18 de noviembre de 2023

Perseverar es importante

Lc 18, 1-8


"Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: 'En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'.

Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'.

Y el Señor dijo: 'Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia.

Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?'”.

COMENTARIO

Son verdaderamente terribles las palabras, y lo son los pensamientos, del juez de esta parábola. Al parecer, no le temía a Dios con lo cual manifestaba su escasa capacidad ante las circunstancias de su vida. 

Aquella mujer, sin embargo, debía tener confianza en el juez porque insistía mucho en que le hiciera justicia sin saber, en el fondo, el verdadero pensamiento de aquel hombre no muy cuerdo, espiritualmente hablando. 

No nos extraña, para nada, que el Hijo de Dios se pregunte si cuando el Hijo de hombre venga, es mejor vuelva..., encontrará algo de fe sobre la tierra. Y eso debía interpelarnos a nosotros mismos por lo que eso significa. 


JESÚS, gracias por advertirnos como nos adviertes.

Eleuterio Fernández Guzmán

17 de noviembre de 2023

Quizá deberíamos no estimar tanto nuestro sometimiento al mundo

Lc 17, 26-37


"Jesús dijo a sus discípulos:

'En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempos de Noé. La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos. Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos. Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre. En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa no baje a buscarlas. Igualmente, el que esté en el campo no vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. El que trate de salvar su vida la perderá; y el que la pierda la conservará. Les aseguro que en esa noche, de dos que estén en el mismo lecho, uno será llevado y el otro dejado; de dos mujeres que estén moliendo juntas, una será llevada y la otra dejada'. Entonces le preguntaron: '¿Dónde sucederá esto, Señor?' Jesús les respondió: 'Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres'”. 

COMENTARIO

Está más que claro que el Hijo de Dios sabía muy bien lo que iba a suceder porque y lo había visto y, además, estaba escrito. Por eso dice lo que dice al final al respecto de los buitres que se juntarán donde este el cadáver, o sea, Él mismo. 

En realidad, lo que hace aquí Jesucristo es una gran advertencia que tiene que ver, del todo, con el momento en el que vuelva en su Parusía. Y, aunque no sepamos cuándo va a ser, lo bien cierto es que no debemos mirar para otro lado porque, en efecto, podría ser mañana mismo. 

"El que pierda su vida la conservará". Y esto, que dice aquí mismo Cristo, es cierto que viene referido a lo que ha dicho ya otras veces: se le quitará al que tiene hasta lo que tenga...


JESÚS, gracias por advertirnos con tanta claridad. 

Eleuterio Fernández Guzmán

15 de noviembre de 2023

Saber dar gracias a Dios

Lc 17,11-19


"Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: '¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!'

Al verlos, Jesús les dijo: 'Vayan a presentarse a los sacerdotes'. Y en el camino quedaron purificados.

Uno de ellos, al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.

Jesús le dijo entonces: '¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿Dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?' Y agregó: 'Levántate y vete, tu fe te ha salvado'.

COMENTARIO

Podemos imaginar lo que suponía, en tiempos de la primera venida al mundo del Hijo de Dios, ser leproso. Era, además de una enfermedad física algo así como una enfermedad social.

Aquellos leprosos le pidieron compasión a Jesucristo. Y, como no podía ser de otra forma, los curó de aquella terrible enfermedad y los conminó a presentarse ante los sacerdotes para que certificaran tal situación y pudieran incorporarse a la sociedad en una vida ordinaria y normal.

Hubo uno, sin embargo, que se dio cuenta de que eso sólo podía hacerlo Dios y volvió a dar gracias, Y ya podemos estar seguros de que Jesucristo llenó su corazón con aquellas francas gracias dadas, además, por un extranjero...

JESÚS, gracias por tu bondad y misericordia.

Eleuterio Fernández Guzmán

14 de noviembre de 2023

Ser siervos inútiles...

Lc 17, 7-10


Jesús dijo a sus discípulos:

'Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando éste regresa del campo, ¿acaso le dirá: ¡Ven pronto y siéntate a la mesa”? ¿No le dirá más bien: “Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después¡? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'".

COMENTARIO 

Es más que posible que las palabras que aquí ponemos dichas por el Hijo de Dios puedan parecer duras a ojos de quien se crea ser más de la cuenta y ande, seguro, equivocado en eso.

Es nuestro deber. Así lo dice Jesucristo al respecto de qué debemos hacer pero, sobre todo, de la consideración que debe tener eso que hacemos. 

Somos siervos inútiles. Eso es lo que deberíamos pensar cada uno de los discípulos de Cristo, eso sí, después de hacer lo que debamos hacer.

JESÚS,  gracias por unos tan buenos consejos. 

Eleuterio Fernández Guzmán

12 de noviembre de 2023

En realidad, ¿Somos prudentes?

Mt 25, 1-13


”Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes.  Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas.  Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. Mas a media noche se oyó un grito: “¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!" Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas.  Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan.”  Pero las prudentes replicaron: “No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis.”  Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: “¡Señor, señor, ábrenos!”  Pero él respondió: “En verdad os digo que no os conozco.” Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora.

COMENTARIO 

Es bien cierto que este texto del Evangelio de San Mateo supone toda una advertencia para los discípulos de Cristo e hijos de Dios porque nos habla de aquello que es lo más importante: nuestra salvación eterna 

El caso es que somos como aquellas jóvenes que se iban a casar y no son suficientemente diligentes con el aceite de sus lámparas Y por eso no acaban entrado ni a la boda ni al banquete.

A nosotros nos puede pasar algo parecido si no estamos preparados cuando Dios nos llame a su Tribunal que es paso previo, de ser así nuestro fin espiritual, de ir al Cielo. Preparados, por tanto, debemos estar. 


JESÚS, gracias por enseñarnos el camino al Cielo. 

Eleuterio Fernández Guzmán