18 de febrero de 2011

Ser discípulo de Cristo


Mc 8,34-9,1

“En aquel tiempo, Jesús llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Pues, ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles’. Les decía también: ‘Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios’”.


COMENTARIO

Lo que pedía, y pide, Jesucristo, para que alguien pueda llamarse, legítimamente, discípulo suyo, es realidad espiritual difícil de acometer por un ser humano, digamos, puramente humano.

Por eso seguir a Jesús supone, para empezar, reconocer que se tiene que cargar uno mismo con su cruz. No negar tal carga es esencial para poder, entonces, ir tras el Maestro para el que, recordemos, no tenía sitio donde recostar la cabeza.

Y luego… no negar que se es no que se es: cristiano. Se puede negar de muchas formas aunque, hoy día, al menos en occidente, la forma más común es callar lo que se es para que no se note que se es cristiano y, así, discípulo de Cristo. No admite esto el Hijo de Dios porque quien así actúa no es consecuente que luego reclame la parte del reino que le corresponde.



JESÚS, exiges muchos a los que quieren seguirte. No ha de ser esto por querer cargar con una carga mayor a la que ya tenemos, de por sí, cada uno de nosotros. Seguramente lo haces para que se reconozca el esfuerzo y la entrega que supone ir tras tu persona, obra y doctrina. Por eso no puedes entender que, en determinadas ocasiones hagamos como hizo Pedro en el patio en tu Pasión: negarte de muchas formas.





Eleuterio Fernández Guzmán

1 comentario:

  1. No es fácil ser discípulo de Cristo. Hay que dejar atrás muchas cosas y renunciar a muchas apariencias.

    Pero el solo hecho de querer ser discípulo del Señor, demuestra que El está actuando en nosotros.

    Al menos podemos intentar ser como el publicano que se reconocía honestamente incapaz de ser como le qustaría ser.

    Dios le bendiga :)

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