1 de marzo de 2012

Hispanoamérica 2012







“Jóvenes misioneros para un continente joven” en 2011;  “Sacerdotes, discípulos y misioneros” en 2010; “América con Cristo, vive la misión”, en 2009; “América Latina, continente en misión”, en 2008; “Llamados a ser discípulos y misioneros en América”, en 2007; “Compartimos el pan de la tierra y el pan del cielo”, en 2006 o “América recibe y nos envía misioneros”, en 2005 han sido los lemas que, en años sucesivos nos han traído a la realidad espiritual católica hispana que hay momentos en los que debemos agradecer, más de lo que hacemos, el don de poder evangelizar. 

Para este año 2012 el lema escogido ha sido “Comprometidos con América en la Nueva Evangelización” y supone, como el texto mismo indica, tanto el obligarse a evangelizar como el hacerlo en el ámbito de lo que Benedicto XVI ha entendido y hecho todo lo posible como para que se considera como nueva lo que es tan antiguo como el mismo Evangelio.

Y para este día, en concreto se celebra el domingo 4 de marzo, la Presidencia de la Pontificia Comisión para América Latina ha dado a conocer un Mensaje con motivo del denominado “Día de Hispanoamérica” instaurado en el año 1959.

En el citado Mensaje se recuerda, por ejemplo, que “Hispanoamérica debe a España, ante todo, lo que es su más rico tesoro: el  patrimonio de la tradición católica comunicada, inculturada y arraigada en las  tierras buenas del ‘Nuevo Mundo’. Con razón Benedicto XVI señaló en Aparecida, el 13 de mayo de 2007, que el patrimonio más precioso de América  Latina es ese don providencial que ha gestado a sus pueblos y que ‘ha animado  su vida y cultura [...] durante más de cinco siglos’. ‘Este es el rico  tesoro del  continente americano –decía el Papa en esa oportunidad–; este es su patrimonio más valioso: la fe en Dios amor, que reveló su rostro en Jesucristo [...]. No  es una ideología política, ni un movimiento social, como tampoco un sistema  económico; es la fe en Dios amor, encarnado, muerto y resucitado, el auténtico  fundamento de esta esperanza que produjo frutos tan magníficos desde la primera evangelización hasta hoy”.
 Es, por lo tanto, obligación de nación tan evangelizadora como lo ha sido España el continuar, como se pueda en estos tiempos de secularización, con una labor tan importante como es la de llevar la Palabra de Dios allá donde no la conocen y, en su caso, donde conociéndola puedan estar olvidándola.

En general, la relación con Hispanoamérica a nivel de evangelización se debe vehicula a través, por ejemplo, de abrir el corazón “a las familias y comunidades de latinoamericanos inmigrantes asentadas en España”; de mostrar agradecimiento por “el precioso servicio que están prestando universidades y centros superiores de Teología que, en España, acogen a sacerdotes provenientes de América Latina para la ampliación de sus estudios”, de “reconocer y recoger a los sacerdotes provenientes de países” hispanoamericanos que, “con el consentimiento de sus respectivos obispos, prestan sus servicios pastorales en diócesis españolas” o de renovar la “memoria agradecida del maravilloso espectáculo de santidad y comunión eclesial vivido durante la Jornada Mundial de la Juventud” celebrada en agosto de 2011…

Podemos ver, por tanto, que en el ámbito de la Nueva Evangelización son  muchos los puntos sobre los que recae la atención que, especialmente desde España, se tienen que fomentar en aras de una buena relación con las tierras que en otro tiempo se incorporaran a la civilización cristiana tras el descubrimiento de las tierras americanas.

Por otra parte, dice el Cardenal Marc Ouellet, a la sazón Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina que debemos recobrar el fervor espiritual  y confiar las intenciones que hacemos al respecto de la evangelización de la América hispana “a la  gracia del Espíritu Santo, verdadero protagonista de la ‘Nueva Evangelización’, que nos precede en el corazón de las personas y en la cultura de los pueblos, para conducirlos hacia Cristo, según hostiemos y ritmos definidos por la Providencia de Dios”.

Recuerda, también, el Cardenal Ouellet que, a tenor de lo dicho en el número 80 de la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, debemos conservar “La dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagámoslo —como Juan el Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud de admirables evangelizadores que se han sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia— con un ímpetu interior que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Sea ésta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá que el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo”.

Al fin y al cabo, la misión dada por Cristo es la de evangelizar y eso se hace desde España hacia América llamada hispana. Y otra cosa no se espera de nosotros, hijos de Dios y hermanos de tantos que necesitan conocerlo.

Eleuterio Fernández Guzmán

Publicado en Análisis Digital

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