27 de abril de 2012

Tiempo de evangelización







Es bien cierto que se puede pensar que todo está hecho y que, en realidad, es cosa del Espíritu Santo aquello referido a la evangelización de las naciones porque sopla donde quiere y no vamos a decirle qué tiene que hacer.

Sin embargo, no corren tiempos muy buenos ni para la lírica, como decía la canción, ni para la transmisión de la Palabra de Dios. Son tiempos descreídos en los cuales se pretende apartar al Creador de la vida ordinaria y hacer como si no hubiera creado todo lo que existe y, además, como si no mantuviese su creación.

Pero los discípulos de Cristo sabemos lo que está escrito y es lo que sigue:
“Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas. Tú, en cambio, pórtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizador, desempeña a la perfección tu ministerio”.

En la Segunda Epístola a Timoteo, concretamente entre los versículos dos y cinco del capítulo cuatro, el apóstol de los gentiles dijo entonces, y dice ahora, que existe algo sobre lo que no podemos hacer dejación, preterir o hacer como si no nos correspondiese: evangelizar.

Es éste, pues, un tiempo de evangelización. Es más, se ha dado en llamar de nueva evangelización.

El término mismo “nueva evangelización” es uno que viene siendo tratado desde hace algunos años por Benedicto XVI. Si bien ahora mismo es el que está determinando la actuación a este nivel de parte del Vicario de Cristo, allá por el año 2000, en una conferencia pronunciada en el Congreso de catequistas y profesores de religión el entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe dijo algo que, con el paso del tiempo, ha llegado a ser muy importante.

Así, por ejemplo, al respecto de la propia evangelización “Jesús dice al inicio de su vida pública: he venido para evangelizar a los pobres (cf. Lc 4, 18). Esto significa: yo tengo la respuesta a vuestra pregunta fundamental; yo os muestro el camino de la vida, el camino que lleva a la felicidad; más aún, yo soy ese camino. La pobreza más profunda es la incapacidad de alegría, el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria. Esta pobreza se halla hoy muy extendida, con formas muy diversas, tanto en las sociedades materialmente ricas como en los países pobres. La incapacidad de alegría supone y produce la incapacidad de amar, produce la envidia, la avaricia... todos los vicios que arruinan la vida de las personas y el mundo. Por eso, hace falta una nueva evangelización. Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte no es objeto de la ciencia; sólo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona.”

Por eso resulta esencial, para un católico, llevar a cabo la labor evangelizadora donde se encuentre y con los medios que tenga a sus disposición y por eso decía Joseph Ratzinger que hacía falta una “nueva evangelización” porque, en efecto, era necesaria para poder llevar una vida acorde con la voluntad de Dios.

Pero, en realidad, ¿qué es la nueva evangelización?

Pues lo siguiente (continúa la citada conferencia): “Nueva evangelización significa no contentarse con el hecho de que del grano de mostaza haya crecido en el gran árbol de la Iglesia universal, ni pensar que basta el hecho de que en sus ramas pueden anidar aves de todo tipo, sino actuar de nuevo valientemente, con la humildad del granito, dejando que Dios decida cuándo y cómo crecerá (cf. Mc 4, 26-29).”

De nuevo… dijo entonces que no podíamos quedar mirando si lo sembrado fructificaba o no fructificaba. Actuar con valentía y con humildad son las bases de la nueva evangelización y de su método  porque “debemos usar de modo razonable los métodos modernos para lograr que se nos escuche; o, mejor, para hacer accesible y comprensible la voz del Señor. No buscamos que se nos escuche a nosotros; no queremos aumentar el poder y la extensión de nuestras instituciones; lo que queremos es servir al bien de las personas y de la humanidad, dando espacio a Aquel que es la Vida.”

Por lo tanto, no es que la nueva evangelización consiste en hacer algo nuevo sobre la Palabra de Dios sino, en todo caso, en llevarla a buen puerto en el corazón de quien la necesita o, lo que es lo mismo, en el que lo es de todo ser humano que ha de conocer a Quien lo creó y ha de saber que es su Padre. Y, en eso, la evangelización es tan vieja como el Evangelio y como el Evangelio tan nueva.


Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Soto de la Marina

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