2 de noviembre de 2012

Ser humildes



Sábado XXX del tiempo ordinario

Lc 14, 1.7-11

“Un sábado, sucedió que, habiendo ido Jesús a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando. Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola: ’Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: ‘Deja el sitio a éste’, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: ‘Amigo, sube más arriba’. Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado’”.

COMENTARIO

Es de comportamiento humano ordinario y más que normal que tengamos voluntad de ser los primeros. Por unas causas o por otras, la humildad la olvidamos en algún cajón porque no nos interesa, para nada, ponerla en práctica.

Aquellos hombres que iban a los convites a los que acudía Jesús también querían ser los primeros. Pero Jesús sabía que era, precisamente, al contrario como debían actuar: los últimos para ser los primeros.

El puesto de honor corresponde a Dios decir a quien corresponde. Por eso Jesús predica acerca de la humildad que debemos practicar. Con ella actuaremos como, en verdad, corresponde a un hijo suyo: siendo quien no tiene ansia de poder sino de servicio.


JESÚS,  ser humilde es una de tus cualidades. Enseñas, por eso, que es muy importante y que, de todas formas, sólo podemos y debemos actuar así. Nosotros, sin embargo, somos demasiado engreídos y no le prestamos, la mayoría de las veces, mucho caso.




Eleuterio Fernández Guzmán


Aceptar a Cristo como Quien es






Lc 23 ,33.39-43

“Cuando los soldados llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Uno de los malhechores colgados le insultaba: ‘¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!’. Pero el otro le respondió diciendo: ‘¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho’. Y decía: ‘Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino’. Jesús le dijo: ‘Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso’”.


COMENTARIO

Ante Jesús, aquellos que lo conocían o habían oído hablar de aquel Maestro que hacía tantas cosas extraordinarias, se podía mantener una doble actitud: se le creía o no se le creía. Según se adoptara una posición u otra, aquel momento de la cruz, de Su cruz y Pasión, se vivía de una forma u otra.

Aquel ladrón, llamado bueno, comprendió que Aquel hombre que estaba colgado con ellos en unos palos cruzados, no era culpable de nada que le hiciese acreedor al castigo que le estaban provocando. Entendió que Jesús era Dios.

Aceptar a Cristo es aceptar, sin duda alguna, al mismo Creador. Por eso Jesús sabe que aquel hombre se ha convertido y, por eso mismo, lo tendrá en su Reino dentro de muy poco tiempo. Aceptó a Jesús y su corazón fue aceptado, de inmediato, en el Cielo.


JESÚS,  aquellos que te aceptan sin medida y sin poner traba alguna, alcanzan la vida eterna. Muchas veces lo dijiste pero otras tantas veces nosotros mismos, los que mucho creemos saber de Ti, rechazamos tus palabras con nuestros gestos.



Eleuterio Fernández Guzmán


1 de noviembre de 2012

Bienaventurados





Mt 5, 1-12a

“En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: ‘Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos’”.

COMENTARIO

A lo largo de su época de predicación, Jesús iluminó mucho la vida de aquellos que le escuchaban. De los encuentros con el Maestro siempre salían con el gozo de haber estado con quien les podía salvar porque era el Enviado de Dios.

Jesús, sin embargo, en el llamado Sermón del Monte, hace algo muy importante que es crucial para la humanidad: nos enseña lo que es bueno para nuestro corazón y para nuestra vida eterna. Bienaventuranzas que son la respuesta a la situación por la que pasa el ser humano y que le vienen muy bien para saber a qué atenerse.

Ser limpio de corazón, manso, humilde y todo lo que Jesús dice, a lo mejor, en varias ocasiones pero recogido en este texto del evangelio de san Mateo, es expresión de la voluntad de Dios y de o que es mejor para nosotros.



JESÚS, llamas bienaventurados a los que llevan determinada forma de vida. Sin embargo, en demasiadas ocasiones las rechazamos porque no convienen a nuestro egoísta forma de ver las cosas.




Eleuterio Fernández Guzmán


31 de octubre de 2012

Catolicismo y desarrollo







Es más que probable que haya muchas personas que crean que el catolicismo, como religión, no tiene nada que decir al respecto, por ejemplo, de la economía y, en general, del desarrollo económico.

Sin embargo, grande y equivocada es tal forma de pensar porque, por mucho que algunos intenten que no se sepa, los católicos vivimos en el mundo y, aunque no seamos del mismo no es poco cierto que aquí estamos y algo tenemos que decir al respecto.

Este aspecto lo ha entendido muy bien el Santo Padre en su Carta Encíclica Caritas in Veritate. En concreto, en el Capítulo Tercero de la misma da pruebas de que es así.

Prueba de esto, por ejemplo, es que diga que “La sabiduría de la Iglesia ha invitado siempre a no olvidar la realidad del pecado original, ni siquiera en la interpretación de los fenómenos sociales y en la construcción de la sociedad” (Cv 34)

Por eso, en el mismo punto, afirma que “Hace tiempo que la economía forma parte del conjunto de los ámbitos en que se manifiestan los efectos perniciosos del pecado”.

