8 de junio de 2019

Serie El rincón del hermano Rafael – Saber sufrir

¡Qué bien se vive sufriendo…, a tu lado, en tu Cruz…, viendo llorar a María! ¡Quién tuviera fuerzas de gigante para sufrir!” (Saber esperar, punto 312)

Lo que nos dice el hermano Rafael en este punto de su libro “Saber esperar” tiene mucho de verdad pero tiene, también, mucho de dificultad por cómo somos los seres humanos al respecto del sufrimiento.
Nosotros sabemos que quien acabaría siendo santo, con el nombre de San Rafael Arnáiz Barón, estuvo enfermo los últimos años de su corta vida. También sabemos que tenía una profunda espiritualidad que le llevó a ingresar en la vida religiosa porque era grande su ansia de servir a Dios y a los hombres y así quería entregar y dar su vida.
Sabía, pues, mucho de lo que significa, digamos, padecer físicamente. Pero también sabía más que bien lo que era el padecimiento espiritual. Y nos lo muestra muchas veces en sus textos escritos. Así, en este también.
Ciertamente, hay que saber sufrir. Lo que le pasa al hermano Rafael es que a él sufre sabiendo que puede hacerlo junto a la Cruz de Cristo. Al menos… eso es lo que quiere porque bien nos dice que le gustaría tener fuerzas para sufrir. Y eso lo que ha de querer decirnos no es que no sufra, porque sí sufre, sino que quisiera hacerlo de esa forma tan especial como es hacerlo junto a Cristo, hermano suyo y nuestro y hacerlo, así, junto a la Cruz donde entregó su vida para que todo aquel que quiera se salve…
En realidad, decir que se vive bien sufriendo no quiere decir que le guste, eso, sufrir. Y es que pensamos que tampoco era del gusto de Cristo está allí colgado, muriendo de aquella forma. Lo que pasa es que tanto el Hijo de Dios como el mismo hermano Rafael sobrenaturalizaron el dolor y el sufrimiento y eso los hizo pasar a la historia, primero, como el Hijo que se entrega a la Voluntad de su Padre del Cielo y, segundo, como aquel hermano del Hijo que sabe, en eso, imitar a su hermano y Dios hecho hombre.
Y, además, el hermano Rafael sabe que no está allí solo.
Nosotros sabemos que junto a la Cruz había unas cuantas personas muy allegadas a Jesucristo. Y, entre ellas, su propia Madre, María. Allí estaba, sufriendo lo insufrible y dando ejemplo de cómo ha de actuar quien ama y quien tiene fe. Y a ella se acoge el hermano Rafael y, con él, nosotros también nos acogemos a nuestra Madre del Cielo.
Sufrir, así, con la Cruz, tiene un sentido que va más allá de nuestras obviedades humanas. Y es, además, salvador para nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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