25 de febrero de 2012

Estar sano o enfermo del alma




Sábado después de Ceniza



Lc 5, 27-32



“En aquel tiempo, Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: ‘Sígueme’. El, dejándolo todo, se levantó y le siguió. Leví le ofreció en su casa un gran banquete. Había un gran número de publicanos, y de otros que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas murmuraban diciendo a los discípulos: ‘¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?’. Les respondió Jesús: ‘No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores’".



COMENTARIO



Jesús buscó, para que fueran sus apóstoles, a hombres muy distintos. Pescadores o, como es el caso de Mateo, cobrador de impuestos y, por lo tanto, considerado un pecador por parte de sus hermanos de religión más dados, a lo mejor, a preocuparse por lo material.



Jesús no podía ignorar que, en efecto, Mateo podía ser un pecador pero no por cobrar impuestos sino, como todos, por el hecho de no estar siempre a la voluntad de Dios. Y sabía que necesitaba curación aquella enfermedad del alma. Y venía en su socorro al igual que hizo con tantas otras personas.



Para convertirse es necesario tener que convertirse o, lo que es lo mismo, hay que estar en situación espiritual de tal forma necesitada de auxilio que, en efecto, se necesite. Y Jesús sabe que sólo necesitan médico, espiritual en este caso y Él mismo, aquellas personas que tengan enfermedad, espiritual en este caso. Y así actúa: sanando.



JESÚS, curas a los que necesitan curación porque los que no son pecadores (¿?) difícilmente van a verse en la situación de ser sanados. Sin embargo, nosotros mismos que no se nos puede escapar que siempre estamos necesitados de sanación espiritual, miramos para otro lado y no te buscamos para que nos sanes. A lo mejor creemos que nos bastamos solos.





Eleuterio Fernández Guzmán





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