10 de septiembre de 2011

Caritas in Veritate - II - El hoy del desarrollo humano


Desde un punto de vista cristiano, el desarrollo supone, es, algo más que un mero avance económico o tecnológico. No es, por tanto, la expresión de un ir más allá de lo que se tiene sin ninguna intención más.

Muy al contrario, desarrollo es, ante todo, solución de los problemas que acucian a cada vez más personas: “el hambre, la miseria, las enfermedades endémicas y el analfabetismo” (Cv 21)

Sobre esto ya tenía dicho Jesucristo, o más bien pensado y aplicado a la realidad, que no tiene demasiada importancia que existan ricos sino que lo que venía a destacarse es qué hacían tales personas con su riqueza.

Pues esto es lo que busca el desarrollo: solución a situaciones que, actualmente, se están viendo agravadas por la crisis galopante por la que estamos pasando.

De aquí que Benedicto XVI entienda que “La ganancia es útil si, como medio, se orienta a un fin que le dé un sentido”. Además, “El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza” (Ídem anterior)

Hasta aquí lo que podemos considerar general de la ley cristiana sobre el desarrollo.

Sobre el tema de la segunda parte de la, hasta hoy, última encíclica del Santo Padre, para que el desarrollo pueda llamarse de tal forma tiene que ser auténtico e integral. Dicho de otra manera, para que sea auténtico ha de ser integral y afectar, además de a aquellos que lo procuran, a aquellos que lo necesitan por estar en peor situación pues, a tenor de de lo dicho en la Constitución pastoral Gaudium et spes (sobre la Iglesia en el mundo actual) “El hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social”)

Y dice “el hombre” y no una parte de la humanidad en exclusiva.

Sin embargo, el caldo de cultivo del pensamiento actual no colabora, precisamente, en que pueda llevarse a cabo tal sentido del desarrollo económico. Aquel se fundamenta, sobre todo, en la existencia de un “eclecticismo cultural” (Cv 26) según el cual todas las culturas existentes son equivalentes. Así, y en realidad, ninguna tiene valor de por sí por lo que el relativismo conforma de tal forma del modo de pensar que al  querer aplicar modelos económicos propios a otros ajenos se produce una clara contraposición entre unos y otros y no hay, digamos “trasvase” de desarrollo quedando anquilosada la economía de muchas naciones.

Por otra parte, Benedicto XVI incide en un tema que, en cuanto al desarrollo tiene sentido. Es el referido al “respeto a la vida”.

Puede parecer, esto dicho, muy alejado del desarrollo económico... No lo está, sin embargo, tanto como puede pensarse.

Así, vida y políticas antinatalistas (muy de moda hoy día en las naciones “desarrolladas”) se contraponen muy claramente y traen, como consecuencia que, “si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social” (Cv 28, extracto del Mensaje para la Jornada de la Paz de 2008)

No obstante, la importancia que tiene el respeto a la vida, no lo es menos el escaso respeto que se tiene por la libertad religiosa que también tiene una importancia vital en el desarrollo.

Cuando se niega tal derecho se produce una “promoción programa de la indiferencia religiosa o del ateísmo práctico por parte de muchos países (Cv 29) Entonces se sustraen “bienes espirituales y humanos” que muy bien pueden colaborar en el desarrollo que, como ha quedado dicho supra, ha de ser “integral”.

Resulta, pues, de todo punto necesario que “los diferentes ámbitos del saber humano sean interactivos, con vistas a la promoción de un verdadero desarrollo de los pueblos” (Cv 30)

Esto lo que, en concreto, quiere decir es que “la valoración moral y la investigación deben crecer juntas” (Cv 31)

En realidad, tal forma de proceder o, mejor, procediendo de tal forma, “a la fe, a la teología, a la metafísica y a las ciencias” permite encontrar su lugar dentro de una colaboración al servicio del hombre.

Así, se “trata de ensanchar la razón y hacerla capaz de de conocer y orientar estas nuevas e imponentes dinámicas, animándolas en la perspectiva de esa ‘civiliación del amor’ de la Cual Dios ha puesto la semilla en cada pueblo y en cada cultura” (Cv 33)

Sólo falta hacerla fructificar.




Eleuterio Fernández Guzmán


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