2 de diciembre de 2011

Querer ver y ver


 

Viernes I de Adviento


Mt 9,27-31


“Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: ‘¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!’. Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: ‘¿Creéis que puedo hacer eso?’. Dícenle: ‘Sí, Señor’. Entonces les tocó los ojos diciendo: ‘Hágase en vosotros según vuestra fe’. Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: ‘¡Mirad que nadie lo sepa!’. Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca.






COMENTARIO


Como suele decirse, la fe mueve montañas. En este caso particular movió el corazón de Jesús que viendo como aquellas personas ciegas le rogaban que los curase, hizo lo propio con ellas.


Los ciegos confiaban en Cristo, tenían la fe suficiente como para saber que si quería el Mesías serían curados de su terrible enfermedad. Y así fue. Abrieron los ojos y vieron. Tuvieron fe y creyeron.


Era difícil que unas personas que no veían callaran aquello que les había pasado. No lo hicieron, y transmitieron a todos que Jesús les había curado de su ceguera. Así nos sucede a nosotros: Cristo nos cura de nuestra falta de visión espiritual y nos ayuda a caminar hacia el definitivo Reino de Dios. Necesitamos, eso sí, la fe suficiente como para creer que eso es posible.




JESÚS, necesitas que quien crea en ti lo diga y, si es posible, además, se lo crea de verdad. Esto de si es posible no es nada descabellado porque muchas veces decimos •”Señor, Señor” pero lo hacemos de puertas para adentro del corazón y, en realidad, no hacemos lo que decimos que creemos. Tener fe es, sobre todo, demostrar que se tiene.








Eleuterio Fernández Guzmán










































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