Domingo I (B) de Cuaresma
Mc 1, 12-15
“En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían. Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: ‘El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva’”.
COMENTARIO
Jesús fue al desierto porque el Espíritu Santo le condujo. Como lugar de encuentro con Dios tuvo que enfrentarse a las conocidas tentaciones que, en número de tres, trataron de desviarlo del camino recto.
Jesús volvió del desierto. Apresaron a Juan, el Bautista, y creyó que había llegado el momento de dar el paso de llevar una vida pública en la que cumplir la misión para la que había sido enviado por Dios. Y comenzó su tiempo de predicación.
Jesús hace referencia a dos realidades muy importantes: el Reino de Dios ha llegado y es necesario convertirse. En primer lugar, la conversión se hace necesaria para creer en el Evangelio, en la Buena Noticia de la que el Mesías es el portador. Y luego, luego, la salvación eterna.
JESÚS, pedías y pides conversión y creer en el Evangelio. Son dos condiciones espirituales que tenemos que cumplir los que nos decimos tus discípulos. Así te seguimos y estamos de acuerdo con la voluntad de Dios.
Eleuterio Fernández Guzmán
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