23 de noviembre de 2018

¡Cuidado con la ira de Dios!



 Lc 19, 45-48

“45 Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, 46 diciéndoles: 'Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!' 47 Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, 48 pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.”


COMENTARIO

Este texto del Evangelio de San Lucas muestra una serie de evidencias que no pueden ser tenidas por no puestas. Y es que, por ejemplo, había muchos cuya vida diaria dependía de lo que se hiciese, en cuanto negocio, en el Templo de Jerusalén. Y esos se enfadan mucho cuando el Hijo de Dios echa a muchos con cajas destempladas.

Buscaban matarle. Esto es algo más que terrible porque supone que había quien quería que Jesucristo dejara este mundo de una forma más que rápida. Pero lo malo de esto era que lo querían porque perjudicaba el negocio y la usura.

Había algo que no podían soportar aquellos poderosos, aquellos “notables”: que el pueblo, al escuchar a Jesús estuviera muy pendiente de lo que hacía. Y es que hacían eso porque sabían que enseñaba con verdadera sabiduría y no como los supuestos sabios.


JESÚS, ayúdanos a no tergiversar el sentido de la Voluntad de Dios.


Eleuterio Fernández Guzmán


22 de noviembre de 2018

Lágrimas de Dios


Lc 19,41-44

"En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: '¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita'".


COMENTARIO

Desde que Dios le dijo a Abrahám que dejara todo lo suyo y siguiera por el camino que le diría, el pueblo escogido por el Creador para ser el suyo, había estado esperando la llegada del Mesías que tenía que liberarlo de tantas miserias humanas como estaban pasando.

Llegó Jesús al mundo pero el pueblo no lo recibió. Algunos, sin embargo, sí creyeron en Él y se salvaron pero la gran mayoría hizo caso omiso a sus santas palabras y advertencias.

Jesús llora porque sabe lo que va a pasar con Jerusalén, la ciudad santa. Se entristece porque, a sabiendas de lo que va a pasar, parece que nada puede hacer para evitarlo salvo predicar y que algunos se salven de la muerte eterna.

JESÚS, lloras por tu pueblo porque lo amas. Ayúdanos a no estar ciegos ante tus palabras.



Eleuterio Fernández Guzmán

21 de noviembre de 2018

Cuidado con los talentos


Lc 19, 12-13.15-26

Jesús dijo esta parábola: ‘Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir la investidura real y volverse. Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: ‘Negociad hasta que vuelva’.
'Y sucedió que, cuando regresó, después de recibir la investidura real, mandó llamar a aquellos siervos suyos, a los que había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. Se presentó el primero y dijo: ‘Señor, tu mina ha producido diez minas’. Le respondió: ‘¡Muy bien, siervo bueno!; ya que has sido fiel en lo mínimo, toma el gobierno de diez ciudades’. Vino el segundo y dijo: ‘Tu mina, Señor, ha producido cinco minas’. Dijo a éste: ‘Ponte tú también al mando de cinco ciudades’. Vino el otro y dijo: ‘Señor, aquí tienes tu mina, que he tenido guardada en un lienzo; pues tenía miedo de ti, que eres un hombre severo; que tomas lo que no pusiste, y cosechas lo que no sembraste’. Dícele: ‘Por tu propia boca te juzgo, siervo malo; sabías que yo soy un hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré; pues, ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al volver yo, lo habría cobrado con los intereses’.

'Y dijo a los presentes: ‘Quitadle la mina y dádsela al que tiene las diez minas’. Dijéronle: ‘Señor, tiene ya diez minas’. ‘Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. ’'.


COMENTARIO

Dios nos da talentos. Quiere que hagamos uso de ellos porque, en verdad, nos los da en beneficio de nuestras personas y, claro está, también en beneficio de nuestro prójimo.

A cada cual nos da una serie de dones y talentos que podemos hacer fructificar o no. Está de nuestro lado tal opción pues el Creador nunca obliga a hacer uso de ellos aunque, es de creer, que se apena porque no hagamos el correcto uso de los mismos.