Y esto lo que, en general, ha de querer decir es que el mal comportamiento que, en muchos aspectos, se producen dentro de la economía pueden explicarse por efectos del mismo pecado con el que nacemos todos los seres humanos. Todos.

Sin embargo, el relativismo que impera en la actualidad y la separación pretendida entre Dios, la doctrina cristiana y, en general, el ser humano, trae malas consecuencias para el mismo ser semejanza del Padre. Así, “la exigencia de la economía de ser autónoma, de no estar sujeta a ‘injerencias’ de carácter moral, ha llevado al hombre a abusar de los instrumentos económicos incluso de manera destructiva” (Cv 34)
Por eso el tal capítulo de la encíclica de Benedicto XVI aquí traído incide en muchas ocasiones en lo que supone que el ser humano haga como si Dios no existiera y, a nivel económico, se desmande con facilidad y haga de su labor diaria un desafío a principios éticos y morales sin los cuales el resultado del devenir es, simplemente, nefasto.

Por ejemplo, sobre lo económico, podemos decir que lo que mueve al mercado es la llamada “justicia conmutativa” o, lo que es lo mismo, la aplicación del principio do ut des (doy para que des) pues se regulan, así, las relaciones económicas entre las personas.

Pero la Iglesia católica y, en ésta, su doctrina social “no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la ‘justicia distributiva’ y de la ‘justicia social’ para la economía de mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve” (Cv 35)
Otro aspecto que, a nivel cristiano, no se entiende es el desarrollo económico como algo que puede considerarse contrario al desarrollo social. Es decir, que una nación avance económicamente no puede ir, nunca, contra una parte de las personas que componen tal sociedad.

Así, “El mercado no es ni debe convertirse en el ámbito donde el más fuerte avasalle al más débil. La sociedad no debe protegerse del mercado, pensando que su desarrollo comporta ipso facto la muerte de las relaciones auténticamente humanas” (Cv 36)

Y esto, sin duda, tiene una razón que explica, además de esto, otros muchos comportamientos que se producen en la economía: “Lo que produce estas consecuencias es la razón oscurecida del hombre, no del medio en cuanto tal”.

Por eso, no puede considerarse que la economía, que determinado modelo económico, sea, en sí, malo o negativo sino que son las personas (que, al fin y al cabo, hacen y desarrollan el modelo) las que lo pueden hacer malo o negativo porque “El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente” (Cv 36)

Al respecto, por otra parte, de la economía, algo hay muy importante en la misma que hoy día se tiene muy en cuenta: la globalización.

El Santo Padre no podía dejar pasar por alto tan trascendental tema muchas veces equivocadamente tratado.

Por eso, “cuando se entiende la globalización de manera determinista, se pierden los criterios para valorarla y orientarla. Es una realidad humana y puede ser fruto de diversas corrientes culturales que han de ser sometidas a un discernimiento” (Cv 42)

No podemos, por lo tanto, equivocar nuestro pensamiento sobre esta realidad tan importante hoy día.
De aquí que Benedicto XVI diga que “oponerse ciegamente a la globalización sería una actitud errónea, preconcebida, que acabaría por ignorar un proceso que tiene también aspectos positivos, con el riesgo de perder una gran ocasión para aprovechar las múltiples oportunidades de desarrollo que ofrece”.
Y, para esto, ofrece, el Santo Padre, una trilogía de realidades que ayudan a comprender el proceso de globalización que no deberíamos olvidar:

“Relacionalidad, comunión y participación” (Cv 42)

A través de tales realidades podemos aplicar unos principios cristianos que conduzcan, el proceso inexorable de globalización, por caminos verdaderamente puedan llamarse de desarrollo, de verdadero desarrollo.


Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Soto de la Marina

Ser, aquí, los últimos




Miércoles XXX del tiempo ordinario

Lc 13, 22-30

“En aquel tiempo, Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: ‘Señor, ¿son pocos los que se salvan?’. El les dijo: ‘Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Y os responderá: ‘No sé de dónde sois’. Entonces empezaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas’, y os volverá a decir: ‘No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!’. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos’”.

COMENTARIO

Es cierto que Jesús, ante la pregunta de si eran muchos o pocos los que se salvan podía haber dicho un número u otro. Como Dios que es lo sabe todo. Sin embargo, contesta de una forma muy práctica para quien le pregunta: corresponde a cada uno la salvación.

La salvación eterna es, en una manera muy cierta, donación de Dios. Sin embargo, el Padre no ha de querer que se obtenga sin esfuerzo de fe alguno sino que, al contrario, ha de ser su voluntad que cada uno de nosotros haga lo posible para entrar en la visión beatífica.

Entrar por la puerta pequeña, como dice Jesús, ha de querer decir entrar con esfuerzo de entrega a los demás y, al fin y al cabo, siendo los últimos. Serán los primeros de definitivo Reino de Dios aquellos que, este mundo hayan sido los últimos por voluntad propia.



