1 de junio de 2019

Serie el rincón del hermano Rafael - Saber esperar- No darse cuenta de la Cruz de Cristo


Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.
Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.
Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.
Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.
             
Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

Saber esperar- No darse cuenta de la Cruz de Cristo
“¡Cuántas almas, aún religiosas, ignoran esto! ¡Qué pena! ¡Cuánto tiempo perdido en pláticas, devociones y ejercicios que son santos y buenos…, pero no son la Cruz de Cristo, no son lo mejor!” (Saber esperar, punto 308)

San Rafael Arnáiz, con ser religioso, debía conocer, por decirlo así, el ser y estar de muchos de sus compañeros de instituto religioso. Y esto lo decimos porque las palabras que traemos aquí, algunas de ellas, reflejan la situación (al menos entonces, en su tiempo de vida en el mundo) también se refieren a ellos.
Nosotros sabemos que rezar, que orar, es muy importante para un hijo de Dios. Pero el hermano Rafael nos dice que no siempre es lo mejor. Y no es que no sea importante sino que, en muchos casos, se hace de menos una realidad espiritual que nunca deberíamos olvidar nunca porque no es, sólo, un símbolo espiritual sino, en todo caso, el símbolo espiritual por antonomasia.
Pues sí. Al parecer, muchas veces estamos equivocados, incluso, en nuestra fe.
Perdemos el tiempo, según nos dice San Rafael Arnáiz Barón, cuando hacemos según qué cosas. Y estas palabras nunca las deberíamos olvidar.
De todas formas, no debemos confundir una cosa con otra. Es decir, sí, son muy importante las pláticas, las devociones y los ejercicios espirituales. Y por eso, el hermano Rafael las pone como eso, como importantes para que nuestra fe siga adelante, se alimente. Pero…
Aquí hay un pero.
El pero lo pone San Rafael Arnáiz en lo que verdaderamente es importante de todo esto: la Cruz de Cristo.
Sí, la Cruz, aquellos maderos en los que colgaron al Hijo de Dios con gran ignorancia por parte de muchos y con mucha culpabilidad y complicidad de parte de otros, ha de estar muy por encima de todo aquello, que, de todas formas, es importante para nosotros.
El caso es que a San Rafael Arnáiz, todo esto le da pena. Es decir, no lo deja ahí, sin darle importancia sino que, al contrario, sabe que es una verdadera pena que haya quien, muy a pesar de que lo que pueda hacer en su vida espiritual, no sepa, al parecer, lo que importa, lo que le debe importar a él mismo: la Cruz de Cristo.
Mucho se ha dicho sobre la importancia que tiene la Cruz para un discípulo de Cristo. En general, esto: toda, total, sin nada que pueda tener más.
La Cruz de Cristo se ha de ver reflejada en el quehacer diario de cada discípulo de Cristo. Y si no es así, de poco sirve todo lo que haga en otro tipo de realidades espirituales. Y eso no quiere decir que no sirve da nada sino que servirá, en todo caso, en segundo plano, en segunda posición o, en fin, luego, siempre, de la Cruz de Cristo.

Eleuterio Fernández Guzmán

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