10 de diciembre de 2011

Cumplir la voluntad de Dios y padecer









Sábado II de Adviento







Mt 17,10-13





“Bajando Jesús del monte con ellos, sus discípulos le preguntaron: ‘¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?’. Respondió Él: ‘Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo. Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos’. Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista.”





COMENTARIO





Aquellos que acompañaban a Jesús no entendían muchas de las cosas que decía el Maestro. Les costaba porque lo sobrenatural del comportamiento de Cristo no es fácil de llevar al corazón.





Preguntaban por las profecías que se habían hecho a lo largo de los siglos acerca de que el profeta Elías tendría que volver. Sin embargo lo que no entendían es que no volvería el mismo Elías sino, en todo caso, su espíritu a ponerlo en práctica otra persona. Aquella persona era Juan el Bautista.





Al Bautista no lo recibieron, muchos, con agrado porque les decía lo que no tenían que hacer. Eso es lo que le pasó con Herodes y fue lo que le costó la Vida. A Cristo tampoco lo recibieron todos como profeta sino, en todo caso, como una persona que les decía lo que no querían escuchar.









JESÚS, tus discípulos eran, a veces, duros de corazón y no comprendían bien las cosas que les decías. Actuaban como hombres carnales sin darle importancia al espíritu que en ellos moraba. Nosotros, en muchas ocasiones, somos también apóstoles y, como aquellos otros nosotros no comprendemos porque no nos conviene comprender.







Eleuterio Fernández Guzmán







9 de diciembre de 2011

Cumplir la voluntad de Dios

 

Viernes II de Adviento





Mt 11,13-19



“En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: ‘¿Pero, con quién compararé esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado’. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Demonio tiene’. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras’”.





COMENTARIO



Cuando los judíos no querían escuchar a un profeta solían terminar por matarlo. Era una manera de proceder que se repitió muchas veces a lo largo de la historia del pueblo elegido por Dios para llevar su Palabra al mundo.



Con Juan el Bautista no podían hacer otra cosa. Desde su predicación en el río Jordán les decía que no estaban siguiendo un buen camino y que debían enderezar tales sendas porque, de no hacerlo así, no llegaría al definitivo Reino de Dios. Y eso le costó la vida.



Jesús les dice a los que le están escuchando que la generación en la que está viviendo es, casi, como los niños que son caprichosos y que no saben lo que quieren y creen que se ha de hacer aquello que ellos mismos entienden como bueno y benéfico para sus vidas aunque se aparte de la voluntad de Dios.







JESÚS, a los que te escuchan dices lo que no quieren escuchar porque no les conviene, como seres mundanos, escuchar. Sin embargo tú viniste para cumplir una misión y la cumpliste a la perfección: poner negro sobre blanco acerca de la Verdad.









Eleuterio Fernández Guzmán





8 de diciembre de 2011

¡Qué gracia tan grande ser cristiano!




Pronto llegará, de nuevo, la Navidad. Podría parecer festividad repetitiva pues, cada año, cuando llega, para muchos pueden ser momentos que, como siempre, vienen; que, como siempre, vuelven a ser. Por eso, es posible que algunos, llevados por una fe poco profunda, entiendan que es mejor no prestar mucha atención a este tiempo luminoso a la par que dador de esperanza.

Como sabemos, es la gracia un “don o favor que se hace sin merecimiento particular; concesión gratuita” de Dios al hombre. Por eso, aquellos que nos consideramos hijos de Dios por haber sido creados a su imagen y semejanza, no podemos, sino, sentir agradecimiento porque, precisamente en este tiempo de luz, recibimos ese singular regalo para el alma que es ponernos, por su bondad y misericordia, en el camino de la salvación, hacia su Reino yendo. 

El Beato Juan Pablo II, en la Misa de Navidad de 1997, vino a decir que “¡El nacimiento del Mesías! Es el acontecimiento central en la historia de la humanidad. Lo esperaba con oscuro presentimiento todo el género humano; lo esperaba con conciencia explícita el Pueblo elegido”. 

Pero, por si lo dicho, por parte del Papa polaco, no fuera suficiente, en el Ángelus del 15 de diciembre de 2002 dijo que “La Navidad es por excelencia fiesta de la familia, pues Dios, al nacer en una familia humana, la eligió como primera comunidad consagrada por su amor”. 

¡Y qué gran verdad es esto! 

Porque de nuevo llegará la Navidad. Tiempo, éste, de memoria por el bien hecho por Dios al hombre; tiempo, éste, de traer al hoy lo que, a lo largo de los siglos, ha supuesto el nacimiento, revivido, del hijo de María que, precisamente por eso, es hermano nuestro (o, mejor, nosotros hermanos suyos) y ella Madre nuestra. Es Madre que, soportando el miedo primerizo de enfrentarse al inesperado bien divino supo permanecer, en aquellos momentos de espanto ante el mundo, como la fiel entre las fieles, libre de manifestar, por eso mismo, su voluntad aquiescente a que la de Dios se hiciera persona. 

