28 de abril de 2012

Quedarnos con Cristo





Sábado III de Pascua


Jn 6, 60-69

“En aquel tiempo, muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: ‘Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?’. Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: ‘¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?. El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen’. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: ‘Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre’.

Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él. Jesús dijo entonces a los Doce: ‘¿También vosotros queréis marcharos?’. Le respondió Simón Pedro: ‘Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios’.


COMENTARIO

Los discípulos más allegados de Jesús conocían lo que, directamente, les decía el Maestro. Era lo más importante porque quería instruirlos en el conocimiento de la Verdad. Y era, también, lo que todos deberíamos tener en cuenta en nuestra vida.

Dice Jesús que lo que importa es el espíritu. La carne, cuando morimos, se pudre y es el espíritu el que, tras el juicio particular al que somos sometidos, en el alma ingresa en el purgatorio, en el infierno o si, es pura, en el definitivo Reino de Dios.
Pedro sabe que Jesús es el Cristo y también sabe que a través de Él se alcanza la vida eterna. No pueden, por lo tanto, abandonarlo… por ahora porque, como sabemos, en el tiempo de su Pasión sí lo hicieron. Sin embargo, entonces comprendieron que valía la pena seguir a su lado.



JESÚS,  que tienes palabras de vida eterna también lo entendió Pedro. Por eso no se fue como hicieron otros al escuchar tus palabras que exigían mucho pero que, también, prometían mucho y con seguridad de cumplimiento. Extraña, entonces, que nosotros muchas veces no queramos seguirte hasta donde quieres que te sigamos.




Eleuterio Fernández Guzmán


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