17 de noviembre de 2012

Diócesis para Dios y para el hombre


 









La Iglesia diocesana tiene un día en el que recordamos, de manera especial, la labor que realiza la misma. Este año es el domingo 18 de noviembre.  

El lema de este año es “La Iglesia contribuye a crear una sociedad mejor. Ayuda a tu parroquia, ganamos todos” y nos pone sobre la mesa lo que supone para nosotros pertenecer a una de las muchas diócesis que componen la Iglesia católica.

Deberíamos preguntarnos qué celebramos cuando celebramos el Día de la Iglesia Diocesana porque es importante conocer qué debemos hacer por pertenecer a ella.

Así, en primer lugar, necesitamos saber que cada uno de nosotros, católicos, formamos parte de la Iglesia Diocesana y que, por eso mismo, es obligación grave tomar parte en aquello que desde la misma se nos demande sin cicaterías ni excusas que sólo nos alejan de nuestros hermanos en la fe.
Sostener económicamente a la Iglesia Diocesana es, también, un deber que no podemos dejar de lado ni olvidar. Sostenemos, en realidad, lo que es nuestro a lo que pertenecemos y, aunque sea por egoísmo, debemos hacerlo.

Pero tampoco podemos olvidar la labor que se hace desde la Iglesia Diocesana porque sin ella no seríamos lo que somos y, aunque los tiempos en los que nos ha tocado vivir buscan, muchas veces, alejarse la Esposa de Cristo, no por ello vamos a dar la espalda a quien se ocupa, espiritualmente, de nuestras almas.

Dice, por otra parte, el lema citado arriba que “La Iglesia ayuda a crear una sociedad mejor”. Y no es poco cierto esto porque desde que fue fundada por Jesucristo y el Hijo de Dios diera las llaves de la misma al apóstol que tanto sufrió por traicionarlo, no ha venido haciendo otra cosa que preparar el camino que nos lleva al definitivo Reino del Creador. La tal Iglesia, la católica, es, pues, el seno donde crecemos espiritualmente. Y, dentro de ella, la que lo es Diocesana, es nuestra Madre a la que no podemos olvidar ni dejar de lado porque al mundo venga bien que así lo hagamos.

Sabemos, si nos referimos a algo concreto, que nuestra Iglesia Diocesana nos propone a Jesucristo y, lo que es muy importante, al Evangelio como un instrumento espiritual que nos ayuda a vivir y a tener una existencia plena y gozosa. Pero también, que nos hace sentir personas marcadas, para bien, con una ascendencia divina y que, por lo tanto, somos hijos de Dios que viven y conviven en una determinada diócesis que debemos amar aunque, a veces, no estemos de acuerdo con los pastores que, como seres humanos, también pueden equivocarse.

Tampoco podemos dejar de lado, dentro de la labor que hace la Iglesia Diocesana, el inmenso bien que se hace desde el bautismo de nuestros hijos hasta que, cuando Dios quiere, somos llamados para acudir a su casa o, ¡ay! al Purgatorio (y esperemos que no al infierno) Allí está nuestra Diócesis y allí está quienes la conforman.

Y todo eso lo celebramos, especialmente, ahora mismo.

Debemos, pues, celebrarlo no haciendo sólo mención y recuerdo de la misma sino, siendo más concretos en lo que hacemos y, en fin, poniendo de nuestra parte todo lo que somos capaces de poner al hacer rendir los talentos que Dios nos entrega a cada uno de nosotros.

La Iglesia contribuye a crear una sociedad mejor”. Y es bien cierto.

Ayuda a tu parroquia. Ganamos todos”. Y es bien necesario. Y justo.


Eleuterio Fernández Guzmán

Publicado en Análisis Digital

La oración como medio y remedio




Sábado XXXII del tiempo ordinario


Lc 18,1-8

“En aquel tiempo, Jesús les propuso una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer. ‘Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: ‘¡Hazme justicia contra mi adversario!’. Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme’’.

Dijo, pues, el Señor: ‘Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a Él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?’”.

