4 de julio de 2015

Odres nuevos para vino nuevo



Sábado XIII del tiempo ordinario

Mt  9,14-17

En aquel tiempo, se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: ‘¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?’. Jesús les dijo: ‘¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido, y se produce un desgarrón peor. Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan’”.

COMENTARIO

Es bien cierto que las costumbres judías eran muy seguidas por la gran mayoría de miembros del pueblo elegido por Dios. Prácticas como el ayuno, por ejemplo, eran tenidas por cruciales para comprender la fe de sus miembros.

Sin embargo Jesús sabe que las cosas han de ser de otra forma y que así, con tales costumbres, no llegarán al corazón de Dios. Por eso enseña la forma correcta de llevar a cabo ciertos comportamientos.

Jesús trae lo nuevo. Y lo nuevo no es otra cosa que la Ley de Dios en su comprensión perfecta. Lo que pasaba era que con la forma de entender la misma por parte de muchos judíos no podía en Creador ocupar un sitio, de verdad, en sus corazones. Por eso Jesús predica acerca de los nuevos corazones, de la savia nueva, del vino nuevo. Y tal corazón, tal savia y tal vino requiere de unos depósitos espirituales también nuevos.

JESÚS, ayúdanos a tener el corazón preparado para albergar tu amor y tu misericordia.


Eleuterio Fernández Guzmán



3 de julio de 2015

Felices los que creen sin ver porque ellos creen



Jn 20,24-29

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: ‘Hemos visto al Señor’. Pero él les contestó: ‘Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré’». 

Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: ‘La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: ‘Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente’. Tomás le contestó: ‘Señor mío y Dios mío’. Dícele Jesús: ‘Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído’”.


COMENTARIO

Cuando Jesús se apareció a los Apóstoles por primera vez Tomás no estaba allí. Seguramente habría salido fuera de la casa donde estaban escondidos por miedo a los judíos a llevar a cabo alguna labor importante para ellos. Pero no estaba.

Cuando conoce que Jesús se ha aparecido no lo cree. No tiene fe y duda de que eso haya pasado. Necesita ver y tocar para creer. Y actúa así porque, al no haber visto al resucitado no concibe la idea de que eso sea posible.

Pero Jesús lo sorprende. No sólo vuelve a aparecer sino que le dice a Tomás que haga lo que decía que iba a hacer. Y Tomás, como pasaría con Pablo, cae del caballo de su increencia y cree. Y Jesús define la fe de forma perfecta: creer sin ver, confiar sin tener que tocar.


JESÚS, ayúdanos a creer sin ver, a tener verdadera fe.



Eleuterio Fernández Guzmán

2 de julio de 2015

No dudar nunca de Cristo



Jueves XIII del tiempo ordinario

Mt 9,1-8

En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: ‘¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados’. Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: ‘Éste está blasfemando’. Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: ‘¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’’. Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.’”

COMENTARIO

Jesús era llamado por aquellos que lo necesitaban de verdad. Por eso hacía lo que, a ojos de los hombres, era imposible de comprender. Y aquel hombre necesitaba mucha ayuda pues padecía de parálisis que era, por decirlo así, una causa de apartamiento de la sociedad en la que vivía.

Jesús le perdona los pecados. Eso lo hace porque en su forma de ver las cosas, la de su cultura, quien está enfermo lo está porque ha pecado él o su familia. Sin embargo, Jesús sabe que eso no es así. Y le perdona los pecados. Pero algunos de ellos saben que eso sólo lo puede hacer Dios y a Jesús no lo tiene por el Padre.

Ante la cerrazón espiritual de los que tienen duro el corazón Jesús hace lo que les ha de abrir los ojos: le dice al paralítico que ande. Lo cura de aquella enfermedad terrible. Eso, al menos, hizo ver a algunos que Dios estaba con Aquel Maestro que enseñaba con autoridad.


JESÚS, ayúdanos a no dudar nunca de Ti.


Eleuterio Fernández Guzmán

1 de julio de 2015

Al encuentro del necesitado de verdad



Miércoles XIII del tiempo ordinario


Mt 8,28-34

“En aquel tiempo, al llegar Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: ‘¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?’. Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le suplicaban los demonios: ‘Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos’. Él les dijo: ‘Id’. Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término’”.


COMENTARIO

Es bien cierto que lo que Jesús quería no era, siempre, lo que querían aquellos que le rodeaban. Pero el Hijo de Dios quería cumplir con la misión que Dios le había encomendado que no era otra que salvar a los que necesitaban salvación.

Jesús sabía que los endemoniados eran personas que, por eso mismo, habían sido tomados por el Maligno, por sus demonios. Necesitaban una ayuda muy especial, una oración muy profunda y, por decirlo así, la intervención directo del Creador con todo su poder.

