14 de abril de 2018

Reconocer a Cristo




Jn 6,16-21

Al atardecer, los discípulos de Jesús bajaron a la orilla del mar, y subiendo a una barca, se dirigían al otro lado del mar, a Cafarnaúm. Había ya oscurecido, y Jesús todavía no había venido donde ellos; soplaba un fuerte viento y el mar comenzó a encresparse. Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios, ven a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y tuvieron miedo. Pero Él les dijo: ‘Soy yo. No temáis’. Quisieron recogerle en la barca, pero en seguida la barca tocó tierra en el lugar a donde se dirigían”.

COMENTARIO

Los apóstoles-pescadores llevaban una vida relacionada con lo que era su vida ordinaria. En aquella ocasión, al parecer, no estaban pescando sino que, simplemente, habían subido a una barca para ir al otro lado del lago. Iban, en concreto, a Cafarnaúm.

Ellos quisieron acercarse a Jesús. En principio sintieron miedo pues no era lo más normal ver a nadie caminar sobre las aguas como lo hacía, en aquel momento, Jesús. Pero, luego, por sus palabras, quisieron recogerlo.

Jesús, que conocía la naturaleza de aquellos que había escogido como sus apóstoles, sabe que debe calmarles. Y se presenta: es Él, el Maestro, quien les estaba enseñando la santa doctrina del Amor de Dios. “No temáis” les dice sembrando en su corazón la paz que, luego, les daría en cierta casa en la que estarían escondidos por miedo a los judíos.


JESÚS, ayúdanos a descubrirte en todo lo mejor que nos pasa.

Eleuterio Fernández Guzmán

13 de abril de 2018

Domingo, 15 de abril de 2018 – Apóstoles sin miedo



Lc 24, 35-48


Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: ‘La paz con vosotros.’ Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu.  Pero él les dijo: ‘¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.’ Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies.  Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: ‘¿Tenéis aquí algo de  comer?’ Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. Después les dijo: ‘Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: "Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí."‘  Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: ‘Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día    y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.48       Vosotros sois testigos de estas cosas”.


COMENTARIO

Según nos dice san Lucas, en aquel momento habían llegado a la casa donde estaban los apóstoles, los discípulos de Emaús. Entonces se les aparece Jesús y les da la paz. Les de la Paz de Dios que era la que más necesitaban en aquellos momentos de zozobra espiritual.

Jesús sabe que tienen miedo y que creen que lo que ven es un fantasma o un espíritu. Y les pide algo de comer porque sabe que viendo tal signo creerán que ha resucitado.

Hasta entonces no habían comprendido casi nada de lo que les había estado enseñando. Pero ahora, cuando les abre la mente y el corazón, comprenden que todo era cierto y que, a partir de ahora iban a ser verdaderos testigos de Cristo.



JESÚS, ayúdanos a ser apóstoles tuyos en el mundo de hoy.

Eleuterio Fernández Guzmán

El hambre de Cristo



Jn 6,1-15

En aquel tiempo, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia Él mucha gente, dice a Felipe: ‘¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?’. Se lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: ‘Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco’. Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: ‘Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?’. 

Dijo Jesús: ‘Haced que se recueste la gente’. Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: ‘Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda’. Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: ‘Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo’. Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo
”.



COMENTARIO

Jesús tuvo muchas oportunidades para poner a prueba la fe de sus discípulos más allegados, de sus apóstoles. Esperaba de ellos que comprendiesen cómo debían hacer las cosas. Y la situación que recoge hoy el evangelio es, verdaderamente, sintomática de lo que pasaba en sus corazones.

Era cierto que había mucha gente siguiendo, en aquel momento, a Jesús. Alimentarlos, pagando lo que podía costar aquello, era imposible. Por eso sus apóstoles se ahogan en un vaso de agua. No comprenden que Dios es el remedio a lo que están pasando.

Jesús hace lo que debe hacer: da gracias a Dios y pide. A Dios, cuando su Hijo le pide, no puede ocurrírsele nada más que complacerlo. Y aquello, aquella extraordinaria multiplicación, debía haber servido a muchos para convertirse. Pero muchos a lo que más que llegaron es a querer hacer rey a Cristo…



JESÚS, ayúdanos a no tener tan duro el corazón como aquellos que no comprendieron.

Eleuterio Fernández Guzmán

12 de abril de 2018

Aceptar a Cristo como Quien es

Jn 3,31-36

El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él”.

COMENTARIO

Jesús delimita perfectamente lo que corresponde a cada estado de cosas porque no es lo mismo una cosa que otra. Por eso habla de dos realidades diferentes: el cielo y la tierra. Y son dos realidades espirituales que lo dicen todo para cualquiera de sus discípulos.

Jesús sabe que no es lo mismo ser del cielo que ser de la tierra. Él viene del Cielo y, por eso mismo, certifica lo que es verdad y es cierto. Quien acepta lo que dice y lo acepta a Él misma, acepta a Dios y, por tanto, está muy cerca de la vida eterna.

Sin embargo, aunque parezca ilógico o absurdo, también es posible, como dice Jesús, rehusar creer en el Hijo enviado por Dios. En tal caso se permanece en la oscuridad y el Cielo se cierra porque  no se puede entrar donde habita Quien lo ha creado todo pero no se cree en Él.


