6 de febrero de 2016

Seguir a Cristo

Sábado IV del tiempo ordinario

Mc 6,30-34

En aquel tiempo, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: ‘Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco’. Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

COMENTARIO

Seguramente muchos habían visto, personalmente, lo que había hecho Jesús; otros, sin embargo, sólo sabrían de Él por lo que les podían haber dicho. El caso es que le seguían y, por decirlo pronto, no le dejaban ni descansar.

Jesús quiere instruir a sus apóstoles. Pero, para eso necesita, de vez en cuando, estar a solas con ellos. Por eso quiere irse un poco lejos porque es la única forma de que eso pueda llevarse a cabo sin tener que cumplir otras misiones de su ministerio.

El caso es que a Jesús le puede el amor por sus hermanos. Por mucho que quieran ocultarse a la muchedumbre, la muchedumbre sabe dónde ha ido y allí acude. Por eso Jesús, como los ve como ovejas sin pastor, quiere enseñarles que Él es el Buen Pastor.


JESÚS, ayúdanos a seguirte como aquellos te seguían.


Eleuterio Fernández Guzmán

5 de febrero de 2016

La fidelidad del Bautista


Viernes IV del tiempo ordinario
Mc 6,14-29
En aquel tiempo, se había hecho notorio el nombre de Jesús y llegó esto a noticia del rey Herodes. Algunos decían: ‘Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas’. Otros decían: ‘Es Elías’; otros: ‘Es un profeta como los demás profetas’. Al enterarse Herodes, dijo: ‘Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado’. Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: ‘No te está permitido tener la mujer de tu hermano’. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. 
Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: ‘Pídeme lo que quieras y te lo daré’. Y le juró: ‘Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino’. Salió la muchacha y preguntó a su madre: ‘¿Qué voy a pedir?’. Y ella le dijo: ‘La cabeza de Juan el Bautista’. Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: ‘Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista’. El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.”

COMENTARIO
El caso de Juan el Bautista es síntoma y muestra de hasta dónde puede llegar quien tiene fe. Y es que el primo de Jesús no había querido ser políticamente correcto con Herodes y le había dicho la verdad, su verdad particular.
Aquello no había gustado nada a Herodías. La ponía en entredicho y busca la ocasión para matarlo. Y la encuentra cuando ve que puede hacerse cargo, para mal, de la promesa de Herodes echa a los presentes en aquella nefasta fiesta.
El ejemplo del Bautista nos ha de valer y servir para darnos cuenta de que no es lo mismo decir que se tiene fe y, en fin, demostrar que se tiene. Aquel hombre, que vivía en el desierto supo ir al Cielo con amor y respeto a la Verdad.
JESÚS, ayúdanos a ser fieles como lo fue Juan el Bautista
Eleuterio Fernández Guzmán



4 de febrero de 2016

Cumplir la misión que Dios tiene para nosotros




 Jueves IV del tiempo ordinario
Mc 6,7-13
En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: ‘Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas’. Y les dijo: ‘Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos’. Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.”

COMENTARIO

Cuando Jesús escoge a los Doce apóstoles sabe que debe encomendarles la misión de transmitir la llegada del Reino de Dios. Pero, para eso, no basa con, en efecto, enviarlos sino que debe dotarlos de dones especiales.

Jesús conoce la voluntad de Dios. Por eso sabe que quien trabaja para la mies del Señor ha de tener su sustento.  Y les pide confianza absoluta en el Todopoderoso. Él, pues, ha de proveer.

Jesús, que sabe cómo son sus contemporáneos, está seguro que en muchos lugares no recibirán bien a sus apóstoles. Eso, sin embargo, no es problema. Basta con alejarse del lugar e ir donde sean bien recibidos. Y, para eso, les dona el poder de expulsar demonios, aquellos que controlaban al hombre de aquella forma.


JESÚS,  ayúdanos a confiar en ti como lo hicieron tus apóstoles

Eleuterio Fernández Guzmán



3 de febrero de 2016

No dudar nunca de Cristo

Miércoles IV del tiempo ordinario

Mc 6,1-6
En aquel tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: ‘¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?’. Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: ‘Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio’. Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.”

COMENTARIO

Las cosas de los hombres son así de extrañas. Y es que Jesús acude a su tierra, donde había vivido muchos años. Allí todos le conocían y sabían que era el hijo de María y de José, el carpintero. Pero también sabía lo que de Él se decía.

Aquellas personas, sin embargo, dudan de que una persona a la que han tratado muchos años, que les ha arreglado los desperfectos de su casa, pueda ser el Enviado de Dios. Les parece raro que el Todopoderoso pueda hacer así las cosas.