Este texto puede parecer terrible porque pudiera dar la impresión de que Dios es uno que lo es terrible. Sin embargo, es a nosotros a quien corresponde situarse en un lado o en otro de su vida y su Amor.


JESÚS, ayúdanos a hacer rendir nuestros talentos.

Eleuterio Fernández Guzmán


20 de noviembre de 2018

Salvados por la llamada de Dios




Lc 19,1-10

En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: ‘Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa’. Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. 

Al verlo, todos murmuraban diciendo: ‘Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador’. Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: ‘Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: ‘Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido
’”.

COMENTARIO

Aquel hombre, Zaqueo, sabía que algo debía cambiar en su vida. Era consciente de haber robado a sus semejantes en el desempeño de su labor de recaudador de impuestos y eso le hacía sufrir. Buscaba salvación y perdón y él lo sabía. Pero también lo sabía Jesús.

Cuando sabe que Jesús iba a pasar cerca de su casa y hace lo posible para verlo. Se sube a un árbol porque era bajo de estatura física (pero también moral) y se queda allí mirando. Tiene miedo porque sabe que es un pecador. Pero Jesús también lo sabe.

El Hijo de Dios, que había venido a salvar lo que necesitaba salvación sabía que Zaqueo necesitaba mucho aquel momento. Lo llama porque sabe que él quiere salvarse. Y, a pesar de que los demás murmuran porque saben que es un pecador aquel hombre, Jesús sabe que debe entrar en su casa para que se salve. Y eso hace.


JESÚS, ayúdanos a responder a tu llamada.

Eleuterio Fernández Guzmán


19 de noviembre de 2018

Querer ver a Cristo para salvarse


Lc 18, 35-43


“35 Sucedió que, al acercarse él a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; 36 al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. 37 Le informaron que pasaba Jesús el Nazoreo 38 y empezó a gritar, diciendo: ‘¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!’ 39 Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’ 40 Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: 41 ‘«¿Qué quieres que te haga?’ Él dijo: ‘¡Señor, que vea!’ 42 Jesús le dijo: ‘Ve. Tu fe te ha salvado’. 43 Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.”



COMENTARIO

Aquel hombre, que estaba ciego con lo que eso suponía, sabía que sólo un gran signo, un gran milagro, podría sacarlo de la situación en la que estaba. Y esperaba el momento adecuado para que el pudiese producirse.

El ciego confía en el Maestro. Seguramente lo conocías de oídas y eso le hizo gritar cuando pasó cerca de donde estaba. Sabía, más que bien lo sabía, que era la única persona que podía salvarlo. Y le grita con confianza.

El hombre quiere ver pero también quiere conocer, verlo, a Quien le va a curar. Sabe que le va a curar. Y, por eso, Jesús le salva de la ceguera porque la fe salva. Y bien lo sabía aquel hombre y, claro, también, Quien lo iba a curar y, de paso, salvarlo.


JESÚS,  ayúdanos a no ser ciegos.

Eleuterio Fernández Guzmán

18 de noviembre de 2018

Debemos estar prevenidos



Mc 13, 24-32

‘Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.  ‘De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.’”
                                      

COMENTARIO

Lo que, en este texto del Evangelio de San Marcos, nos dice el Hijo de Dios es más que grave. Y es que habla de un momento que, francamente, todos esperamos: su segunda venida al mundo, su Parusía.

No nos dice nada bueno salvo que vendrá Él. Todo lo demás mueve a espanto y terror porque lo que antes de que venga pasará será algo más que grave para los que puedan estar allí presentes. Sin embargo, la esperanza no podrá, no deberá, perderse.

Y algo muy importante. Lo que dice Jesucristo no son palabras vanas que han de pasar. No. Lo dice él mismo: nunca pasarán sus palabras. Por tanto, mucho deberíamos tener en cuenta de ellas (todo, en verdad) y estar prevenidos, alma prevenida y corazón limpio, para cuando eso pase.

JESÚS, ayúdanos a preparar el alma para cuando vuelvas.

Eleuterio Fernández Guzmán