5 de junio de 2013

La resurrección de los muertos


Miércoles IX del tiempo ordinario

Mc 12,18-27

“En aquel tiempo, se le acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: ’Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer’.

Jesús les contestó: ‘¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error’”.


COMENTARIO

Muchos de los que vivían en tiempos de Jesús no estaban de acuerdo, no creían, en la resurrección de los muertos. Otros sí, claro. Por eso aquellos que no creen se dirigen al Maestro para plantearla algo que, ellos creían, podía suponer ponerlo en un aprieto.

Jesús quiere abrirles los ojos y el corazón. Parece que no son capaces de entender las Sagradas Escrituras y que,  por eso mismo, se limitan a trasladar el comportamiento humano al definitivo Reino de Dios. Así cometen un error bastante grande que Jesús les hace ver.

En el cielo seremos como ángeles. Por eso allí mismo no se puede aplicar la forma de ser, de vivir, de existir, que llevamos en la Tierra como seres mortales. Por eso la vida eterna no termina nunca y, por eso mismo, Dios lo es de vivos y no de muertos.


JESÚS, los que no creían entonces y no creen, ahora mismo, en la vida eterna, se pierden lo mejor de la existencia del ser humano: estar con Dios para siempre, siempre, siempre. Por eso es algo que nos debería hacer pensar mucho acerca de nuestro comportamiento en este valle de lágrimas.





Eleuterio Fernández Guzmán


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