El lenguaje políticamente correcto supone, como sabemos, una corrupción de la realidad. Se llama a las cosas con palabras que dulcifican a las mismas con intención, general, de no causar ningún tipo de malestar y de hacer pasar por pasable lo que es impresentable y perjudicial para la común consideración, por ejemplo, de la vida humana, sagrada creación de Dios Padre.
Esto es muy propio de una sociedad hedonista y una forma muy “humana” de conformarse con lo que pasa.
Pero también se puede utilizar tal lenguaje para confundir a las personas. Así, cuando se quiere hacer pasar por bueno lo malo, como hemos dicho arriba, basta con hacerse acompañar de buenas palabras que, en realidad, sólo muestran el semblante falso de quien las dice o escribe y dejan la terrible sensación de que quien las acepta no puede huir de su mundanidad y se entrega al mundo olvidando a Cristo y, así, a Dios.
Esto es lo que hicieron, por ejemplo con el aborto que es un tema, para el cual, se utiliza la denominación de “interrupción voluntaria del embarazo” más que nada por confundir porque sabemos que cuando algo se interrumpe por cualquier circunstancia puede volver a retomar su ser cuando, en realidad, el aborto interrumpe el desarrollo de la vida humana para no volver a retomarlo nunca más. Luego hay lenguaje claramente engañoso.
Lo dieron en llamar, y así quedó, “Ley de Salud Sexual y Reproductiva”.
Nada más y nada menos que matar, propio del aborto, han querido, quieren, que sea visto como algo, digamos, propio de la bondad física. Por eso hablan de “salud” del sexo o, lo que es lo mismo, que no tienen, para nada, en cuenta la vida del nasciturus sino, en todo caso y siendo muy caritativos, la de la madre, que tampoco porque la reproducción se olvida bastante.
Por eso dicen que, ahora, abortar, es un derecho. Y es extraño que se diga eso. ¿Cuándo matar puede fomentarse desde instancias oficiales? Recordemos… “no matarás”, mandamiento de Dios.
Y quieren, utilizando tan equivoco lenguaje, que la sociedad comulgue con las ruedas de un molino que, como el que trituraba el trigo en siglos pasados, triture, ahora, los cuerpos de seres humanos sentenciados a muerte sin juicio justo y vergonzantemente obligados a morir.
Pues a nosotros lo que nos parece es que tal lenguaje es una forma de distraer al personal. Tratan, además, de justificar la muerte del inocente haciéndose pasar, además, quien eso hace, por personas que saben lo que nos conviene y aplicando una simple y vulgar ingeniería social que tiende a la disolución de la sociedad actual y nos lleva directamente hacia la fosa de la que tanto escribió el salmista.
Y eso lo están haciendo, también y ahora mismo, con la misma eutanasia de forma disimulada y vergonzosa como ha sido el caso Ramona Estévez, muerta el pasado 6 del presente mes de septiembre tras retirarle la sonda a través de la cual comía y bebía.
Qué bien vienen, ahora, las palabras que escribió el cantautor catalán Lluís Llach en su canción “Campanadas a muerte”: “Asesinos de razones y de vidas”.
Y de vidas asesinos.
Esto es muy propio de una sociedad hedonista y una forma muy “humana” de conformarse con lo que pasa.
Pero también se puede utilizar tal lenguaje para confundir a las personas. Así, cuando se quiere hacer pasar por bueno lo malo, como hemos dicho arriba, basta con hacerse acompañar de buenas palabras que, en realidad, sólo muestran el semblante falso de quien las dice o escribe y dejan la terrible sensación de que quien las acepta no puede huir de su mundanidad y se entrega al mundo olvidando a Cristo y, así, a Dios.
Esto es lo que hicieron, por ejemplo con el aborto que es un tema, para el cual, se utiliza la denominación de “interrupción voluntaria del embarazo” más que nada por confundir porque sabemos que cuando algo se interrumpe por cualquier circunstancia puede volver a retomar su ser cuando, en realidad, el aborto interrumpe el desarrollo de la vida humana para no volver a retomarlo nunca más. Luego hay lenguaje claramente engañoso.
Lo dieron en llamar, y así quedó, “Ley de Salud Sexual y Reproductiva”.
Nada más y nada menos que matar, propio del aborto, han querido, quieren, que sea visto como algo, digamos, propio de la bondad física. Por eso hablan de “salud” del sexo o, lo que es lo mismo, que no tienen, para nada, en cuenta la vida del nasciturus sino, en todo caso y siendo muy caritativos, la de la madre, que tampoco porque la reproducción se olvida bastante.
Por eso dicen que, ahora, abortar, es un derecho. Y es extraño que se diga eso. ¿Cuándo matar puede fomentarse desde instancias oficiales? Recordemos… “no matarás”, mandamiento de Dios.
Y quieren, utilizando tan equivoco lenguaje, que la sociedad comulgue con las ruedas de un molino que, como el que trituraba el trigo en siglos pasados, triture, ahora, los cuerpos de seres humanos sentenciados a muerte sin juicio justo y vergonzantemente obligados a morir.
Pues a nosotros lo que nos parece es que tal lenguaje es una forma de distraer al personal. Tratan, además, de justificar la muerte del inocente haciéndose pasar, además, quien eso hace, por personas que saben lo que nos conviene y aplicando una simple y vulgar ingeniería social que tiende a la disolución de la sociedad actual y nos lleva directamente hacia la fosa de la que tanto escribió el salmista.
Y eso lo están haciendo, también y ahora mismo, con la misma eutanasia de forma disimulada y vergonzosa como ha sido el caso Ramona Estévez, muerta el pasado 6 del presente mes de septiembre tras retirarle la sonda a través de la cual comía y bebía.
Qué bien vienen, ahora, las palabras que escribió el cantautor catalán Lluís Llach en su canción “Campanadas a muerte”: “Asesinos de razones y de vidas”.
Y de vidas asesinos.
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