22 de mayo de 2012

Cristo pide por nosotros







Martes VII de Pascua

Jn 17,1-11a

“En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: ‘Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.

‘Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.

‘Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti’”.

COMENTARIO

Jesús sabía que su misión en la tierra estaba a punto de concluir en su vertiente humana y, por eso mismo pide al Padre que tenga en cuenta que ha cumplido su voluntad.

Entiende el Hijo de Dios que ha transmitido lo que debían conocer sus discípulos y que al haber aceptado lo que les decía habían convertido su corazón y estaban preparados para proseguir con la misión que les había encomendado.

Jesús pide por ellos y, así, por todos nosotros. Sabe Cristo que el hombre vive en el mundo aunque no sea del mundo y, así, que debe permanecer en el mundo para glorificar a Dios y cumplir, también, con su particular misión evangelizadora.



JESÚS, cuando vas a subir al Padre y a su Casa a prepararnos las estancias que, luego, recibiremos cuando sea voluntad de Dios, pides a Dios que tenga en cuenta que nosotros nos quedamos en el mundo. Sin embargo, muchas veces, hacemos como si tal realidad no hubiera sucedido nunca.



Eleuterio Fernández Guzmán

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