargo, sabe más, incluso, que los padres del Hijo de Dios. Y es que Simeón es un anciano que ha entregado a Dios su vida. Espera, porque lo sabe, que la salvación de Israel llegue al mundo. Por eso, cuando se da cuenta de que aquel niño es Quien iba a venir para salvación del hombre, se alegra y goza con aquel momento. Por eso nos dice el texto de San Lucas que aquel Niño, Dios hecho hombre, con sus padres, creció en sabiduría. Y no nos extraña nada que la gracia de Dios estuviera con Él porque era Dios hecho hombre.


JESÚS, gracias por haber sabido cumplir con tu misión.

Eleuterio Fernández Guzmán


1 de febrero de 2019

El Reino de Dios

Mc 4,26-34

En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: ’El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega’. 

Decía también: ‘¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra’. Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado
”.


COMENTARIO

Jesús sabe que es muy importante que sus discípulos entiendan dónde van a ir cuando mueran o, mejor, dónde deben querer ir cuando mueran. Por eso muchas veces les habla del Reino de Dios y los prepara para el mismo.

El Reino de Dios está entre los hombres. Es más, Cristo es el mismo Reino de Dios. Pero crece entre los hombres sin que ellos se den cuenta porque está en sus corazones de donde sale al mundo a manifestarse. Y si el fruto es bueno, lo recoge Dios en su corazón.

El caso es que el Reino de Dios pudiera parecer pequeño porque no se ve. Sin embargo, es tan grande que, cuando se desarrolla en el corazón de un ser humano puede cobijar todo el amor del mundo y toda misericordia sale de su seno.


JESÚS, ayúdanos a aceptar tu Reino en nuestra vida.


Eleuterio Fernández Guzmán


31 de enero de 2019

Se nos medirá según midamos nosotros



Mc 4,21-25

En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: ‘¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero? Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto. Quien tenga oídos para oír, que oiga’.

Les decía también: ‘Atended a lo que escucháis. Con la medida con que midáis, se os medirá y aun con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará
’”.

COMENTARIO

Dios nos da unos talentos o, también, nos dona unas posibilidades que podemos llevar a cabo en nuestra vida. Así, parte de su bondad la tenemos con  nosotros a través de hacer rendir a los mismos.

Lo que hagamos con ellos no es, en absoluto, cosa en exclusiva,  nuestra porque los demás tienen derecho a favorecer sus vidas por el rendimiento que hagamos de ellos. Siendo luz, de la manera que sea, no podemos esconderla debajo de los muchos celemines con los que caminamos hacia el definitivo reino de Dios para escapar, siquiera un momento, a la voluntad del Creador.

Sin embargo, no podemos olvidar que para Dios ha de tener en cuenta aquello que hagamos con lo que nos entrega. Si presumimos, de la forma que sea, de lo que creemos tener, incluso eso se nos quitará porque tal no era la voluntad de Dios. Al contrario, a quien en verdad tenga Amor se le dará más porque habrá demostrado seguir el querer de Dios.






SEÑOR,  bien dices que según nos comportemos con los demás así se nos tendrá en cuenta. Tu voluntad es que te amemos sobre todas las cosas y a nuestro prójimo, también creación tuya, como a nosotros mismos. Ayúdanos a no olvidar que lo que Tú quieres es más importante que lo que nosotros queremos y es, en verdad, lo que debemos hacer. Así nos lo tendrás en cuenta a la hora de nuestro particular juicio.






Eleuterio Fernández Guzmán

30 de enero de 2019

Ser buena tierra


Mc 4,1-20

En aquel tiempo, Jesús se puso otra vez a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: ‘Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó enseguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento’. Y decía: ‘Quien tenga oídos para oír, que oiga’.
Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. El les dijo: ‘A vosotros se os ha dado comprender el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone’. 

Y les dice: ‘¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la Palabra. Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos. De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumben enseguida. Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento’”.