JESÚS, ayúdanos a tener siempre en cuenta tus santas palabras,.

Eleuterio Fernández Guzmán

11 de abril de 2018

Salvados gracias a Dios



Jn 3,16-21

En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: ‘Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios’”.


COMENTARIO


Continúa la enseñanza a Nicodemo. Y Jesús quiere que aquel hombre notable conozca la voluntad de Dios porque llegará un tiempo en el que podrá certificar que lo escuchó de boca del Hijo del hombre y todo se representará cierto y verdadero.

Dios no quiere que su hijo juzgue al mundo… aún. Su primera venida lo es, lo fue, para enseñar, para que el mundo, que estaba perdido, se salvara. Y, para eso había que creer en el Hijo de Dios. Entonces quien eso hiciera… se salvaría.

Jesús, que es la luz enviada por Dios, es, a su vez, Quien promueve la salvación eterna. Es necesario algo más que creer. Por eso Jesús habla de que las obras que se hacen son cruciales para la salvación personal. Lo mal hecho, condena; lo bien hecho, salva.



JESÚS, ayúdanos a creer, siempre, en Ti.

Eleuterio Fernández Guzmán

10 de abril de 2018

Queremos aprender como Nicodemo aprendió de Cristo


Jn 3, 1-85a.7b-15


“1 Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío.2 Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: ‘Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él.’ 3 Jesús le respondió: ‘En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios.’ 4 Dícele Nicodemo: ‘¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?’ 5 Respondió Jesús: ‘En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Tenéis que nacer de lo alto. 8 El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.’ 9 Respondió Nicodemo: ‘¿Cómo puede ser eso?’ 10 Jesús le respondió: ‘Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? 11 ‘En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. 12 Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? 13 Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. 14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, 15 para que todo el que crea tenga por él vida eterna.”


COMENTARIO

Jesús dice mucho a Nicodemo en esta conversación. Creemos, de todas formas que, siendo persona formada, acabó entendiendo más que el común de sus contemporáneos, incluidos los Apóstoles.

Todo lo que dice el Hijo de Dios tiene importancia y, por eso, precisamente por eso, se lo dice a Nicodemo. Hay, pues, que nacer al hombre nuevo y abandonar el corazón antiguo. Así se llega al definitivo Reino de Dios y se goza de la vida eterna.

Es más, el Hijo de Dios avisa de su propia muerte al decir que será levantado. Sabemos, claro, que se refiere a la Cruz en la que fue colgado y levantado. Entonces, todo el que crea tendrá vida eterna.

JESÚS, ayúdanos a creer.

Eleuterio Fernández Guzmán

9 de abril de 2018

Y dijo sí


Lc 1,26-38
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’. Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: ‘No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin’. 

María respondió al ángel: ‘¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?’. El ángel le respondió: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios’. Dijo María: ‘He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra’. Y el ángel dejándola se fue
”.
COMENTARIO


El anuncio del Ángel

Lo que había venido a anunciar el Ángel del Señor, Gabriel, era muy importante para la humanidad. Por eso se presenta a María llamándola “llena de gracia” porque, en verdad, Dios estaba con ella y, pronto, en ella.

La situación de María

No podemos negar que aquella virgen judía estaría atribulada ante la presentación de aquel Enviado de Dios. No duda, sin embargo, como había hecho Zacarías, el padre de Juan el Bautista. Ella, sin embargo, sólo quiere saber cómo será lo que le ha dicho Gabriel.

La respuesta de María

Ciertamente María podía haber dicho que no al Ángel. Era una posibilidad. Sin embargo, para una joven entregada a Dios desde muy pequeña no podía haber nada mejor que responder sí a la santa voluntad de Dios. Y así nos salvó.


JESÚS, ayúdanos a alabar, en cuanto merece (que es mucho) la actitud de tu Madre, su santa Madre.

Eleuterio Fernández Guzmán

8 de abril de 2018

Domingo, 8 de abril de 2018- No ser incrédulos


Jn 20, 19-31


Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar  donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz con vosotros.’ Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió,  también yo os envío.’  Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados;   a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.’  Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: ‘Hemos visto al Señor.’ Pero él les contestó: ‘Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.’  Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: ‘La paz con vosotros.’ Luego dice a Tomás: ‘Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.’  Tomás le contestó: ‘Señor mío y Dios mío.’  Dícele Jesús: ‘Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.’ Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre”.


COMENTARIO


Cuando Jesús se aparece, espiritualizado tras su Resurrección, ante aquellos que lo habían seguido con tanta fidelidad pero que ahora estaban escondidos, les da la paz. No es la paz del mundo sino la que Dios da a quienes le aman y necesitan.

Tomás era incrédulo. Pero no sólo él. Sin embargo, muestra una actitud muy humana entonces y ahora: no creer en aquello que no se ve y que no se toca. No se comporta, por tanto, de una forma extraña sino, por desgracia, de una forma muy común.

Jesús aprovecha la ocasión para definir la fe para que siempre se sepa qué es la misma: creer sin ver. Era una forma, primero, de corregir la actitud de Tomás y, en segundo lugar, de dejar, para siempre, establecido que debían hacer a partir de entonces.

JESÚS, ayúdanos a no ser como Tomás.

Eleuterio Fernández Guzmán