Cuando llega este tiempo fuerte para la espiritualidad católica nos vienen a la memoria del alma los puntos sobre los que ha de recaer nuestra atención y que son un, a modo, de recordatorio de nuestra fe y de lo que ha de suponer, en el fondo del corazón, para nosotros.
Es más que conocido que aquellos son, a saber:
- La limosna
- La oración
- El ayuno
Cada uno de estos elementos cuaresmales tienen sus propias características pero, sobre todo, nos hacen reflexionar sobre la consistencia de lo que llamamos catolicismo y no son, por tanto, algo baladí o que podamos tener como preteribles.
La limosna
Dar a quien lo necesita es, sobre todo, una grave obligación de todo aquel que se considera hijo de Dios. Como tal no podemos hacer otra cosa.
Sin embargo, también podemos pedir, para nosotros, una limosna que es muy especial y que nada tiene que ver con el dinero o los bienes materiales: la limosna para el alma.
Pedir, para nuestro corazón, el amor que Dios nos quiere entregar pero que, en tiempos, lo tenemos como poco importante en nuestra vida, puede socorrernos en este tiempo, muy especial de conversión o, mejor, de confesión de fe.
Pedir, para nuestro corazón, la sugestiva entrega de Quien nos ama en un tiempo en el que recordamos el sacrificio que hizo Su hijo por todos nosotros, nos puede servir de aliento en la desesperanza y de ayuda en el tiempo perdido que hemos echado a la fosa del olvido del corazón.
Pedir, en fin, para nosotros, lo que, en puridad, nos corresponde como herederos del Reino de Dios, ha de ser fundamental pero, también, necesario porque, sobre todo, Quien puede entregarlo todo quiere entregarlo todo.
La oración
No podemos olvidar que la relación que establecemos con Dios, nuestro Creador, no es cosa de poca importancia, para quien se considera hijo y ama al Padre.
La misma la fundamos en la oración que, como un sutil hilo, nos une al Dios.
Por eso, en este tiempo de especial sentimiento de amor hacia Quien se entregó por nosotros, no podemos, por menos, que traer a nuestra vida una práctica que es, espiritualmente hablando, una delicia para el alma: orar, rezar, ser, por eso, hijos verdaderos de un Padre verdadero que ama a quien a Él se dirige.
El ayuno
De muchas cosas tenemos que ayunar. No se trata, tan solo, de un sacrificio físico que no es, además, excesivo porque con toda seguridad nuestros occidentales cuerpos están más que preparados para soportar no comer, aunque sea, durante un rato cuando se hace en el sentido católico que se hace.
Por eso mismo, se trata de un símbolo de nuestra fe: dejar de…
Por ejemplo, podemos ayunar de egoísmo y ser algo más entregados a los demás.
Por ejemplo, podemos ayunar de la ausencia de Jesús de nuestra vida y acercarnos a Quien, precisamente, se entregó por nosotros.
Por ejemplo, podemos ayunar del vacío de nuestro corazón y llenarlo de la Palabra de Dios.
Por ejemplo, podemos ayunar del ruido de la vida ordinaria y traer a la nuestra un silencio fructífero que nos acerque a Dios.
Por ejemplo, podemos ayunar de oscuridad en nuestro camino hacia el definitivo Reino de Dios y dejarnos iluminar por la luz del Creador traída por Jesucristo.
Por ejemplo, podemos ayunar de soledad y buscar la compañía del Sagrario.
Por ejemplo, podemos ayunar de la falta de acercamiento al prójimo y ser más humanos; más, en el fondo, cristianos.
Por ejemplo…. y así podríamos, cada cual, escribir o pensar de qué, exactamente podemos ayunar y sustituir por el rico alimento espiritual, los divinos sabores que nos acercan al Padre que nos creó.
Por eso, el tiempo de Cuaresma es, precisamente, un tiempo fuerte espiritual porque nos llena de fuerza el alma.
Y Jesús, en cada pensamiento, espera nuestra visita.
Eleuterio Fernández Guzmán
Publicado en ConoZE
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