JESÚS, ser los últimos para ser los primeros no es fácil ni de entender ni, sobre todo, de llevar a cabo. Por eso en demasiadas ocasiones, no lo practicamos sino que, simplemente, lo olvidamos.




Eleuterio Fernández Guzmán


30 de octubre de 2012

El Reino de Dios es así


  
Martes XXX del tiempo Ordinario


Lc 13,18-21

“En aquel tiempo, Jesús decía: ‘¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas’. Dijo también: ‘¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo’”.

COMENTARIO

Cuando alguien, que dice creer en el Reino de Dios, se imagina cómo es a lo mejor lo tiene como algo grandioso y repleto de lo que es mejor. sin embargo, la forma que tiene el Creador de hacer las cosas no es, precisamente, como solemos pensar.

Jesús, que siempre utiliza realidades comunes para evangelizar y transmitir la Verdad, hace lo mismo en este caso. Tanto en el caso de la mostaza como en el de la levadura, nos aporta la doctrina de Dios de forma sencilla y fácilmente entendible.

El Reino de Dios es tan simple como aquello que nos parece de lo bueno y mejor para nosotros mismos. Como pequeño puede llegar a nosotros pero puede crecer si lo admitimos en el corazón. Y, también, nos llena si aceptamos la Verdad como realidad nuestra.


JESÚS, el Reino que trajiste es bueno para nosotros porque es el destino que nos tiene el Padre reservado. Sin embargo, en demasiadas ocasiones no queremos verlo y miramos para otro lado con gran perjuicio para nosotros mismos.





Eleuterio Fernández Guzmán


29 de octubre de 2012

La primacía para el amor


 

Lunes XXX del tiempo ordinario

Lc 13,10-17

“En aquel tiempo, estaba Jesús un sábado enseñando en una sinagoga, y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: ‘Mujer, quedas libre de tu enfermedad’. Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios.

Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: ‘Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado’. Le replicó el Señor: ‘¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado?’. Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía".


COMENTARIO

En el tiempo de Jesús muchas de las circunstancias por las que pasaban las personas les eran achacadas a que se suponía que habían cometido algún pecado ellas mismas o sus padres. Sin embargo, Jesús sabía que eso no era así.

Una de las tradiciones que habían llevado a la perdición del pueblo elegido por Dios era considerar que era más importante hacer caso al cumplimiento de una determinada norma antes que a la caridad o al amor. Por ejemplo cuando no se permitía hacer nada en sábado y, ni siquiera, curar a nadie de una grave enfermedad.

Importa la caridad sobre las normas. Por eso cura Jesús en sábado. No tiene en cuenta que hay muchos que le persiguen y que esperan cualquier momento para echarle en cara algo que haga. Pero el Hijo de Dios tiene más en consideración las necesidades de los demás que las normas del hombre.

JESÚS,  los que te necesitan esperan de tu persona una entrega muy especial. Sin embargo, nosotros no tenemos en cuenta las necesidades que nuestros espíritus tienen y no te buscamos como deberíamos.



Eleuterio Fernández Guzmán


28 de octubre de 2012

La fe salva






Domingo XXX (B) del tiempo ordinario

Mc 10,46-52


”En aquel tiempo, cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ‘¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!». Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!’. Jesús se detuvo y dijo: ‘Llamadle’. Llaman al ciego, diciéndole: ‘¡Ánimo, levántate! Te llama’. Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: ‘¿Qué quieres que te haga?’. El ciego le dijo: Rabbuní, ¡que vea!’. Jesús le dijo: ‘Vete, tu fe te ha salvado’. Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.”


COMENTARIO

Estar ciego es, siempre, una situación que convierte la vida de una persona en difícil de sobrellevar. Ahora, en nuestros días, las cosas han cambiado mucho pero en tiempos de Jesús quien así se encontraba era relegado de la sociedad por pensar que había cometido algún pecado tan grave que Dios le había enviado tal mal.

La fe, sin embargo, lo puede todo porque quien pone su confianza en Dios en una situación tan difícil como es la de estar ciego, ha de estar en una seguridad tan grande de que será sanado que se abandona al Creador y, entonces, al Maestro que pasaba por allí.

Y Cristo, que es Dios hecho hombre, sabe que Bartimeo cree que es el Hijo de Dios. Por eso sabe que va a curarlo. Pero insiste en preguntarle qué es lo que quiere. Espera la afirmación y la perseverancia en la fe. Y la obtiene. Y Bartimeo sale de aquella situación cambiado física y espiritualmente. Se había salvado.


JESÚS,  cuando aquel hombre ciego se acerca a Ti lo hace con confianza. Creía en Ti y sabía que lo sacarías de aquella situación terrible por la que pasaba. Sin embargo, nosotros mismos, no acercamos a comprender que seguirte a Ti y tener fe en tu persona nos garantiza la salvación eterna.



Eleuterio Fernández Guzmán