COMENTARIO

Como judíos, aquellos que vivían en tiempos de Cristo, tenían en la oración una aliada para dirigirse a Dios. Al menos tal forma de actuar era la que, en esencia, querían seguir y con la que estaban de acuerdo.  Pero, a lo mejor no eran tan perseverantes como creían.

Jesús recomienda la oración. No la recomienda como algo esporádico sino que lo hace de tal forma que es fácil entender que se ha llevar a cabo de forma continua y sabiendo que somos escuchados por Dios. Pedir y dar gracias ha de ser nuestra forma ordinaria de vivir.

Nos dice Jesús, a tal respecto, que Él ha de volver a venir y que, entonces, espera encontrar personas justas en la tierra. Tal serán las que se salvarán. Por eso la oración es una recomendación y un consejo que deberíamos seguir siempre.


JESÚS, nos recomiendas oración porque es importante que oremos a Dios y nos dirijamos al Padre. Sin embargo, en demasiadas ocasiones olvidamos que es importante y la dejamos de lado.




Eleuterio Fernández Guzmán


16 de noviembre de 2012

Lo que, de verdad, nos debería importar




Lc 17, 26-37

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero el día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste.

‘Aquel día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará. Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada». Y le dijeron: «¿Dónde, Señor?». Él les respondió: ‘Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres’”.

COMENTARIO

Alguien podrá sostener la idea según la cual no se nos ha avisado acerca del porvenir que nos espera. Es decir, que no sabemos, en realidad, qué va a pasar cuando tenga que pasar.

Jesús, sin embargo, a lo largo de su vida pública, hace uso, en muchas ocasiones, de la palabra para advertir sobre lo que, más allá de nuestro ahora, cuando vuelva Él mismo, va a suceder. Y, seguramente, no será muy bueno para muchas personas que, entonces, hayan abandonado a Dios de forma definitiva.

Dice tanto Jesús en este texto de San Lucas… Por ejemplo, que lo más importante es conservar la vida espiritual y no la material; que es mejor perder la vida entregándola por los demás, por ejemplo, a no ser egoísta; y que, también, que el cuerpo es corruptible pero no el alma…



JESÚS, gracias a tus avisos deberíamos tener en cuenta lo que nos puede suceder si seguimos determinadas conductas. Sin embargo, en demasiadas ocasiones no hacemos el mínimo caso a los mismos.




Eleuterio Fernández Guzmán


15 de noviembre de 2012

Cristo es el Reino




Jueves XXXII del tiempo ordinario

Lc 17, 20-25

“En aquel tiempo, los fariseos preguntaron a Jesús cuándo llegaría el Reino de Dios. Él les respondió: ‘El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: ‘Vedlo aquí o allá’, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros’.

Dijo a sus discípulos: ‘Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: ‘Vedlo aquí, vedlo allá’. No vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación’”.

COMENTARIO

Era difícil entender que el Reino de Dios no llegaría de la forma que muchos esperaban y que no era otra que con un tropel de tropas para vencer al enemigo invasor del pueblo judío. Muchos, además, no querían otro Reino de Dios distinto a ése.

Jesús sabe que Él es el Reino. Dice, por eso mismo, que ya está entre aquellos otros nosotros el tan ansiado y anhelado Reino de Dios. Dice “ya está” porque, en efecto, con la venida del Mesías, el Creador se manifestó al mundo de forma perfecta.

Queda, sin embargo, una realidad que esperar: el Reino de Dios será perfecto cuanto, precisamente, el Enviado sea perseguido, padezca y muera en la cruz de forma injusta. Entonces se cumplirá todo lo escrito en las Sagradas Escrituras como expresión de la voluntad de Dios.

JESÚS, cuando viniste, por primera vez, al mundo, se cumplió la promesa de Dios. Entonces muchos no comprendieron ni estuvieron de acuerdo contigo. Y eso, muchas veces, es lo que manifestamos nosotros.




Eleuterio Fernández Guzmán


14 de noviembre de 2012

Agradecer a Dios los bienes


Miércoles XXXII del tiempo ordinario

Lc 17,11-19

“Un día, de camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: ‘¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!’. Al verlos, les dijo: ‘Id y presentaos a los sacerdotes’.

Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: ‘¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?’. Y le dijo: ‘Levántate y vete; tu fe te ha salvado’".

COMENTARIO

Podemos estar enfermos de muchas cosas. Y no sólo físicamente sino, más que nada, moralmente. Y nuestras enfermedades pueden llevarnos, directamente, al infierno que, como sabemos, es bien cierto que existe.

Aquellos hombres padecían una enfermedad discapacitante socialmente hablando. La lepra apartaba de la sociedad a quien la padecía. Y buscaban remedio donde podían encontrarlo que no era más que en Jesús. Y quedaron curados.

Todos, sin embargo, no acudieron a dar gracias a Quien los había sanado y, socialmente, integrados en la sociedad. Sólo uno de ellos acudió raudo a dar las gracias a Cristo. Y, además, era extranjero para los judíos. Por eso Jesús salva a todo el que quiere salvarse.

JESÚS, los salvaste a todos pero sólo uno de ellos te dio las gracias. Y eso, muchas veces, nos pasa a nosotros que no acudimos a ti a agradecerte lo mucho y bueno que nos haces.




Eleuterio Fernández Guzmán


13 de noviembre de 2012

La perversión de la Ley








Sabemos que el poder establecido, desde el principio de los tiempos de la organización del ser humano, ha tenido la tendencia a extralimitarse en sus funciones y, con ello, a elaborar normas a su gusto y antojo para mantener, más que nada, la situación a su favor.

Algunas de estas normas están en contra de principios morales elementales y, también, de los que tienen un contenido religioso. Se ataca, así, una doctrina que es seguida y amada por millones de personas.

A veces lo que se establece está tan en contra de lo arriba citado que bien podemos definir a tales normas como intrínsecamente perversas que son aquellas que no tienen que ser cumplidas porque su cumplimiento estaría en contra de tales principios morales y religiosos básicos y, por eso mismo, no prescindibles.

No hay, a este respecto, otra propuesta que se tenga que aceptar porque lo que es inaceptable no tiene razón de ser aceptado.

Por otra parte, nuestro modo de proceder ha de estar de acuerdo con unos valores, con unos principios, que sostienen nuestra forma de ver la vida. Y esa forma de ver la vida no es una invención del momento, ni está traída a nuestra existencia por la casualidad ni por la modernidad. Tampoco puede tratarse de una adaptación a cada circunstancia como si se tratara de algo hecho por el hombre. No. Esto no puede ser así.

Muy al contrario de lo dicho, lo que nos une, lo que hace universal a lo católico, es ese hilo que tiende, desde las Sagradas Escrituras, una conexión entre la humanidad y que se basa, sobre todo, en una conducta, en un proceder, en un decir y hacer de Aquel que vino, que había venido como dijo Él mismo, para perfeccionar la Ley de Dios y no para derogarla; y no para derogarla, repito.

Por lo tanto, nadie está en el derecho de preterir la norma divina por el mero hecho de ostentar un interino poder y un humano comportamiento. Por eso no podemos permanecer de brazos cruzados cuando, por ejemplo, se elabora y se exige el cumplimiento de la ley del aborto (se llame como se llama la misma y se pretenda lo que se pretende con ella) porque es bien conocido quién pervierte la realidad de las cosas, qué se pervierte y por qué se pervierte. Y colaborar con tal perversión no está al alcance de ningún cristiano, aquí católico, ni excusa alguna puede permitir tal cosa.

Un día el que esto escribe oyó, en programa televisivo, al filósofo Fernando Savater decir que el problema que tenía la jerarquía eclesiástica es que no estaban de acuerdo con el hecho de que la sociedad no siguiese sus indicaciones. Esto dicho como si la Verdad fuera un programa establecido por unas personas en el seno de la Conferencia Episcopal Española y hecha a su antojo.

Y cosas como este tipo de pronunciamientos son las que dañan a la Fe porque atentan contra el sentido mismo que tiene aquella y ponen, como quien dice, a los pies de los caballos a las personas que, entregando su vida por los demás, hacen del trabajo que realizan el ejercicio de un instrumento en manos de Dios.

