18 de abril de 2014

Gracias Padre

Viernes Santo









Gracias Padre por enviar a Cristo para que fuésemos salvados.

Gracias Padre por admitirnos en tu definitivo Reino tras la muerte de tu Hijo.

Gracias Padre por aceptar la sangre de Jesús como oblación por nosotros.

Gracias Padre por recordarnos, cada Viernes Santo, hasta qué extremo se puede amar. 

Gracias Padre. 






Eleuterio Fernández Guzmán

17 de abril de 2014

Servir



Jueves Santo



Jn 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. 

Llega a Simón Pedro; éste le dice: ‘Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?’. Jesús le respondió: ‘Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde’. Le dice Pedro: ‘No me lavarás los pies jamás’. Jesús le respondió: ‘Si no te lavo, no tienes parte conmigo’. Le dice Simón Pedro: ‘Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza’. Jesús le dice: ‘El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos». Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos’. 

Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: ‘¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros’”.

COMENTARIO


El Mal siempre trabaja

El Demonio no cesa de cumplir su misión. Por eso acosa a Judas hasta que consigue que en el corazón de aquel apóstol que había elegido Jesús entre la idea de que debe entregarlo. Y Judas lo acepta al ver, seguramente, perdidas sus esperanzas de un Mesías guerrero.


Pedro no se conoce a sí mismo

Aquel apóstol que luego negaría tres veces a Jesús no quiere que su Maestro le lave los pies (cosa propia de sirvientes) Sin embargo, el amor que tiene por el Jesús, ante la sola posibilidad de que le dé de lado, le hace exclamar que le lave todo el cuerpo si tal es la volunta del Mesías.


Servir

Aquella noche, con aquel gesto de lavar los pies a los apóstoles, Jesús quiere enseñarles (así lo dice para que le entiendan) que deben servir a los demás. Incluso en aquello, que es materia de esclavos o de los últimos de la casa, deben tener por bueno lo que hacen porque Dios lo ve todo y lo sabe todo.





JESÚS, les das ejemplo a los presentes de qué es lo que debe hacer un discípulo tuyo: servir es la palabra y servicio, el objeto de la vida y existencia de un hijo de Dios. Ayúdanos a servir, ayúdanos a servir.





Eleuterio Fernández Guzmán


16 de abril de 2014

¿No somos cada uno de nosotros?




Miércoles Santo

Mt 26,14-25

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: ‘¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?’. Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle. 

El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: ‘¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?’. Él les dijo: ‘Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’’. Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. 

Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: ‘Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará’. Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: ‘¿Acaso soy yo, Señor?’. Él respondió: ‘El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!’. Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: ‘¿Soy yo acaso, Rabbí?’. Dícele: ‘Sí, tú lo has dicho’”.

COMENTARIO

Los acontecimientos establecidos por Dios se están desarrollando de una forma precisa. Nada está dejado al azar sino que la voluntad del Creador se está cumpliendo a la perfección. Así, mientras se prepara la última Pascua que Jesús vive con sus discípulos, el Mal hace de las suyas.

La Última Cena, aquella que el Hijo de Dios vivió con sus más allegados, sirvió para mucho. Por ejemplo, para que quien debía entregarlo se manifestase ante todos pero sin que nadie se diera cuenta. Nadie salvo Jesús, claro está.

Judas, que sabía que había vendido al Mesías, pregunta por disimular. Bien sabía lo que había hecho y por eso inquiere de Jesús si es él quien ha hecho lo que ha hecho. Seguramente también escuchó aquello de que quien lo había entregado mejor hubiera sido que no hubiera nacido.




JESÚS, mientras comes la Pascua aquel que te ve a entregar no sabe dónde meterse. Ayúdanos a no ser, en otros sentidos, como lo fue Judas.





Eleuterio Fernández Guzmán


15 de abril de 2014

La terrible tristeza de Pedro


Martes Santo



Jn 13,21-33.36-38

En aquel tiempo, estando Jesús sentado a la mesa con sus discípulos, se turbó en su interior y declaró: ‘En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará’. Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: ‘Pregúntale de quién está hablando’. Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: ‘Señor, ¿quién es?’. Le responde Jesús: ‘Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar’. Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: ‘Lo que vas a hacer, hazlo pronto’. Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: ‘Compra lo que nos hace falta para la fiesta’, o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche. 
Cuando salió, dice Jesús: ‘Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto. Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros’. Simón Pedro le dice: ‘Señor, ¿a dónde vas?’. Jesús le respondió: ‘Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde’. Pedro le dice: ‘¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces’”.


COMENTARIO

Es cierto que los que estaban presentes en aquella cena, la Última llamada así por ser, en efecto, la última Pascua que Jesús comió con sus más allegados, no extrañaban las palabras del Maestro. Judas era uno de ellos y no conocían sus verdaderas intenciones.

Jesús sabe, momento a momento, lo que le va a suceder. Por eso les dice a los presentes que, por ahora, no pueden ir donde Él va a ir. Luego, con el paso del tiempo, irán pero ahora, dentro de pocas horas, será el Hijo de Dios quien acuda al Padre.

Pedro se siente valiente. Así, en la cena, contento de estar con el Maestro, es capaz de los más puros pensamientos. Pero Jesús sabe que a lo que dice le podrá, por la fuerza de las circunstancias, la realidad. Pedro, sin duda, debió quedar triste cuando escuchó aquello del Maestro. Seguro, además, que no le creyó.



JESÚS, los que comen contigo aquella Cena esperan lo mejor de Ti y de sus vidas. Sin embargo, no saben siquiera lo mínimo que ha de pasar. Ayúdanos a no olvidar nunca tus palabras entonces y tus hechos, después.





Eleuterio Fernández Guzmán


14 de abril de 2014

A pesar del Mal Jesús no abandona



Lunes Santo


Jn 12,1-11


Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa. 
Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: '¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?'. Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: 'Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis'.

Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús”.


COMENTARIO

Las asechanzas del Maligno no paran. Ni siquiera después de haber visto que Jesús resucitaba a Lázaro (con lo que eso supone para un ser humano mortal y para los que ven lo que ha pasado) se dan por vencidos. Es más, ahora hasta quieren matar a Lázaro...

Jesús acude a casa de sus amigos. Lo que hace María, gozosa de tener como amigo a un tal Amigo, no puede, por menos, que hacer algo considerado como bueno: ungir con un perfume a Jesús. Pero el Enemigo, que siempre acecha, tienta a Judas.

Jesús, que sabe todo lo que va a pasar, acepta de buen grado aquello que hace María. Ella misma acudirá, el domingo, al lugar donde Cristo está enterrado, seguramente para terminar de preparar el cadáver del Maestro. Aquel perfume era una mera anticipación de lo que luego pasaría.


JESÚS, cuando los egoístas mundanos quieren matarte porque no les gusta nada de nada lo que dices y lo que haces (¡lo que haces!) algunos acuden para verte. Ayúdanos a buscarte siempre y a no abandonarte nunca.




Eleuterio Fernández Guzmán