31 de agosto de 2011

Cristo vino para cumplir la Ley de Dios

Miércoles XXII del tiempo ordinario

Lc 4,38-44


"En aquel tiempo, saliendo de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo Él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: ‘Tú eres el Hijo de Dios’. Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo.


Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando
donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: ‘También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado’. E iba predicando por las sinagogas de Judea.


COMENTARIO


La gente buscaba a Jesús. Era lo común en aquellas personas necesitadas: ir en busca de quien tenía sanación (no sólo física) para sus dolencias del cuerpo o del alma.


Lo reconocen como el Hijo de Dios y, por eso mismo, saben que no es un rabino más ni alguien que se dedica a transmitir la Palabra de Dios sin más. Lo saben con autoridad superior a los demás porque, además, han visto los prodigios que hace.


Jesús sabe que su predicación ha de llegar a todos. No cree que el Bien pueda limitarse a ser transmitido al pueblo de Israel aunque crea que las primeras ovejas perdidas a las que hay que buscar han de ser las de ese pueblo elegido por Dios. Ha sido enviado para eso, como Él mismo dice.


JESÚS, que todos conocieran la Verdad era la misión que te encomendó tu Padre, Dios Creador. Transmitir, por lo tanto, lo que convenía hacer y orar, junto con las pruebas que muchos necesitaban de tan importante misión, era lo que tenías que llevar a cabo en tu primera venida al mundo. Sin embargo, muchos no te quisieron escuchar porque no les convenía.



Eleuterio Fernández Guzmán

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