Jesús, sin embargo, conocía la forma de pensar de sus paisanos. De todas formas, no por eso dejó de ayudar a quien lo necesitaba. Por eso nos dice este texto bíblico que curó a los que se le presentaron porque, aun extrañado (en el fondo de su corazón) de lo que pensaban sabía que no todos lo hacían y habían quien confiaba en su persona.


JESÚS, ayúdanos a no dudar nunca de Ti.



Eleuterio Fernández Guzmán

2 de febrero de 2016

El gozo de conocer al Hijo de Dios

Lc 2,22-40


Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: ‘Todo varón primogénito será consagrado al Señor’ y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. 

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: ‘Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel’. Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. 

Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: ‘Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones’. 

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.”


COMENTARIO

La Presentación de Jesús en el Templo, siguiendo la ley, supone mucho para la historia de la salvación. Primero, porque los padres del Niño Jesús acuden a cumplir con lo establecido. Ellos nunca se han salido de lo que han de hacer.

Aquel hombre anciano, Simeón, sabe mucho acerca del Mesías. Se le ha dicho que lo verá. Él espera tal momento. Nada más quiere de su vida. Por eso cuando se da cuenta de que aquel niño es el Enviado de Dios nada más tiene que esperar de la vida.

Otro tanto pasa con Ana. Ella también espera la salvación de Israel. Todo lo ofrece al Señor. Por eso cuando ve al Niño Jesús se da cuenta, ella también, que ha visto al Mesías.  Y eso la llenó de gozo y alegría.


JESÚS, ayúdanos a ser capaces de gozar contigo, contigo.



Eleuterio Fernández Guzmán

1 de febrero de 2016

Maravillados con Cristo



Lunes, 1 de febrero de 2016

 Lunes IV del tiempo ordinario

Mc 5,1-20

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante Él y gritó con gran voz: ‘¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes’. Es que Él le había dicho: ‘Espíritu inmundo, sal de este hombre’. Y le preguntó: ‘¿Cuál es tu nombre?’. Le contesta: ‘Mi nombre es Legión, porque somos muchos’. Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región. 

Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le suplicaron: ‘Envíanos a los puercos para que entremos en ellos’. Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara -unos dos mil- se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido. Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término. 
Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con Él. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: ‘Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti’. Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.”

COMENTARIO

Jesús hace muchas cosas buenas. En principio lo son porque, por ejemplo, liberar a un endemoniado de los demonios que lo tienen aprisionado no es poca cosa. Pero no todo el mundo pensaba lo mismo acerca de aquello.

Los hombres que tenían por negocio (incluso siendo judíos) tratar con los cerdos, no estaban, para nada, de acuerdo con que el Maestro hiciera lo que había hecho. Y es que gran parte del negocio se les fue al mar al echarse los cerdos en sus aguas. Aquello, humanamente, no les convenía.

No era de extrañar que la persona que se había visto beneficiada con aquel acto extraordinario de Jesús quisiera acompañarle. Pero el Hijo de Dios prefería que fuera a su casa y dijera lo que había pasado. Sería una prueba del poder de Dios.


JESÚS, ayúdanos a maravillarnos con tus palabras y actos.



Eleuterio Fernández Guzmán

31 de enero de 2016

Cumplir con la voluntad de Dios

Lc 4, 21-30

“Comenzó, pues, a decirles: ‘Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.’ Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: ‘¿No es éste el hijo de José?’  El les dijo: ‘Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria.’ Y añadió: ‘En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.’  ‘Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país;  y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a = una mujer viuda de Sarepta de Sidón. =  Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio.’  Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira;  y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.”

COMENTARIO

Jesús, como podemos imaginar, volvería muchas veces a su pueblo, Nazaret, para ver a su Madre y al resto de su familia. Entonces, en aquellos momentos, no iba a dejar de predicar. Por eso este texto nos habla de cuando acude a la sinagoga y ha leído un texto en el que se apunta a la llegada del Mesías.

Jesús sabe que se ha cumplido la Escritura y que Él es el Mesías. Sin embargo, muchos de sus vecinos no pueden creer que el hijo del carpintero pueda ser el enviado de Dios. Y eso, de todas formas, no extraña nada a Jesús.

Cuando Jesús pone los ejemplos que pone sobre a qué personas ha ayudado Dios a lo largo de la historia molesta a muchos. Les hace ver que, a lo mejor, ellos, que son el pueblo elegido, no lo están haciendo demasiado bien al respecto de la voluntad de Dios. Y se enfadan con él. Ellos, además, se enfadan…

JESÚS, ayúdanos a no dudar nunca, nunca, de ti.


Eleuterio Fernández Guzmán