6 de julio de 2014

La suave carga de Cristo


 Domingo XIV del tiempo ordinario




Mt 11,25-30

En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: 'Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.


'Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera'”.


COMENTARIO


De los que vivían en tiempos de Jesús es más que cierto que muchos no aceptaron su mensaje. Ellos, aquellos que la sociedad consideraba “sabios” no estaban preparados, a lo que parece, para recibir la verdadera doctrina llega directamente del Cielo.

Jesús lo recibe todo de Dios. Es Dios hecho hombre y, por eso mismo, todo lo que es del Creador lo es, también, del Hijo. Por eso sabe que es muy importante seguirlo y aceptar la doctrina que ha venido a traer al mundo.

Seguir, pues, a Cristo es hacerlo con el mismo Dios que nunca nos carga con fardos que no podamos llevar sino que adapta sus ecigencias a nuestras posibilidades como hijos que somos suyos. Por eso Jesús nos llama y nos dice que, por muy pesada que podamos creer el hecho de seguirlo, no lo es tanto porque Él nos acompaña.
JESÚS, quieres que te sigamos. Ayúdanos a tenerte, porque lo eres, por Hijo de Dios y hermano nuestro.




Eleuterio Fernández Guzmán


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