No podemos, por lo tanto, dejar que las circunstancias que se están tratando de imponer se impongan por el mero hecho de tener que responder sí a un poder totalitario porque sea un poder establecido ni aunque se haya establecido con la fuerza de las urnas y de unas elecciones regladas y legítimas.

Las leyes, por eso, que son intrínsecamente perversas no deben ser cumplidas ni siquiera porque hayan sido elaboradas por el César y esté separado de Dios. La separación la establece, en todo caso, quien quiere dejar apartado al Creador de su existencia y del convivir social porque supone sostener un compromiso moral muy elevado y una exigencia alta de entrega a la voluntad de Dios que, como sabemos, no siempre es fácil llevar a cabo.

Pero la Ley, la de Dios, es la Ley de Dios.


Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Soto de la Marina

Hacer lo que debemos hacer




Martes XXXII del tiempo ordinario

Lc 17, 7-10

“En aquel tiempo, el Señor dijo: ‘¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: ‘Pasa al momento y ponte a la mesa?’. ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?’. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer’’”.

COMENTARIO

Es bien cierto que, como personas, queremos o tenemos la tendencia a que se reconozca lo que hacemos. Es natural, en nuestra naturaleza mortal, que busquemos, seguramente,  el agradecimiento y la gloria del mundo.

Las cosas, para Dios, son un tanto distintas, porque el Creador, que todo lo es y todo lo tiene, no ha de querer, para nosotros, una gloria mundana tan efímero y que queda aquí, en el mundo, cuando marchamos del mismo.

Debemos considerar nuestra situación en el mundo pero con relación a Dios. Nosotros ni somos nada comparados con el Todopoderoso ni podemos hacer nada sin Cristo. Por eso nos conviene que hagamos lo que debemos con arreglo a su voluntad ni no a la nuestra.

JESÚS, una cosa es lo que queremos hacer y llevamos a cabo y otra, muy distinta, es la que sustentaría en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Buscamos, sin embargo, lo que no nos corresponde buscar.




Eleuterio Fernández Guzmán

12 de noviembre de 2012

Grandes avisos de Cristo






Lc 17,1-6

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Cuidaos de vosotros mismos.

‘Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, le perdonarás’.

Dijeron los apóstoles al Señor; ‘Auméntanos la fe’. El Señor dijo: ‘Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el mar’, y os habría obedecido’·".

COMENTARIO

Cuidado con causar escándalo a los pequeños en la fe...

Corrige al hermano en la fe que se ha equivocado...

Nos conviene aumentar la fe...



JESÚS,  gracias por hacer unas recomendaciones que nos viene más que bien para la vida eterna.



Eleuterio Fernández Guzmán


11 de noviembre de 2012

No ser falsos


 
Domingo XXXII (B) del tiempo ordinario

Mt 25,1-13

“En aquel tiempo, dijo Jesús a las gentes en su predicación: ‘Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa’.

Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: ‘Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir’”.


COMENTARIO

Jesús sabía que había muchas realidades espirituales que no eran comprendidas por aquellos que le seguían. Sin embargo, siempre trata de hacerles ver lo importante que son algunas de ellas.

No gusta mucho al Hijo de Dios el que se pretenda ocupar los primeros puestos en la sociedad. En realidad, como todo lo de este mundo acaba perdiéndose y se apolilla supone un amontonamiento que no tiene sentido alguno. Los últimos serán los primeros y, lógicamente, los primeros serán los últimos. 

Es muy fácil, por otra parte, desprenderse de lo que a uno le sobra. No le damos valor y, por lo tanto, tampoco lo tiene que lo hagamos por un fin, aunque sea, caritativo, porque en el fondo de nuestro corazón existe el convencimiento de estar dando lo que no queremos. Y eso lo tiene en cuenta Dios para avisarnos de qué es lo que no debemos hacer de cara a la vida eterna.


JESÚS,  Tener en cuenta lo que en verdad nos importa está muy alejado, a veces, de nuestro pensamiento que mira, las más de las veces, a los supuestos bienes de este mundo.



Eleuterio Fernández Guzmán