17 de febrero de 2012

Negarse a sí mismo








Viernes VI del tiempo ordinario



Mc 8, 34-9,1



“En aquel tiempo, Jesús llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Pues, ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles". Les decía también: ‘Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios’.



COMENTARIO



Les podría parecer fácil a los que querían seguir a Jesús pensar que llevarían una vida sencilla y atractiva. Al lado de un gran Maestro, la fama, a lo mejor, les esperaba. Sin embargo, aquel hombre y aquel Dios hecho hombre sabía lo que les esperaba.



Para empezar, hay que perder la vida que se llevaba para seguir a Jesús. Dejar atrás lo que era viejo para llenar su corazón con lo nuevo, vino nuevo, era esencial para quien quisiera seguir a Jesús porque creía, el Mesías, que aquella generación no lo recibía como debía recibirlo.



Dice Jesús algo que es muy importante: no se le debe negar porque, de ser así, Él mismo negará a quien eso haga ante Dios y, entonces, nada bueno le espera a quien haya actuado de tal forma. Negar a Cristo es negar, exactamente, a Dios.



JESÚS, no decías, ni dices, nada extraño a lo que predicas. Quien quiera seguirte lo ha de dejar todo y quien te niegue, Tú lo negarás. Y eso es algo, ambas realidades espirituales, que nos deberíamos plantear muchas veces para no caer en ellas.








Eleuterio Fernández Guzmán






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