21 de septiembre de 2011

Caritas in Veritate -V –Familia humana y desarrollo


El concepto “Familia humana” juega un papel muy importante dentro de lo que se refiere al desarrollo de los pueblos. Dice Benedicto XVI del mismo que “depende sobre todo de que se reconozcan como parte de una sola familia” (CiV 53)


Así, al igual que una familia que actúa como tal haría, actuará en comunión pues, obviando los problemas que pueda haber en el seno de la misma, “familia” se contrapone, exactamente, a actuar en soledad.

Por eso, “la criatura humana, en cuanto de naturaleza espiritual, se realiza en las relaciones interpersonales” (CiV 53) porque actuar en comunión, haciendo comunes los esfuerzos y haciendo, para el común de la sociedad, el esfuerzo personal y la entrega, el resultado ha de ser, forzosamente, bueno.

Y aquí la Iglesia “es signo e instrumento de esta unidad “ (CiV 54) pues a modo y forma de la Santísima Trinidad, el desarrollo procede de lo que es una ”compenetración profunda” entre las partes que toman parte en él y no, como puede pensarse, de una “dispersión centrífuga” (CiV 54) como, por desgracia, muchas veces sucede.

En lo referido a lo que, de unidad, ha de haber, en los seres humanos de cara a que el desarrollo se conduzca de forma correcta, Benedicto XVI entiende importantes los siguientes elementos:


-La fraternidad y la paz.

-La existencia de de “religiones” que actúan de forma contraproducente.

-La subsidiariedad y el desarrollo.

-Aquellos que distorsionan el desarrollo.

En cuanto a lo primero, es de vital importancia que tanto una como otra sean consideradas de forma correcta. De otra forma no colaborarán en la promoción de un desarrollo uniforme y adecuado de la familia humana.

Al fin y al cabo “La revelación cristiana sobre la unidad del género humano presupone una interpretación metafísica del humanum, en la que la relacionalidad es elemento esencial” (CiV 55)

Y aquí es donde entran en juego aquellas llamadas “religiones” (que, en realidad no lo son porque, para que lo sean han de unir al hombre con Dios y al hombre con el hombre, en una doble relación vertical-horizontal y vertical-vertical)

Sobre esto dice el Santo Padre que “El mundo de hoy está siendo atravesado por algunas culturas de trasfondo religioso, que no llevan al hombre a la comunión, sino que lo aíslan en la búsqueda del bienestar individual, limitándose a gratificar las expectativas psicológicas” (CiV 55)

Se produce, aquí, una clara distorsión entre el fundamento (citado arriba) de lo que ha de ser una religión y lo que alimentan “formas de ‘religión’ que alejan a las personas unas de otras, en vez de hacer que se encuentren, y las apartan de la realidad” (CiV 55)

Por otra parte, al respecto del desarrollo no podemos olvidar la existencia del llamado “principio de subsidiariedad” que es aquel que determina que un organismo superior no debería hacer aquello que pudiera realizar de forma adecuada uno que lo sea inferior.

¿Qué destaca, como importante, Benedicto XVI sobre este principio?

Deja escrito, en el punto 58 de su tercera encíclica que “El principio de subsidiaridad debe mantenerse íntimamente unido al principio de la solidaridad y viceversa, porque así como la subsidiaridad sin la solidaridad desemboca en el particularismo social, también es cierto que la solidaridad sin la subsidiaridad acabaría en el asistencialismo que humilla al necesitado”

Por eso dice, ahí mismo (en aplicación de tal pensamiento) que “Los programas de ayuda han de adaptarse cada vez más a la forma de los programas integrados y compartidos desde la base” porque la familia humana requiere, para su desarrollo, el que no se aleje de las formas y comportamientos de quien lo esté en menor grado.

Y, como en el comportamiento humano, siempre aparecen factores que pueden tergiversar determinada actuación, también acaece tal cosa en el tema del desarrollo.

En primer lugar, Benedicto XVI considera muy grave la degradación que puede producirse, en el ámbito del turismo internacional (que tanta importancia puede tener para una nación y, así, para la familia humana) en la dignidad de la persona.

Y se refiere a que “el turismo internacional se plantea con frecuencia de manera consumista y hedonista” (CiV 61) pues a través del denominado “turismo sexual” al que “se sacrifican tantos seres humanos, incluso de tierna edad”. Esto sucede porque, sin aplicar el principio de subsidiariedad citado arriba, el turismo puede organizarse teniendo en cuenta, en exclusiva, los “modos de organización típicos de los países de origen” olvidando, de forma absoluta, los que son de los de destino y pervirtiendo, así, el correcto desarrollo.

Por otra parte, no olvida Benedicto XVI un tema muy importante en el desarrollo entendido, éste, como el que lo es de la familia humana: las migraciones.

En una familia, un miembro que se encuentre en condiciones peores que los demás no suele ser olvidado por la misma. Esto sería, además, contrario, a la propia esencia del vivir familiar.

Pues en materia de la emigración ha de suceder algo parecido porque “Todo emigrante es una persona humana que, en cuanto tal, posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier situación” (CiV 62)

Derechos que, en muchas ocasiones, son preteridos en aras de una mala entendida protección social de las naciones a las que llegan las personas que se ven obligadas a dejar las suyas.

Acabemos con algo que Benedicto XVI deja, digamos, como deber para toda persona: “Si el amor es inteligente, sabe encontrar también los modos de actuar según una conveniencia previsible y justa”

Y es que, al fin y al cabo, la actuación fraternal que, dentro de la familia humana, se produce, es una vía, más que buena, para que la familia humana apuntale su desarrollo.




Eleuterio Fernández Guzmán

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