San Josemaría, en el número 117 de “Es Cristo que pasa” nos da la clave de un momento muy importante para la humanidad.
No es de extrañar que los discípulos estuvieran tristes tras la muerte de Cristo en la cruz. Tampoco que tuvieran miedo y que se escondieran. Era un proceder lógico y natural en seres humanos que, al fin y al cabo, no habían acabado de comprender ni lo que estaba sucediendo ni lo que iba a suceder.
Había dolor. Y a tal situación espiritual sucedió lo que era de esperar que sucediera y que no era otra cosa que la resurrección de Cristo. Había prometido que así sería y así fue.
Es, sin duda alguna, algo fundamental para nuestra fe y, por eso mismo, con ella nuestra fe es cierta y verdadera y sin ella es vana (cf. 1 Cor 15, 14) Sin embargo, más que demostrada que la resurrección de Cristo fue, es, cierta, lo que sigue es lo único que puede seguir a tal situación: hemos sido salvados y, por eso mismo, nos encontraremos, cuando Dios quiera, habitando alguna de las estancias que Cristo nos está preparando en el definitivo Reino de Dios.
Si hay una persona que, también en este momento, es fundamental tenerla como esencial en nuestra vida (en ésta y en la que tiene que venir) es María, la Madre Dios y Madre nuestra.
A tal respecto, el Beato Juan Pablo II, en una catequesis mariana de fecha 21 de mayo de 1997 dijo que “Un autor del siglo V, Sedulio, sostiene que Cristo se manifestó en el esplendor de la vida resucitada ante todo a su madre. En efecto, ella, que en la Anunciación fue el camino de su ingreso en el mundo, estaba llamada a difundir la maravillosa noticia de la resurrección, para anunciar su gloriosa venida. Así inundada por la gloria del Resucitado, ella anticipa el "resplandor" de la Iglesia (cf. Sedulio, Carmen pascale, 5, 357-364: CSEL 10, 140 s).”
Pero, además, que “Por ser imagen y modelo de la Iglesia, que espera al Resucitado y que en el grupo de los discípulos se encuentra con él durante las apariciones pascuales, parece razonable pensar que María mantuvo un contacto personal con su Hijo resucitado, para gozar también ella de la plenitud de la alegría pascual.”
María, pues, es de pensar que también vio a Jesús, tras la resurrección, de forma muy especial. Jesús no pudo dejar de ver a su Madre, incluso antes que a María Magdalena, pues era una muestra de Amor del Hijo por la Madre.
Por eso “la Virgen santísima, presente en el Calvario durante el Viernes santo (cf. Jn 19, 25) y en el cenáculo en Pentecostés (cf. Hch 1, 14), fue probablemente testigo privilegiada también de la resurrección de Cristo, completando así su participación en todos los momentos esenciales del misterio pascual. María, al acoger a Cristo resucitado, es también signo y anticipación de la humanidad, que espera lograr su plena realización mediante la resurrección de los muertos.”
Jesús resucita por nuestro bien porque tal era la necesidad que tenía el ser humano para ser salvado. Su sangre nos valió la salvación eterna prometida por Dios. Y eso sólo podemos agradecerlo como amor, entrega y servicio.
Jesucristo resucita y, por eso mismo, debemos agradecer cada momento de su vida porque, con ella, nos dio la nuestra para siempre, siempre, siempre.
Eleuterio Fernández Guzmán
Publicado en Acción Digital
Repasando los blogs que ojeo diariamente, llego al tuyo, Eleuterio, y leo: “Resucita Cristo por nuestro bien” ¡Hombre!, he pensado, a ver si por fin me entero yo de esta cuestión, de la trascendencia de la muerte de Jesús, quiero decir. Porque realmente no lo entiendo. No lo he entendido nunca. Y ya hace un buen tiempo que me intriga; no creas. Y no digo esto con ánimo de buscar escándalo, de iniciar una polémica o de discutir. No, no, no. Nada de eso. Es más, no pienso decir una sola palabra sobre la verosimilitud o la historicidad de los hechos. Simplemente es que aun dando por cierto lo narrado, no logro ver el autosacrificio, ni soy capaz de establecer una relación lógica entre la muerte y resurrección de Jesús y la salvación de los hombres. Lo siento, pero así es y aunque parezca mentira de pequeño ya me ocurría, lo que por cierto no me procuró nunca el favor de mis profesores de religión. En fin esta es otra historia y mis anécdotas personales no le interesan a nadie por muy divertidas que sean.
