13 de agosto de 2011

Ser niños

Sábado XIX del tiempo ordinario

Mt 19,13-15


En aquel tiempo, le presentaron a Jesús unos niños para que les impusiera las manos y orase; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús les dijo: ‘Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos’. Y, después de imponerles las manos, se fue de allí".


COMENTARIO

Jesús tenía un amor muy especial por los desfavorecidos. Los niños, eran, junto a la mujer y a las personas que tenían determinadas enfermedades, los que más sufrían el apartamiento social por no ser muy tenidos en cuenta.

A Jesús le gustaba que los niños se le acercaran. Comprendía que su inocencia y su, aún, no violentado espíritu por las cosas del mundo, era un campo donde poder sembrar con seguridad de obtener buen fruto para el espíritu.

El Reino de los cielos está reservado para quien es como un niño. Con esto lo que quería dar a entender el Hijo de Dios es que deberíamos tener un comportamiento lo más parecido a lo que, en inocencia y sometimiento a los padres, tiene el niño. Sólo así nuestra vida podrá ser entendida como provechosa y no perdida.




JESÚS, los niños querían que les contaras cosas, que les dijeras lo que de bueno veías en ellos. Con corazón aún de carne y no corrompido por las mundanidades, avaricias y egoísmos sin sentido y sin fin, podían ser vistos como aquellos que serían muy bien recibidos en el Reino de tu Padre. Por eso nos pides que seamos como ellos aunque, muchas veces, lo olvidamos porque no nos conviene.



Eleuterio Fernández Guzmán

12 de agosto de 2011

Lo que Dios dice

Viernes XIX del tiempo ordinario

Mt 19,3-12

“En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: ‘Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?’. Él respondió: ‘¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre’.

Dícenle: ‘Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla?’. Díceles: Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por fornicación- y se case con otra, comete adulterio’.

Dícenle sus discípulos: ‘Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse’. Pero Él les dijo: ‘No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda’".

COMENTARIO

Es bien cierto que cuando dijo Jesús que no había venido a derogar la Ley de Dios sino a darle perfección era porque había sido tergiversada por el pueblo que el Creador había elegido.
Pone ejemplos. Ahora éstos, pero en otras ocasiones pone otros para que se viera que el sentido de la norma divina no era el que todos tenían como bueno. Por ejemplo, en el tema del divorcio que Dios no entiende posible porque la criatura no puede ir contra lo establecido por el Creador.
Jesús habla, aquí, del celibato. Es cierto que no todos estamos preparados para ser célibes y dedicar todas nuestras fuerzas a Dios. Sólo aquellos a los que Dios concede tal don pueden, añadiendo esfuerzo personal, seguir el celibato.


JESÚS, la Ley de Dios no era fácil de cumplir. Por eso los hombres la adaptaron a sus particulares circunstancias y egoístas necesidades. Querías que la norma que tu Padre estableció como buena fuera la que tuviera en cuenta pero a veces, incluso ahora, no hacemos caso a lo que Dios quiere sino a lo que nosotros nos interesa.

Eleuterio Fernández Guzmán

11 de agosto de 2011

Como perdonamos a los que nos ofenden...

Jueves XIX del tiempo ordinario


Mt 18,21—19,1

“En aquel tiempo, Pedro preguntó a Jesús: ‘Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?’. Dícele Jesús: ‘No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.

‘Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano”.

Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán.

COMENTARIO

Lo que cuenta Jesús a los que le oyen es importante, como siempre, para nuestras vidas. No está dicho para llenar el tiempo o, simplemente, para mostrarse especialmente inteligente: está dicho por el Mesías.

Pedimos a Dios, en la oración que Cristo enseño a sus apóstoles, que nos perdone las ofensas porque a lo largo del día, a lo largo de una vida, son muchas las veces que ofendemos al Creador. Pedimos en la seguridad de que seremos perdonados.

Nosotros, además, debemos cumplir con la otra parte de tal petición que dice “como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. El perdón es una forma especial, una concreción de la caridad porque demostramos tener un corazón de carne y no de piedra. Perdonar de corazón es, además, requisito indispensable para que el perdón sea efectivo.


JESÚS, querías que perdonásemos de corazón. No es una forma más de perdonar sino, siempre, la única que, en puede tener validez para Dios porque si perdonamos sólo con los labios sin tener en cuenta lo que sale de dentro (que es lo que cuenta para Dios) sólo estamos mintiendo sobre nuestros sentimientos y sobre nuestra verdadera voluntad.





Eleuterio Fernández Guzmán

10 de agosto de 2011

Morir para vivir para siempre

Jn 12,24-26

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará’".

COMENTARIO


Morir para ser. Debió resultar difícil de entender para los que acompañaban a Jesús que les dijera que para poder vivir antes tenían que morir porque no resulta fácil comprender tan extraño acontecimiento.


El hombre viejo, el ser humano que se apega a lo que tenía siendo aquello de poco provecho para la vida eterna debe dejar aquellas viejas cosas en el tiempo pasado y venir a ser un hijo de Dios nuevo, el odre también nuevo la savia del corazón de Cristo.


Jesús promete honra por parte de Dios en caso de seguirlo a Él. A falta de comprensión acerca de su naturaleza divina y de su ser Él mismo el Creador decir que seguirlo supone ganarse la confianza de Dios es, en efecto, una forma de acercar la verdad a sus discípulos.


