25 de junio de 2011

En ti confío, Señor

25 de junio de 2011


Mt 8,5-17

“En aquel tiempo, al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: ‘Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos’. Dícele Jesús: ‘Yo iré a curarle’. Replicó el centurión: ‘Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace’. Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: ‘Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes’. Y dijo Jesús al centurión: ‘Anda; que te suceda como has creído’. Y en aquella hora sanó el criado.


Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle. Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; Él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: ‘Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades’.


COMENTARIO


Muchas personas se le acercaban a Jesús porque querían que les sanase de alguna enfermedad y que les diera, con tal sanación, una vida mejor. Eso mismo hizo aquel centurión que se preocupaba por su criado.


Pedir por los demás, por las necesidades de los demás, es una forma cristiana de tener en cuenta la fe que se tiene y algo que Dios ha de tener en cuenta para nuestro bien. Y Jesús tiene en cuenta, siempre, la fe que tiene quien le pide su intervención.


La suegra de Pedro sirvió a Jesús en cuanto le curó de su enfermedad. No se fue a pregonar lo que le había hecho el Maestro sino que, agradecida, no pensó más que en agradecer el favor recibido.



JESÚS, muchas personas querían que les sanases de sus diversas enfermedades. Sin embargo, eres, sobre todo, Médico del corazón y procuras la limpieza del alma. Por eso mismo tenías, y tienes, tanto en cuenta la fe con la que la persona se dirige a ti.




Eleuterio Fernández Guzmán

24 de junio de 2011

El Bautista

Lc 1,57-66.80


“Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: ‘No; se ha de llamar Juan’. Le decían: ‘No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre’. Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados.
Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios.

Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: ‘Pues ¿qué será este niño?’. Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.”



COMENTARIO


Jesús tenía que tener un precursor a la altura de Quien iba a venir para salvar al mundo y ser el Cordero de Dios. El Bautista, primo de Jesús, había sido suscitado por Dios para que fuera tal persona.

El Ángel del Señor le había dicho a Zacarías que quedaría mudo por haber dudado de su palabra. Volvería a poder hablar cuando hubiera nacido su sucesor al que, además, tenía que poner el nombre de Juan.

Dice la Escritura Santa que el niño creía y su espíritu se iba fortaleciendo. Además, vivió en el desierto, retirado del mundo y acercándose a Dios quien, en su momento oportuno, lo envío a anunciar a Cristo.

JESÚS, tu primo Juan, hijo de Isabel y Zacarías, había saltado en el vientre de la hermana de tu Madre cuando María fue a visitarla tras haber dado el fiat al Ángel Gabriel. Cuando se manifestó a Israel lo hizo para anunciarte. Fue el último profeta del Antiguo Testamento.

Eleuterio Fernández Guzmán

23 de junio de 2011

Creer, de verdad, en Dios

Mt 7,21-29


“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Y entonces les declararé: ‘¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!’.
‘Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina’.
Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas".



COMENTARIO


Es común pensar que orar es suficiente como para que Dios tenga en cuenta nuestras peticiones. Eso Jesús sabe que no es así porque bien podemos estar actuando de forma distinta a como tenemos la realidad de nuestro corazón.

Hacer la voluntad de Dios es la verdadera medida de la creencia en Dios. Así, lo que más debería importarnos es, en sí misma considerada, seguir la voluntad del Creador antes que hacer como que creemos sin creer.
Jesucristo es la roca firme sobre la que debemos cimentar nuestra vida espiritual y, así y por eso mismo, material. Apoyándonos en la piedra que desecharon los arquitectos es la única manera de llevar una vida verdadera cristiana.


JESÚS, cree en Dios ha de ser el único camino que debemos seguir. Por eso no basta con orar porque, aunque sea necesario hacerlo, cumplir con la voluntad de tu Padre es lo que, en verdad, importa.



Eleuterio Fernández Guzmán

22 de junio de 2011

Falsos profetas

Mt 7,15-20


“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis’”.


COMENTARIO


Conocer a las personas por su forma, interior, de ser, era algo que Jesucristo tenía por costumbre llevar a cabo. Sabía lo que cualquiera tenía en su corazón porque, como era Dios hecho hombre, sabe lo que hay en lo secreto.

El fruto de las personas es aquello que hacen las mismas y sobre lo que se puede saber su comportamiento según se haga. Por eso dice Jesús que es por los frutos por aquello que se conoce al ser humano. y, por eso, exactamente por eso, los lobos pueden tener piel de oveja para engañar a los fieles creyentes en Dios.

La bondad y la maldad están muy relacionada con lo que cada cual tiene en su corazón. El destino final, la vida eterna, depende, al fin y al cabo, de lo que cada cual haga en su vida.


JESÚS, la bondad del corazón de cada persona es fundamental para que Dios considere que se está cumpliendo su voluntad. Por eso nos dices que es muy importante actuar de forma correcta y de acuerdo a la misma. De otra forma no podremos ser considerados dignos hijos de Dios.





Eleuterio Fernández Guzmán

21 de junio de 2011

Entrar en la Vida Eterna

Mt 7,6.12-14


“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen. Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran’”.



COMENTARIO

Los consejos que da Cristo son, a veces, bastante clarificadores acerca de la doctrina que debe seguir un discípulo suyo. La Verdad, al parecer, no puede caer en malas manos porque, seguramente, sólo serviría para hacerla de menos.

Jesús recomienda algo que siempre es útil y que puede sacar de muy malos momentos a las personas: haz lo que quieras que te hagan. De proceder siempre así muchos conflictos se evitarían y se daría al traste con malos momentos.

La Vida Eterna no tiene, por lo aquí dicho, la puerta muy ancha. Es decir, que no se entra de cualquiera manera. Hay que perder mucho de lo malo que nos adorna para poder entrar en el definitivo Reino de Dios; quitar, de nuestro corazón, lo que no puede gustar a Dios para presentarse ante Él.




JESÚS, querías, y quieres, que tus discípulos, sepan a qué atenerse y a qué parte de la realidad arrimarse para no quemarse con la falsa verdad del mundo. En la Vida Eterna bien sabes que se entra con el corazón limpio y, por eso mismo, muchos se alejan de ti.







Eleuterio Fernández Guzmán

19 de junio de 2011

Salvación eterna

Jn 3,16-18

“En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: ‘Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.

COMENTARIO

Nicodemo era un discípulo de los que se dicen que eran secretos. Era un judío importante y, seguramente, no quería que se supiese que seguía a Jesús y que estaba de acuerdo con lo que decía.

Jesús pone en el conocimiento de Nicodemo algo muy importante: Dios tiene la intención de que el mundo se salve del abismo en el que ha caído y, por eso mismo, ha enviado a su Hijo. No juzgará sino que salvará.

Es necesario, obligado, creer. Es bien cierto que no se trata de ninguna imposición de Dios sino, en todo caso, una buena recomendación si es queremos que la vida eterna, para nosotros, sea posible. Es más, quien cree en Jesucristo se salvará y quien no crea tiene un juicio ya terminado.


JESÚS, sabes que lo mejor para tus hermanos en la fe y, en general, para todo ser humano creación de Dios, es la vida eterna. Pero no es fácil, digamos, alcanzarla porque algo tenemos que hacer y no podemos dejar nuestra fe escondida bajo el celemín. Nicodemo también le pregunta por eso y obtiene la respuesta más perfecta: creer es salvarse.



Eleuterio Fernández Guzmán