COMENTARIO

Como sabemos, Jesús utilizaba la parábola para transmitir la doctrina santa de Dios. Y tomaba de la vida ordinaria los ejemplos con los que iba a llegar al corazón de aquellos que le escuchaban y, ahora mismo, a los que escuchamos su Palabra. Y es que Jesús sabía que aquellos que le escuchaban no entendían del todo lo que pretendía explicar. Por eso en un aparte les explica a sus apóstoles el sentido de aquella parábola del sembrador que tanta importancia tiene para entender correctamente el sentido de la fe de sus discípulos. Por eso, a cada uno de nosotros nos corresponde ser tierra donde ha de caer la semilla de la Palabra de Dios. El Creador nos da libertad para aceptarlo o no aceptarlo. Pero, al fin y cabo somos libres para aceptar la vida eterna y, por eso mismo, debemos dar buen fruto.


JESÚS, ayúdanos a ser buena tierra donde pueda fructificar la Palabra de Dios.

Eleuterio Fernández Guzmán


29 de enero de 2019

Cumplir la Voluntad de Dios



Mc 3,3 1-35

En aquel tiempo, llegan la madre y los hermanos de Jesús, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: ‘¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan’. Él les responde: ‘¿Quién es mi madre y mis hermanos?’. Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: ‘Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre’”.


COMENTARIO

No era extraño que María fuera a buscar a Jesús. A lo mejor quería que descansara un poco de su ministerio porque sabía que lo hacía con la voluntad de Dios apoyándolo. Por eso podemos decir que no tenía tiempo ni para comer.

Van a buscarlo. Entonces se produce una situación que no podemos extrañar que se la considere algo rara. Pudiera dar la impresión de que Jesús está despreciando a su Madre, a su Santa Madre. Pero, como es de imaginar, eso no puede ser así.

Jesús sabe que, incluso sobre el vínculo de sangre está otro superior que nos relaciona con Dios, nuestro Padre y Señor. Por eso conviene escuchar que nos dice que cumplir la voluntad de Dios nos hace, de verdad, hermanos suyos.


JESÚS, ayúdanos a cumplir la voluntad de Dios.

Eleuterio Fernández Guzmán


28 de enero de 2019

No debemos pecar nunca contra el Espíritu Santo

Mc 3, 22-30

“22 Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: ‘Está poseído por Beelzebul’ y ‘por el príncipe de los demonios expulsa los demonios’. 23 El, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: ‘¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? 24 Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. 25 Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. 26 Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. 27 Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa. 28 Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. 29 Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno’. 30 Es que decían: ‘Está poseído por un espíritu inmundo’”.


COMENTARIO

A nadie se le puede ocurrir que Satanás actúe contra sus propios intereses. Por eso es extraño que hubiera quien atribuyera a Jesucristo el actuar como, digamos, discípulo del Maligno si expulsaba a demonios de personas que eran poseídas por ellos. Por eso el Hijo de Dios ha de advertir que debemos tener el corazón fuerte para evitar ser poseídos por el Mal. Y, es más, nos advierte de que podemos pecar, sí, y lo hacemos y haremos mucho porque así es nuestra naturaleza pero lo que nunca podemos hacer es pecar contra el Espíritu Santo porque tan pecado no se perdona nunca, ni en esta vida ni en la otra.

JESÚS,  gracias por advertirnos acerca del pecado contra el Espíritu Santo.


Eleuterio Fernández Guzmán

27 de enero de 2019

Así pasó


Lc 1, 1-4; 4, 14-21


“Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido. Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. Él iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos. Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva,  me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos’ y proclamar un año de gracia del Señor’. Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él.  Comenzó, pues, a decirles: ‘Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.’”

COMENTARIO

Lo último que dice Jesucristo después de comentar el texto del Antiguo Testamento es, verdaderamente, crucial. Y es que, como olía hacer allí donde iba, entró en la sinagoga para escuchar pero, también, para hablar si tal era el caso. Y lo fue cuando le entregaron el pasaje del profeta Isaías. Y es que aquel hombre que, inspirado por el Espíritu de Dios, quiso dejar por escrito lo que pasaría, sabía, como podemos ver, que en un futuro habría quien podría decir lo que ahora estaba diciendo el Hijo de Dios. Y muchos, como estamos más que seguros, supieron que lo que decía era cierto y verdad.


JESÚS, gracias por proclamar la Verdad con tu Palabra.


Eleuterio Fernández Guzmán