JESÚS, querías que te siguieran conociendo la verdad. Por eso les dice que Dios honra a quien te sigue pero que, para eso, hay que dejar lo viejo en el pasado y mirar con nuevos ojos y nuevo corazón, de carne, hacia lo que es el ahora mismo. Olvidarse, como en otro momento dirías, incluso, de lo más querido.



Eleuterio Fernández Guzmán

9 de agosto de 2011

Sobre niños y pastores

Martes XIX del tiempo ordinario

Mt 18,1-5.10.12-14


En una ocasión, los discípulos preguntaron a Jesús: ¡¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?¡. Él llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: ¡Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños".


COMENTARIO

Jesús había venido para tener en cuenta a los más desfavorecidos. Los niños no eran muy bien considerados en su tiempo porque se les tenía por poca cosa y poco útiles. Pero su inocencia y su amor incondicional hacia los padres era tenida muy en cuenta por el Maestro.


Entrar en el definitivo Reino de Dios era cuestión de mostrar la misma inocencia que los niños y, sobre todo, la misma confianza que los más pequeños demuestran con relación a sus padres.

Son, en cierto modo, como la oveja perdida, perdida por los demás, que busca el pastor. No la encuentra si no va a por ella en su busca porque le interesa devolverla a su redil. Por eso Dios no quiere que se pierda ningún pequeño… que se pierda para su Reino de Amor y de Misericordia.


JESÚS, los niños eran, seguramente, de las personas que más querías. En ellos veías la inocencia y la entrega sin condiciones a su amor infantil pero profundo. No querías que se perdieran y, por eso mismo, recomendabas ser como ellos. Sabemos, por eso mismo que estando con los niños estamos en tierra sagrada porque Dios los quiere mucho.

Eleuterio Fernández Guzmán

8 de agosto de 2011

Aunque la verdad pueda doler

Lunes XIX del tiempo ordinario

Mt 17,22-27

"En aquel tiempo, yendo un día juntos por Galilea, Jesús dijo a sus discípulos: ‘El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará’. Y se entristecieron mucho.

Cuando entraron en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban el didracma y le dijeron: ‘¿No paga vuestro Maestro el didracma?’. Dice Él: ‘Sí’. Y cuando llegó a casa, se anticipó Jesús a decirle: ‘¿Qué te parece, Simón?; los reyes de la tierra, ¿de quién cobran tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños?’. Al contestar Él: ‘De los extraños’, Jesús le dijo: ¡Por tanto, libres están los hijos! Sin embargo, para que no les sirvamos de escándalo, vete al mar, echa el anzuelo, y el primer pez que salga, cógelo, ábrele la boca y encontrarás un estárter. Tómalo y dáselo por mí y por ti’
".



COMENTARIO

Jesús quería que sus discípulos, aquellos que él había escogido de entre sus semejantes, para que fueran testigos directos de su enseñanza conociesen la verdad de la verdad, supieran lo que le iba a suceder: iba a ser maltratado, incluso morir de mala forma pero, luego, resucitaría.

Ellos se entristecen porque no se pueden imaginar la vida sin Jesús, aquel hijo del carpintero que había demostrado, muchas veces, que estaba muy cerca de Dios. Con sus obras y sus palabras les había mostrado el camino recto para ir a definitivo Reino de su Padre.

A pesar de que Jesús no tenía, por ser Dios hecho hombre, que cumplir la ley de los hombres, sabe y enseña que sus discípulos han de atenerse a lo que la misma diga.



JESÚS, no querías que tus apóstoles ignorasen lo que iba a ser tu vida inmediata. Seguramente les dolieron mucho aquellas palabras pero también es cierto que un Maestro sólo puede desear el bien para sus discípulos y tu muerte era el paso previo a tu Resurrección.




Eleuterio Fernández Guzmán

7 de agosto de 2011

Confiar; tener fe

Domingo XIX (A) del tiempo ordinario

Mt 14, 22-33

Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla mientras él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo. Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario.

De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: ‘¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! Pedro le contestó: Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua’. Él le dijo: ‘Ven’. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: ‘Señor, sálvame’. En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?’. En cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante Él diciendo: ‘Realmente eres Hijo de Dios’
”.


COMENTARIO

El episodio de la barca y de Jesús que anda sobre las aguas y todo lo que pasa entorno al mismo es síntoma de muchas cosas. No todas son buenas para los creyentes.

Pedro es el discípulo que muchas veces responde a las preguntas de Jesús porque es que más se atreve a contestarlas. Es, digamos, el primero entre ellos y, por eso mismo, se lanza al agua. Lo hace, eso es cierto, pidiendo a Jesús que le mande ir hacia Él.

Pedro no tiene suficiente fe. Aunque enseguida, tras oír que Jesús le ordena que vaya hacia Él, se tira al agua, el miedo humano es más fuerte que la confianza que debía tener en el Maestro. Y se hunde en su falta de fe. Jesús, sin embargo, le salva, otra vez, del abismo.


JESÚS, ¡Cuánto hubieras querido que Pedro no hubiera tenido miedo! De haber tenido suficiente fe te hubiera alcanzado sobre las aguas caminando como tú lo hacías. Desconfiar en la voluntad de Dios no puede ser buena cosa para un hijo del Creador.


Eleuterio Fernández Guzmán