Pero, entonces, ¿qué ofrecemos al mundo en este tiempo fuerte para el espíritu?

“En Navidad nuestro espíritu se abre a la esperanza contemplando la gloria divina escondida en la pobreza de un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre: es el Creador del universo reducido a la impotencia de un recién nacido”. 

Con estas palabras, Benedicto XVI, acompañaba el Mensaje de Navidad del año 2005 con esa certera verdad. También, en su Carta Encíclica Spe Salvi (5) nos ayuda a comprender tanto la necesidad de no perder la esperanza como la obligación, grave para un cristiano, de no olvidar Quién viene, de nuevo, a nacernos. “En todo, y al mismo tiempo por encima de todo, hay una voluntad personal, hay un Espíritu que en Jesús se ha revelado como Amor”. 

Y es ese Espíritu el que nos regala, nos entrega, nos da, el don de la gracia que supone el nacimiento de Jesús, ese Emmanuel del que, otra vez, recordaremos su estancia eterna entre nosotros. 
“Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo” son las palabras que recoge Mateo en su evangelio (Mt 28,20) dichas por el Maestro.

Y ahora, en estos días, rememoramos, para no olvidarlo, que la gracia de Dios nos nace. Y nos nace a nosotros, que lo recibimos, con ansia de no perderlo más entre los afanes del mundo porque, aunque que sea para todos, Juan también, en su evangelio, dijo que “Vino a su casa, y los suyos no la recibieron” (Jn 1, 11)

Y se refería a la Palabra que era la luz. A Jesús, a la gracia hecha hombre.




Eleuterio Fernández Guzmán




Publicado en Acción Digital





Inmaculada María


 



La Inmaculada Concepción de la Virgen María









Lc 1,26-38





“En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.





Y entrando, le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’. Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: ‘No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin’. María respondió al ángel: ‘¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?’. El ángel le respondió: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios’. Dijo María: ‘He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra’. Y el ángel dejándola se fue"







COMENTARIO





Dice el texto del evangelio de San Lucas que María, una joven de Nazaret, se conturbó cuando se presentó ante ella. No extraña tal reacción pues no suele ser normal que el Ángel del Señor se presente cada día a nadie.





María, sin embargo, supo reaccionar y escuchó lo que le decía Gabriel. Ante lo que le dice que va a pasar sólo puede decir sí. Aquel fiat lo llevaba María en su corazón desde su misma, e inmaculada, concepción. Dios la había elegido desde la eternidad y así se cumplió su designio.





La actitud de María es la propia de aquellos que se dicen hijos de Dios y se comportan como tales ante la expresión de su voluntad. Asentir al Creador es lo único que, propiamente, puede hacer quien se considera hijo suyo. Otra cosa es hacer traición a quien te creó.







JESÚS, tu madre, joven judía que esperaba la salvación de Israel, dijo sí a Dios y, así, viniste al mundo para salvarnos. Aquel gesto de María fue decisivo para la historia de la humanidad. ¡Qué gozo saber que tu madre es, también, nuestra madre!







Eleuterio Fernández Guzmán





7 de diciembre de 2011

Humildad y mansedumbre



Miércoles II de Adviento


Mt 11,28-30

“En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: ‘Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera’.

COMENTARIO

Jesús vino a salvar y a sanar. A salvar a los que estaban perdidos y alejados de la mano de Dios y a sanar a los que estaban enfermos por el pecado. Y su misión era la que, exactamente, cumplió.

Jesús es quien da descanso al que está cansado porque es el corazón misericordioso de Dios. Acompaña a quien no puede caminar por falta de ímpetu espiritual o porque no se siente con fuerzas suficientes como para avanzar por la senda que lleva al definitivo Reino de Dios.

Jesús es manso y quiere que sus discípulos sean mansos; Jesús es humilde y anhela que aquellos que le siguen sean humildes y así se comporten. No busca la ostentación ni decir que es más que los demás sino, al contrario, llevar la carga de nuestra vida y soportar nuestro propio yugo.


JESÚS,  tu humildad y mansedumbre sirven de ejemplo a los que quieren seguirte. Con tales virtudes eres el Hijo que ama al Padre y se siente nada ante el Creador y cumple su voluntad. Nosotros, sin embargo, en muchas ocasiones no somos humildes sino soberbios y no mansos sino que nos revolvemos contra el Padre.


Eleuterio Fernández Guzmán


6 de diciembre de 2011

El Buen Pastor





Martes II de Adviento







Mt 18,12-14





“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños’.







