10 de febrero de 2012

Periodismo y editoriales católicas







Podríamos decir que todo católico tiene un derecho a ser formado a través los medios que la Iglesia católica tiene a su alcance. Así, tanto desde el punto de vista jerárquico como puramente privado, quien se considera hijo de Dios y se sabe en la verdadera Iglesia, la fundada por Cristo y pastoreada por el Vicario de Cristo, ha de demandar que se le ofrezca la posibilidad de conocer mejor su fe y de saber a qué atenerse cuando contra ella se disponga quien sea. 


Por eso, tanto el periodismo católico como las editoriales católicas han de sustentar su existencia en reconocerse fraternalmente con los que Dios escogió como miembros de su “nuevo” pueblo elegido porque es un servicio muy importante que merecen como tales.

Existe, también para este particular caso, la luz que nos envía Dios a través de alguno de sus hijos, para que, en el mundo que nos ha tocado vivir, sepamos a qué atenernos y tener en cuenta lo que, en verdad, nos conviene como católicos.
Manuel Lozano Garrido, más conocido como Lolo, fue periodista laico y católico o, a mejor, al revés. El 12 de junio de 2010 fue beatificado en Linares (Jaén-España) ante más de 20.000 personas.
Al día siguiente, el 13 de junio, Benedicto XVI hizo referencia a Lolo. Así, refiriéndose al periodista al que se le había distinguido con el gozo de la misma, dijo que “supo irradiar con su ejemplo y sus escritos el amor a Dios, incluso entre las dolencias que lo tuvieron sujeto a una silla de ruedas durante casi veintiocho años.

Al final de su vida perdió también la vista, pero siguió ganando los corazones para Cristo con su alegría serena y su fe inquebrantable.

Los periodistas podrán encontrar en él un testimonio elocuente del bien que se puede hacer cuando la pluma refleja la grandeza del alma y se pone al servicio de la verdad y las causas nobles”.

Sirva, pues, de ejemplo Lolo que, aún en la enfermedad supo transmitir un mensaje cristiano de raíz evangélica, haciendo de su profesión un ejemplo franco de cristianismo y de su cristianismo como base para un importante comportamiento vital.

Es a personas como a Lolo a quienes tenemos que imitar porque de su vida se deduce que quien recibe la llamada de Dios y hace caso a ella se muestra a los demás como es el Reino de Dios: gozoso aunque haya enfermedad y reconociéndose hijo de un Padre que lo ama y lo tiene como suyo.

Y, volviendo al momento de la beatificación de Lolo, en la Homilía que pronunció el arzobispo Angelo Amato, SDB, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, dijo que “Aunque escuchaba el latido del mundo, ya no veía nada más que a Dios. Y del corazón de Jesús él tomaba a manos llenas las indicaciones justas para edificar al prójimo con perlas de sabiduría. Pidió y obtuvo del obispo poder tener en su habitación un altar para la celebración de la misa. Para él era el signo de su continuo diálogo con Dios. Por esto tituló su libro “Mesa redonda con Dios”. De esta escuela de dolor y de fe tomó la fuerza para escribir nueve libros y más de trescientos artículos, publicados en revistas y periódicos nacionales y locales”

Por eso, nos debería servir y venir muy bien a todos los católicos que podamos esto leer, esta oración, privada, relativa a Lolo, para recordar lo que nos debe importar:

 “Oh Dios, que abriste el tesoro inmenso de tu Amor a tu siervo Manuel para que él, sumergido en el dolor, desde su sillón de ruedas, lo proyectase a los hermanos con su testimonio y escritos. Concédenos que le sepamos imitar en su aceptación dócil y esperanza ilusionada, cuando el sufrimiento llame a la puerta de nuestra vida, y en su generosidad plena y ardor apostólico, cuando tratemos de darnos a los demás; dígnate glorificar a tu siervo Manuel y concédeme por su intercesión el favor que te
pido…  Así sea”.


Alabado sea Dios que suscita, entre nosotros, testigos fieles como Lolo

Eleuterio Fernández Guzmán

Publicado en Análisis Digital

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