Sin embargo, había muchos que no querían que se les estropeara el negocio que hacían. Aquellas personas trabajan con cerdos y la buena acción de Jesús les había perjudicado en el trabajo. Preferían su propio bien antes que el beneficio de alguien tan necesitado como aquel endemoniado. No tenían amor ni sentían misericordia.


JESÚS, ayúdanos a prefería el bien del prójimo a nuestros intereses egoístas.



Eleuterio Fernández Guzmán

30 de junio de 2015

El poder de Dios


Martes XIII del tiempo ordinario

Mt 8,23-27

En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: ‘¡Señor, sálvanos, que perecemos!’. Díceles: ‘¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?’. Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: ‘¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?’”.

COMENTARIO

Alguno podría decir y sostener que a Jesús le importaba poco la vida de aquellos con los que iba en aquella barca. Sin embargo, nada de eso es cierto ni verdad. Lo que pasaba es que sabía que podía solucionar pronto aquello.

Los que iban con Jesús le seguían porque lo querían. Sin embargo, como eran seres humanos tenían el miedo que se espera de quien va en una barca y está a punto de hundirse. Nada de eso debería extrañar a nadie.

Sin embargo, Jesús sabe que quien tiene fe no puede tener miedo. Y les echa un pequeño rapapolvo para que se den cuenta que la fe puede contra lo malo de su vida y que, con ella, pueden sobreponerse a lo que les pueda pasar. Pero deben tenerla.


JESÚS, ayúdanos a confiar en Ti siempre, siempre, siempre.

Eleuterio Fernández Guzmán


29 de junio de 2015

Saber quién es Cristo



Mt 16,13-19

“En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: ‘¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?’. Ellos dijeron: ‘Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas’. Díceles Él: ‘Y vosotros ¿quién decís que soy yo?’. Simón Pedro contestó: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo’. Replicando Jesús le dijo: ‘Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos’”.

COMENTARIO

Nosotros sabemos que Jesucristo lo conocía todo de todos. Es decir, que si por él fuera no tendría que hacer preguntas como la que hace y que recoge este texto del evangelio de san Mateo. ¿Quién dicen que soy?

Es cierto que, como muchas personas no tenían un conocimiento completo de las Sagradas Escrituras judías no acababan de entender que Jesús era el Mesías que había de venir. Pero Pedro, aquel hombre que luego negaría a Jesús tres veces lo sabía. Y si eso era sí era porque se lo había revelado el Espíritu Santo.

A Pedro Jesús le hace un encargo muy grande: quiere que sea sobre quien se edifique la Iglesia que va a constituir. Es más, le entrega las llaves de la misma para que ate y desate o, lo que es lo mismo, para que establezca lo que está de acuerdo a la voluntad de Dios y lo que no.


JESÚS, ayúdanos a reconocerte y a amarte.


Eleuterio Fernández Guzmán

28 de junio de 2015

La fe del creyente







Mc 5, 21-43


“Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: ‘Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva.

Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.

Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto.

Pues decía: ‘Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.’ Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: ‘¿Quién me ha tocado los vestidos?’  Sus discípulos le contestaron: ‘Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: "¿Quién me ha tocado?"‘ Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le  contó toda la verdad. El le dijo: ‘Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.’

Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: ‘Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?’  Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: ‘No temas; solamente ten fe.’

Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: ‘¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida.’ Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los  suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: ‘= Talitá kum =‘, que quiere decir: ‘Muchacha, a ti te digo, levántate.’  La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor.  

Y es insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.”


COMENTARIO
                         
También en el evangelio de san Marcos (el que muestra más hechos extraordinarios de parte de Jesús) se muestra, en muchas ocasiones, lo que supone la fe para Jesús y, así, para Dios. Los dos casos de este texto son muestra de lo que supone la misma.

Aquel hombre, Jairo, estaba muy preocupado por su hija. Sabía que iba a morir y que sólo podía acudir a Jesús. Nadie más podía hacer nada. Seguramente eso le dijeron los médicos. También se lo dijeron los que le dieron la noticia de la muerte de su hija. Lo mismo sucede en el caso de la hemorroísa. Ambas personas tienen confianza en Jesús y por eso acuden al Maestro.

La fe es para Jesús algo tan importante, tan crucial en la vida de un hermano suyo, de un hijo de Dios, que supone, directamente, la salvación para sí o para quien se reclame ayuda. En aquel tiempo, en aquellos primeros tiempos, la fe tenía efecto directo en beneficio de quien se buscaba beneficio.


JESÚS, ayúdanos a tener fe; ayúdanos a no olvidarte y acudir a Ti.


Eleuterio Fernández Guzmán