7 de noviembre de 2019

Ansiar que Cristo nos recoja cuando nos perdamos

Lc 15- 1-10

"Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: 'Éste acoge a los pecadores y come con ellos.» Entonces les dijo esta parábola: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va a buscar la que se perdió, hasta que la encuentra? Cuando la encuentra, se la pone muy contento sobre los hombros y, llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos y les dice: `Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.' Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.
'O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas y les dice: `Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.' Pues os digo que, del mismo modo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.'"


COMENTARIO

Aquellos que criticaban al Hijo de Dios porque, al parecer, estaba demasiado cerca de los considerados pecadores, a lo mejor no habían acabado de entender la misión para la que había sido enviado el hijo de María y, adoptivo, de José. Y es que era difícil que, sin querer aceptar, eso, que había sido enviado, lo demás pudiera tener cabida en su corazón.
El caso es que sí, que Jesucristo se reunía con pecadores e, incluso, comía y bebía con ellos. Y no lo hacía, digamos, por llevar la contraria a lo establecido en la sociedad y en el qué y cómo del pueblo judío. No. Lo hacía por algo más importante que tales convenciones sociales.
El Hijo de Dios había venido al mundo a salvar lo que se había perdido y, claro, a llevar al redil de Dios a las ovejas que se hubieran perdido que, como podemos ver, eran más que muchas. Y, entonces, cuando eso sucedía y había conversión del corazón en tales creyentes, el Cielo se alegraba mucho aunque, eso creemos nosotros, tampoco eso comprendían los detractores de Cristo.

JESÚS, gracias por salvar lo que necesitaba salvación.

Eleuterio Fernández Guzmán

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