ResponderEliminarEl caso es que sigo leyendo y como siempre que he seguido leyendo y aun escuchando sobre este asunto, no he encontrado más que afirmaciones, aseveraciones más y más floridas al respecto, pero ni una sola explicación de por qué ni de qué manera. Acaso, entiendo, se trata de hacer obvio un hecho realmente misterioso por la vía de machacona repetición y la esperanza de que el receptor no se haga nunca preguntas impertinentes.
Una desilusión, vamos
Seguiré indagando
Un saludo
Estimado Mario
ResponderEliminarNo creo que se trate de obligar a nadie a creer en la trascendencia de la muerte de Cristo y del sacrificio que supuso la misma para el Hijo de Dios y, en beneficio, para la humanidad entera. A esta altura de las circunstancias no creo yo que se pueda dudar de la resurrección de Cristo y, por eso mismo, tú dices que puedes dar por cierto lo narrado.
A lo largo de las Sagradas Escrituras antiguas (el llamado Antiguo Testamento) se dice mucho acerca de la muerte del Mesías. Sobre todo el profeta Isaías recoge, de forma muy cierta, lo que le pasó a Jesús en su Pasión y, luego, en la cruz. No era nada nuevo y, por eso mismo, cuando se aparece primero a los discípulos de Emaús y, luego, al resto de los que estaban reunidos por miedo a los judíos, les dice, paso a paso, qué se había dicho de Él en las Sagradas Escrituras. Era una forma de demostrarles que todo lo que les había dicho se había confirmado y que era cierto.
Por otra parte, los misterios no requiere machaconismo para creerlos. O se creen o no se creen. No se puede hacer demostración científica de los mismos porque son de un nivel distinto, sobrenatural. Por eso se creen… cuando se creen, claro.
A lo mejor te puede servir esto:
..que os ha nacido hoy, en la ciudad de David,
un Salvador, que es CRISTO el Señor.
Porque el Hijo del Hombre vino a buscar
y a salvar lo que se había perdido.
Lucas 19:10
Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo
para condenar al mundo,
sino para que el mundo sea salvo por él.
Juan 3:16-17
Mas él herido fue por nuestras rebeliones,
molido por nuestros pecados;
el castigo de nuestra paz fue sobre él,
y por su llaga fuimos nosotros curados.
Isaías 53:5
Cristo nos redimió de la maldición de la ley,
hecho por nosotros maldición
(porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)...
Gálatas 3:13
...quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero,
para que nosotros,
estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia;
y por cuya herida fuisteis sanados.
1Pedro 3:18
Por tanto, yo le daré parte con los grandes,
y con los fuertes repartirá despojos;
por cuanto derramó su vida hasta la muerte,
y fue contado con los pecadores,
habiendo él llevado el pecado de muchos,
y orado por los transgresores.
Isaías 53:12
...así también Cristo fue ofrecido una sola vez
para llevar los pecados de muchos;
y aparecerá por segunda vez,
sin relación con el pecado,
para salvar a los que le esperan.
Hebreos 9:28
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades,
y sufrió nuestros dolores;
y nosotros le tuvimos por azotado,
por herido de Dios y abatido.
Isaías 53:4
Angustiado él, y afligido, no abrió su boca;
como cordero fue llevado al matadero;
y como oveja delante de sus trasquiladores,
enmudeció, y no abrió su boca.
Isaías 53:7
...y por todos murió,
para que los que viven, ya no vivan para sí,
sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
2 Corintios 5:15
...y cantaban un nuevo cántico, diciendo:
Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos;
porque tú fuiste inmolado,
y con tu sangre nos has redimido para Dios,
de todo linaje y lengua y pueblo y nación...
Apocalipsis 5:9
...para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna.
Juan 3:15
Y en ningún otro hay salvación;
porque no hay otro nombre bajo el cielo,
dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
Hechos 4:12