COMENTARIO





Tener en cuenta que Jesús es el Buen Pastor es importante para reconocerle la importancia que tiene en nuestras vidas y para no olvidarlo nunca. Cristo cuida de nosotros como quien sabe que somos importantes para Él.





Cuando nos perdemos por el pecado y nos salimos del redil en el que Dios nos mantiene somos como la oveja perdida que cree que puede vivir ella sola en medio del monte. No confía en quien la cuida y, aunque sea por instinto, se escapa de entre sus manos.





Dios no quiere, lo dice Jesús, que nos perdamos ninguno de sus hijos. Semejanza suya creada y de la que dijo que era “muy buena”, nos ama por encima de todas las cosas.









JESÚS, eres el Buen Pastor que buscas a las ovejas perdidas porque nos amas más que nada en el mundo. Nosotros, sin embargo, no te queremos lo suficiente algunas ocasiones cuando nos perdemos voluntariamente.











Eleuterio Fernández Guzmán







5 de diciembre de 2011

Cristo hace lo que sólo Dios hace



Lunes II de Adviento

Lc 5, 17-26

“Un día que Jesús estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de Él. Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: ‘Hombre, tus pecados te quedan perdonados’.

Los escribas y fariseos empezaron a pensar: ‘¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?’. Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: ‘¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te quedan perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dijo al paralítico- ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles’.

COMENTARIO

Aquel que tiene el corazón de piedra se preocupa por cosas que no son importantes como, por ejemplo, poner por delante de la vida de las personas algún tipo de preocupaciones legales o normativas.

Jesús sabe que es muy importante el amor hacia el prójimo y no puede hacer otra cosa que lo que hace: cura a la persona por la que tanta preocupación y confianza en Él han puesto sus amigos. Son ejemplo, tales personas, de lo que es para Dios alguien que sabe quien es importante.

El Hijo de Dios glorifica a Dios, su Padre, haciendo aquello que hace. Por eso decían aquellos que vieron la curación y perdón de los pecados del paralítico que habían visto cosas increíbles porque sólo Dios puede hacer lo que hizo Cristo.


JESÚS,  confías en aquellos que confían en ti y tienen la fe suficiente como para saber que harás cosas extraordinarias y que, con ellas, darás gloria a Dios porque actúa contigo y a través de ti. A nosotros, sin embargo, nos falta la fe suficiente, algunas veces, como para seguirte hasta tal extremo.


Eleuterio Fernández Guzmán


4 de diciembre de 2011

Orar y responder a Dios








No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor! 


Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura. 
No obstante, con el Salmo 138 también se pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:
“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno” 


Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios. 

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar, amistad, amor… son formas de expresar nuestra filiación divina y, de paso, de lanzar las redes para que, como pescadores de hombres, caigan en el Amor de Dios aquellas personas que, por decirlo así, quieren ser iguales nuestros pero con una cercanía al Padre impagable con bienes humanos pero remunerable con una remuneración espiritual que llena el corazón de dicha y de gozo. 

Dice san Pedro, en su primera epístola (1, 22-25), que “Habéis purificado vuestras almas, obedeciendo a la verdad, para amaros los unos a los otros sinceramente como hermanos. Amaos unos a otros con corazón puro, pues habéis sido reengendrados de un germen no corruptible, sino incorruptible, por medio de la Palabra de Dios viva y duradera”. Y responder a la llamada de Dios, orando si es necesario para darse cuenta de la misma, es hacerlo con un fin claro: ser trabajadores de la mies del Señor.

Dice Jesús en el evangelio de San Mateo (9, 37-38) que “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. 

Orar, entonces, tanto para escuchar sobre uno mismo como para reclamar, para los demás, lo que Dios quiere para ellos y que sea recibido con gozo y con un corazón preparado para ser quien labre los campos del Señor porque orar también es responder al Creador. 




Eleuterio Fernández Guzmán






Publicado en Acción Digital

Cristo viene




Mc 1,1-8

“Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Conforme está escrito en Isaías el profeta: ‘Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas’.

Apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

Juan llevaba un vestido de piel de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y proclamaba: ‘Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo’”.


COMENTARIO

Dios suscitó un profeta grande en la Antigua Alianza. Juan el Bautista, primo de Juan, fue elegido por el Creador para anunciar a Quien tenía que venir. Necesitaba que se comprendiese que era importante no seguir caminando fuera de la senda que lleva al definitivo Reino de Dios.

Juan bautizaba para que los pecados de los bautizados quedaran perdonados. Era quien había elegido Dios para servir de unión entre un tiempo de alianza y otro.

Juan anuncia al que tiene que venir. Es tan grande que no merece, cree el Bautista, desatarle las sandalias porque se sabe nada ante el Cordero de Dios. Así, mientras que él bautiza con agua Quien tiene que venir lo hará con fuego y con Espíritu Santo.


JESÚS,



Eleuterio Fernández Guzmán