7 de diciembre de 2011

Humildad y mansedumbre



Miércoles II de Adviento


Mt 11,28-30

“En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: ‘Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera’.

COMENTARIO

Jesús vino a salvar y a sanar. A salvar a los que estaban perdidos y alejados de la mano de Dios y a sanar a los que estaban enfermos por el pecado. Y su misión era la que, exactamente, cumplió.

Jesús es quien da descanso al que está cansado porque es el corazón misericordioso de Dios. Acompaña a quien no puede caminar por falta de ímpetu espiritual o porque no se siente con fuerzas suficientes como para avanzar por la senda que lleva al definitivo Reino de Dios.

Jesús es manso y quiere que sus discípulos sean mansos; Jesús es humilde y anhela que aquellos que le siguen sean humildes y así se comporten. No busca la ostentación ni decir que es más que los demás sino, al contrario, llevar la carga de nuestra vida y soportar nuestro propio yugo.


JESÚS,  tu humildad y mansedumbre sirven de ejemplo a los que quieren seguirte. Con tales virtudes eres el Hijo que ama al Padre y se siente nada ante el Creador y cumple su voluntad. Nosotros, sin embargo, en muchas ocasiones no somos humildes sino soberbios y no mansos sino que nos revolvemos contra el Padre.


Eleuterio Fernández Guzmán


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